Humor en tiempos de c¨®lera
El humor es una venganza de la realidad que no acepta el punto de vista del verdugo
Hay gente empe?ada en eliminar la risa del mundo, pero afortunadamente hay mucha m¨¢s gente que quiere re¨ªr. Lo hemos visto esta semana en las impagables jornadas sobre el humor en los medios de comunicaci¨®n, organizadas por la UPV, y dirigidas por Jose Luis Pe?alba, hombre adicto al buen re¨ªr."Tambi¨¦n hay gente que no r¨ªe nunca", dice el dibujante. "F¨ªjate en el gui?ol de Arzalluz. Lleva varios a?os enfadado. Su enfado es sempiterno y c¨®smico. Naci¨® enfadado y sigue enfadado. En cierta ocasi¨®n el mu?eco de Jesul¨ªn de Ubrique le pregunt¨®: 'D¨ªgame una cosa, se?or Arzalluz ?Uzt¨¦ alguna vez ze r¨ªe, aunque zea por lo privao?"
Le cuento al dibujante que a Manuel Alc¨¢ntara le llam¨® un d¨ªa la atenci¨®n una pintada que ley¨® en una pared andaluza: "Vascos, qu¨¦ raritos sois". Y entonces trae Eguillor el recuerdo de Luciano Rinc¨®n, mi a?orado compa?ero de amigable iron¨ªa televisiva. Hay personas que deber¨ªan tener terminantemente prohibido morirse.
"Contaba Luciano que en cierta ocasi¨®n entr¨® en una tasca de Chiclana. El tabernero le pregunt¨® de donde era. 'De Bilbao', respondi¨® Luciano, y entonces aquel S¨¦neca fij¨® la vista en el infinito y dijo: 'Qu¨¦ duro tiene que ser el ser vasco, qu¨¦ cansado y qu¨¦ seguido".
El humor b¨¢sicamente consiste en ver el lado tonto de las cosas serias y el lado serio de las cosas tontas, aborrecer del artificio, de la solemnidad, la pedanter¨ªa y la hipocres¨ªa. Mentir sinceramente para hacer m¨¢s soportable la verdad, huir de esquemas l¨®gicos, de etiquetas, de lo consabido y de lo correcto. Se ha dicho que el humor es como el jiu-jitsu, una t¨¦cnica de lucha sin armas, que no sirve de nada cuando el contricante va armado. Por eso nace de una esperanzada desesperaci¨®n, de la sugerencia, del peligro, de la segunda intenci¨®n al pisar el parqu¨¦ sagrado. "El humor es una venganza de la realidad", dice el dibujante. Y nadie como Luciano se veng¨® tanto de la realidad, contribuy¨® tanto al an¨¢lisis hilarante de la tonter¨ªa. Era un peligro p¨²blico. Sab¨ªa re¨ªr y hacer re¨ªr en tiempos de c¨®lera.
Al humor le favorece el juego a la contra. Claro que tal y como est¨¢n las cosas a ver qui¨¦n es el guapo que se la juega. ?l lo hizo ayer y lo har¨ªa hoy. Poni¨¦ndose a favor se situaba en contra. Para acentuar ciertos rasgos contempor¨¢neos de tolerancia, citar¨ªa, por ejemplo, al protagonista de una comedia americana, ambientada en el Jap¨®n ocupado tras la Segunda Guerra Mundial: "Estos chinos van a aprender lo que significa democracia, aunque tenga que pegarles un tiro a cada uno de ellos".
El humor siempre ha consistido en unir contrarios, en resaltar contrastes por brutales que parezcan. A las putas como se?oras. Al tonto como a Pit¨¢goras. Al mendigo como pr¨ªncipe.
"El humor es un golpe en el est¨®mago" me dice el dibujante, aun sabiendo que la pr¨®xima carcajada puede ser una mueca, porque cuando la indignaci¨®n nace del horror, la par¨¢lisis deja sitio a la tristeza y la tristeza necesita otra vez del humor, porque la risa es triste, nada hay m¨¢s triste que la risa, nada m¨¢s estimulante y enriquecedor que el terror de la desesperaci¨®n profunda que lleva a la risa. En medio del abismo, existe esa libertad esperanzadora, la intenci¨®n ¨²ltima que nos permite sonre¨ªr en situaciones l¨ªmite.
"El humor nace de la desesperanza", insiste el dibujante. "Es la carcajada tr¨¢gica del miedo, el bistur¨ª que abre nuestras cicatrices m¨¢s dolorosas para que las sintamos con m¨¢s fuerza".
Por eso los jud¨ªos hac¨ªan tiras c¨®micas en los campos de concentraci¨®n y los aut¨¦nticos escritores de comedia no s¨®lo divierten, sino que adem¨¢s nos parten el coraz¨®n en canal, porque el cerebro del humorista debe estar lleno de cuchillas. Eso es algo que hicieron Shakespeare y Moli¨¨re, Terencio y Arist¨®fanes y Charlot con El gran dictador y Benigni con La vida es bella, y, por supuesto, Billy Wilder, que en Primera plana, supo hacer s¨¢tira de este oficio, con la pena de muerte como tel¨®n de fondo y una prostituta de aut¨¦ntica hero¨ªna.
"Solo hay una cosa", dice el dibujante, "que el humor no puede aceptar: el punto de vista del verdugo". No se refiere al Verdugo de Berlanga, sino a los verdugos voluntarios, activos, pasivos y neutros, que no tienen piedad, ni coraz¨®n, ni compasi¨®n, cualidades que alimentan el humor.
Qu¨¦ va a pasar con el humor, con nuestros humores , con nuestros amores, en estos tiempos de c¨®lera y vacas que r¨ªen ingenuas como locas, como tontas, como Tamara, esa chica de Barakaldo, replicante de un maniqu¨ª de Sepu, a la que la tele ha convertido en involuntaria humorista, en la tonta del bote que ha quitado el papel a Lina Morgan, porque hoy los tontos y algunos pol¨ªticos han suplantado a los humoristas. "Qu¨¦ verg¨¹enza que sea de aqu¨ª" se ha dicho, porque el tonto siempre es de fuera, el turista con pantalones cortos, el que rompe la vulgaridad de este paisaje airado, aburrido, solemne, previsible y carente del menor sentido del humor y del pudor.
"A veces se eleva a alturas incre¨ªbles a unas figuras sumamente c¨®micas", dec¨ªa Galbraith, el Nobel de Econom¨ªa, refiri¨¦ndose a ciertos hombres p¨²blicos americanos. "Son soberbiamente solemnes, salvo cuando son magn¨ªficamente enga?osos; ning¨²n otro pa¨ªs ha producido jam¨¢s unos tipos tan hilarantes".
Solemnidad m¨¢s soberbia igual a comicidad. De eso aqu¨ª tenemos mucho. Pero puestos a elegir entre la naturalidad na?f de Tamara y el pretencioso y torpe artificio de ciertas figuras p¨²blicas, nos quedamos con esa especie de Giuletta Massina vizca¨ªna, de Gelsomina que se debate entre La strada y Las noches de Cabiria o de Sard¨¢, que para el caso son lo mismo.
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