La Locomotora se detiene para siempre
El atleta checo Emil Zatopek, ¨²nico campe¨®n ol¨ªmpico a la vez de los 5.000 metros, los 10.000 y el marat¨®n, fallece en Praga a los 78 a?os v¨ªctima de una hemorragia cerebral
Emil Zatopek, el hombre que domin¨® las distancias de fondo con una mezcla perfecta de voluntad y curiosidad cient¨ªfica, muri¨® ayer en Praga, v¨ªctima de un derrame cerebral, a los 78 a?os. Su lugar en el Olimpo del deporte es incuestionable. Pocos atletas han despertado tanta admiraci¨®n como Zatopek, que un d¨ªa mereci¨® el sobrenombre de La Locomotora Humana en respuesta a la magnitud de sus ¨¦xitos en los Juegos Ol¨ªmpicos de Helsinki 52. En el plazo de una semana gan¨® las pruebas de 5.000, 10.000 y marat¨®n, haza?a que nadie ha igualado. Su palmar¨¦s basta para situarle entre los m¨¢s grandes de la historia: cuatro medallas de oro en los Juegos, tres veces campe¨®n de Europa, invicto en las distancias de 5.000 y 10.000 metros entre 1948 y 1952 y 18 r¨¦cords mundiales entre 1949 y 1955. Pero las medallas y los n¨²meros no aciertan a explicar el impacto de Zatopek en el imaginario colectivo de la postguerra mundial. En un tiempo doloroso, necesitado de h¨¦roes, Zatopek represent¨® mejor que nadie la idea del atleta que se eleva sobre el sufrimiento para obtener la victoria. En Zatopek se representaba el triunfo del hombre com¨²n, deseoso de una perfecci¨®n para la que no estaba llamado.Nacido en el peque?o pueblo de Koprivinice, en la regi¨®n de Moravia, Zatopek fue un atleta tard¨ªo. Comenz¨® a tomarse en serio el deporte cuando hab¨ªa cumplido 19 a?os. Por aquellos d¨ªas trabajaba de d¨ªa en la famosa f¨¢brica de zapatos Bata y por la tarde segu¨ªa estudios de qu¨ªmica. En sus escasos ratos libres corr¨ªa largas distancias sin otro objetivo que explotar una naturaleza resistente. En plena Segunda Guerra Mundial, con su pa¨ªs ocupado por la tropas alemanas, Zatopek se tomaba su afici¨®n como algo recreativo. En el horizonte no se ve¨ªan medallas ol¨ªmpicas ni r¨¦cords mundiales. Eran tiempos b¨¦licos que no invitaban a so?ar en haza?as deportivas.
Su vida cambi¨® cuando ingres¨® en el ej¨¦rcito checo, en 1945. Contaba 23 a?os y por fin dispon¨ªa de las m¨ªnimas condiciones para progresar en el atletismo. Lo consigui¨® a trav¨¦s de su propia percepci¨®n como fondista. Dispon¨ªa de una indudable resistencia natural y de un esp¨ªritu perfeccionista, pero le faltaba kick, la velocidad necesaria para imponerse en las pruebas apretadas. Su estilo tampoco resultaba alentador. Era el menos ac¨¢demico de los fondistas: una especie de ecce homo que corr¨ªa descoyuntado, los brazos arriba y abajo como ¨¦mbolos furiosos, un agitado p¨¦ndulo por cabeza, el gesto siempre dram¨¢tico, con un rictus sufriente que invitaba a pensar en lo peor y adherirse a su causa, cualquiera que fuera la motivaci¨®n que le llevaba a padecer aquel tormento.
Sabedor de sus limitaciones, consider¨® que el r¨¦gimen de entrenamientos habitual en aquellos d¨ªas no le ayudar¨ªa a mejorar sus marcas. La suma de kil¨®metros no le permitir¨ªa incrementar su rapidez en los ¨²ltimos metros ni le dar¨ªa la ocasi¨®n de cambiar el ritmo de las carreras. Zatopek encontr¨® la respuesta a sus problemas en el oto?o de 1945. El sueco Arne Anderson, gran rival de su famoso compatriota Gunder Hagg, visit¨® Checoslovaquia y fue observado cuidadosamente por Zatopek, que se sinti¨® impresionado por la espl¨¦ndida condici¨®n f¨ªsica del escandinavo. Si ten¨ªa que competir contra los mejores, deber¨ªa cambiar su preparaci¨®n. En ese momento, Zatopek se convirti¨® en el primer atleta que hizo de los entrenamientos un asunto de estudiosos. A las descomunales distancias -800 ki¨®metros al mes, 1.000 horas al a?o- a?ad¨ªa una t¨¦cnica innovadora que consist¨ªa en fragmentar sus recorridos en intervalos de 200 y 400 metros, que cubr¨ªa deliberadamente en diferentes velocidades. Su idea era que el entrenamiento deb¨ªa ser tan duro que, en comparaci¨®n, las carreras resultasen un regalo. Para conseguirlo acostumbraba a correr con botas militares, reforzadas con hierro.
En los Juegos de Londres, tres a?os despu¨¦s del final de la Segunda Guerra, Zatopek disput¨® su tercera carrera de 10.000 metros. La gan¨® con una ventaja de 48 segundos sobre el franc¨¦s Alain Mimoun. En los 5.000 fue puro Zatopek. En varias ocasiones se descolg¨® del grupo de cabeza y otras tantas conect¨®, con Wembley entusiasmado. El checo fue segundo, superado a duras penas por el belga Reiff. Se trataba del pr¨®logo a su obra maestra de Henlsinki 52. Para entonces contaba 30 a?os y nadie le discut¨ªa su posici¨®n entre los fondistas. Era el mejor.
Venci¨® con facilidad en los 10.000 metros, pero en los 5.000 se encontr¨® con una oposici¨®n formidable: el franc¨¦s Mimoun, el alem¨¢n Schade y los brit¨¢nicos Pirie y Chataway. Se dec¨ªa que la preparaci¨®n de Zatopek para el marat¨®n rebajar¨ªa sus posibilidades en los 5.000. Pero en aquella semana fue invulnerable. Gan¨® y se dispuso a competir en su primer marat¨®n. "?C¨®mo vamos?", pregunt¨® al brit¨¢nico Jim Peters mediada la carrera. "Un poco lentos", le contest¨® ¨¦ste. "?Seguro?", dijo el ne¨®fito checo. "S¨ª", replic¨® Peters.
A resultas de la conversaci¨®n, Zatopek increment¨® el ritmo. Peters se hundi¨®. S¨®lo el sueco Jansson resist¨ªa al checo. Zatopek le vio coger un lim¨®n y llev¨¢rselo a la boca. Pens¨® que era una buena idea. Recogi¨® su lim¨®n. Poco despu¨¦s, Jansson se descolg¨® y dejo al checo pregunt¨¢ndose por la conveniencia de avituallarse con l¨ªmones. Su entrada en Wembley fue apote¨®sica. Por primera vez en la historia de los Juegos un hombre ganaba las tres pruebas de fondo. Nadie m¨¢s ha repetido la haza?a.
Con 34 a?os particip¨® en Melbourne 56, donde termin¨® sexto en el marat¨®n. Dos a?os despu¨¦s, en el cross de Lasarte, se retir¨®, convertido en una leyenda viviente. En el ej¨¦rcito alcanz¨® el grado de coronel, condici¨®n que se le retir¨® en 1968, durante las represalias que siguieron a la primavera de Praga. Zatopek alent¨® la reforma emprendida por Alexander Dubcek, aplastada por los tanques rusos. Degradado y expulsado del Partido Comunista, cay¨® en desgracia. Comenzaron a escucharse rumores sobre su destino: barrendero; minero en un pozo de uranio, donde trabaj¨® durante seis a?os, hasta su retractaci¨®n p¨²blica en 1975. Zatopek dijo que su apoyo a Dubcek hab¨ªa sido "una locura". Parec¨ªa evidente que sus palabras estaban dictadas por la presi¨®n a la que estaba sometido y a unas penosas condiciones de vida. El r¨¦gimen le levant¨® el castigo devolvi¨¦ndole a Praga, donde comenz¨® a trabajar como archivero en Centro de Informaci¨®n de Deportes.
Alertado sobre las consecuencias de cualquier disidencia, Zatopek practic¨® el oficialismo durante el resto del periodo comunista en la antigua Checoslovaquia. "Los sovi¨¦ticos llegaron a nuestro pa¨ªs no para atacar, sino para defender el r¨¦gimen", declar¨® a este peri¨®dico en 1980. Nueve a?os despu¨¦s, vio caer el comunismo. En Praga ha pasado el crep¨²sculo de su vida convertido en un h¨¦roe, consideraci¨®n que tambi¨¦n ha tenido a escala universal, no en vano Zatopek ha sido una de las mayores referencias del deporte en el siglo XX.
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