Verg¨¹enza de ser hombre
"Me has dado verg¨¹enza de ser hombre", dec¨ªa el mensaje que le dej¨® ayer un preso a la actriz Candela Fern¨¢ndez. Acababa de terminar Combatientes, el drama que escenific¨® el Centro Andaluz de Teatro (CAT) en el Centro Penitenciario Sevilla 2. Alrededor de un centenar de reclusos asistieron a la obra teatral, que en un escenario desnudo desarrollaron dos hombres y una mujer.Combatientes, escrita por Antonio Centeno y Premio Miguel Romero Esteo de 1999, es un drama duro, sin concesiones, tan amargo como el asunto que trata: la violencia del mundo contempor¨¢neo y su encarnizamiento en la mujer. "Me siento ultrajada, humillada, ofendida, insultada, deteriorada, golpeada, violada, profanada, eliminada, inmolada, cad¨¢ver, v¨ªctima, deshabitada, des¨¦rtica, presa, mujer", llega a decir en un momento especialmente dram¨¢tico la prostituta interpretada por Candela Fern¨¢ndez. "?No quer¨ªas romanticismo? ?Pues toma romanticismo, so puta!", le espeta uno de los hombres. A continuaci¨®n, Mois¨¦s, el personaje encarnado por Antonio Salazar, comienza a patearla. Es una escena de una violencia dif¨ªcil de soportar. Dos presos se levantaron y abandonaron la sala.
Aar¨®n, el personaje que interpreta Miguel Zurita, se asusta ante la situaci¨®n. "Est¨¢ muerta", le dice. "S¨®lo es una puta", comenta Mois¨¦s con una mueca de asco. "De manera que si mi mujer me deja, voy y me cargo a una puta", le se?ala, horrorizado, Aar¨®n a Mois¨¦s, el amigo que conoci¨® en su juventud, con el que comparti¨® juergas, borracheras y visitas a burdeles antes de verse metidos en una guerra.
El cl¨ªmax de la obra propici¨® el silencio en un ambiente salpicado hasta entonces por algunos chistes. La belleza de Candela Fern¨¢ndez y las palabras y gestos desgarrados de su personaje caldearon una atm¨®sfera donde un centenar de hombres que viven sin mujeres acog¨ªan cada imagen sexual como un trallazo. "Me foll¨®, me hizo el amor, me penetr¨®..", dijo la actriz frente a la respiraci¨®n ansiosa de muchos presos, s¨®lo contrastada por algunos gritos ir¨®nicos que trataban de disimular su nerviosismo.
"La pone a cuatro patas como si fuera una yegua", imagina Mois¨¦s, corro¨ªdo por los celos en un interrogatorio a Aar¨®n. "Me gustar¨ªa que escucharas el sonido de sus gritos cuando se la meto hasta el fondo", le dice, minutos despu¨¦s, Aar¨®n a su amigo, como si tratara de espolear sus celos para que estalle la violencia. En un ¨¢mbito donde la violencia se respira en forma de deseos frustrados Combatientes parece un s¨ªmbolo de la inutilidad de cualquier golpe, del horror que supone hacerle da?o a alguien.
Mois¨¦s desgrana las torturas que infligir¨¢ a su amigo por haberse acostado con su mujer: "El [cigarrillo] n¨²mero 18 lo apagar¨¦ dentro de tu culo de maric¨®n; el 19 servir¨¢ para quemarte los pelos de tus putos huevos...", le dice. La salmodia de una voz que llega con la monoton¨ªa del viento de la historia -"Siempre combatiendo sin saber por qu¨¦"- empapa con su horror a todos. Los presos celebraron con un largo aplauso el final.
"Es una obra estupenda. Es una cr¨ªtica a la guerra", afirma Jos¨¦ Garc¨ªa, un tractorista de Jerez de 29 a?os que lleva ya siete de ellos en la c¨¢rcel. A Jos¨¦ Sevilla, un soldador de 48 a?os, la obra le parece "entretenida". "Pero no la entiendo. Es una cr¨ªtica a los malos tratos. Aqu¨ª se est¨¢ muy mal. Como un le¨®n en la jaula. O como un p¨¢jaro...", explica Sevilla. Candela Fern¨¢ndez ense?a el mensaje de un preso: "Me has dado verg¨¹enza de ser hombre". La obra ha logrado que la violencia d¨¦ asco. Combatientes ha servido para algo.
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