La culpa no es de Duisenberg ANTONIO ARGANDO?A
Leyendo la prensa de los ¨²ltimos d¨ªas, da la impresi¨®n de que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Willem Duisenberg, ha fracasado en su cargo. Yo pienso que no hay para tanto. Y como no tengo acciones de esa entidad, puedo salir en su defensa, sin que nadie pueda calificarme de interesado en mis puntos de vista.Para empezar, la labor del BCE ha sido un ¨¦xito, de acuerdo con el criterio principal con que se le debe juzgar, que es el mantenimiento de la tasa de inflaci¨®n, medida por el ¨ªndice armonizado de precios de consumo -por debajo del 2% anual como tendencia a medio plazo- para el promedio de los 11 pa¨ªses miembros de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria Europea. Es verdad que los precios llevan ya cuatro meses por encima de ese objetivo. Pero a la vista de la recuperaci¨®n econ¨®mica en Europa y, sobre todo, del aumento del precio del petr¨®leo, era l¨®gico que la inflaci¨®n se acelerase. Y el BCE ha reaccionado oportunamente, elevando los tipos de inter¨¦s.
O sea que, desde este punto de vista, la situaci¨®n est¨¢ bajo control, y los mercados financieros est¨¢n de acuerdo con esto. En efecto: cuando alguien teme un aumento de la inflaci¨®n, exige tipos de inter¨¦s m¨¢s altos para prestar a medio y largo plazo (digamos, m¨¢s de un a?o). Dado que esos tipos no son ahora m¨¢s altos que, digamos, a principios del a?o 2000, parece l¨®gico concluir que los mercados dan, por lo menos, un aprobado alto a la gesti¨®n del BCE.
Pero no es de esto de lo que se quejan los medios de comunicaci¨®n. Para ellos, el BCE tendr¨ªa que sostener el euro, evitar que se siga depreciando y conseguir que vuelva a una paridad m¨¢s normal con el d¨®lar -digamos, un d¨®lar por un euro, o sea, volver el d¨®lar a las 165 pesetas-. ?Es l¨®gico que lo pidan?
No. Eso no entra en los objetivos del BCE, que debe concentrarse en la inflaci¨®n. Por tanto, el euro s¨®lo debe preocupar a las autoridades monetarias europeas si, con su depreciaci¨®n, genera tasas de inflaci¨®n superiores al 2%. Y le preocupa: por eso ha subido el BCE los tipos de inter¨¦s en los ¨²ltimos meses. O sea que, desde este punto de vista, se merece otro aprobado alto.
Pero el BCE tiene, por ahora, cuatro enemigos, todos ellos imponentes, y ellos son los que le dan mala prensa. Primero, los periodistas, que necesitan titulares llamativos, como la petici¨®n de la cabeza de Duisenberg, y claro, un veredicto de absoluci¨®n no vende. Pero ellos no crean los argumentos: s¨®lo los difunden.
El segundo enemigo son los pol¨ªticos, y esos son m¨¢s peligrosos. Aqu¨ª hay una diferencia importante con Estados Unidos. All¨ª s¨®lo suenan tres voces: la del presidente del pa¨ªs, la del secretario del Tesoro y la del presidente de la Reserva Federal (el banco central norteamericano). Claro, como la divisi¨®n de funciones est¨¢ muy bien establecida, no hay roces: cada uno dice lo que debe decir, deja libertad al otro y no se mete en sus asuntos.
Pero en los 11 pa¨ªses del ¨¢rea del euro tenemos 11 primeros ministros, 11 ministros de Econom¨ªa, 11 presidentes de bancos centrales nacionales (m¨¢s o menos), m¨¢s toda la Comisi¨®n Europea y el presidente del BCE. Eso es un galimat¨ªas porque nadie se sabe la partitura, todos tocan de o¨ªdo, cada uno va a su aire, defiende sus intereses, busca votos en su pa¨ªs, yle importa poco que el BCE pueda cumplir su funci¨®n o no. En Estados Unidos, se sabe si los miembros del Consejo de la Reserva Federal son halcones o palomas; es decir, partidarios de una pol¨ªtica monetaria m¨¢s bien estricta o laxa. Esto tambi¨¦n se sabe de los del Consejo del BCE, pero, adem¨¢s, hay que contar con las mil presiones de los gobiernos nacionales.
El tercer enemigo, que tampoco deja en paz al BCE, es el mundo de las finanzas. A ellos no les preocupa el euro d¨¦bil o fuerte: ganan dinero de todos modos. Lo que les preocupa es que cambie r¨¢pidamente de valor, porque ah¨ª se pueden pillar los dedos. Por eso quieren que el BCE intervenga en los mercados, para dar al euro estabilidad y quitarles a ellos un riesgo.
La actitud de los financieros explica el nerviosismo que se ha desatado con el tema del euro. Porque todos saben que est¨¢ anormalmente bajo, que deber¨ªa subir ya... pero no saben cu¨¢ndo. Si el BCE anunciase unas intervenciones generosas y agresivas, respirar¨ªan tranquilos. Pero si no interviene y si, adem¨¢s, Duisenberg hace declaraciones desafortunadas, el euro puede seguir la trayectoria de las monta?as rusas, y ah¨ª pueden perder mucho dinero. Por eso se quejan.
He dicho que hab¨ªa cuatro enemigos, y me queda por se?alar el cuarto. Son los que hablan de o¨ªdas. No el hombre de la calle que, claro, no es un experto, y no tiene otro remedio que hablar de o¨ªdas, sino los expertos que inventan razones curiosas. Por poner un ejemplo: "No se puede tener fe en una moneda que no se ve". ?De verdad? Los que compran y venden euros llevan a cabo transacciones de varios millones de d¨®lares por tel¨¦fono o por ordenador. ?Les preocupa mucho el color de los billetes o el brillo de las monedas?
Antonio Argando?a es profesor de Econom¨ªa en el IES.
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