Cantautores
La primera vez que o¨ª hablar de Joan Manuel Serrat, me pareci¨® un gil¨ª. Yo era un cr¨ªo y no supe de su existencia hasta que organiz¨® aquel revuelo nacional neg¨¢ndose a cantar en el Festival de Eurovisi¨®n por no dejarle interpretar el La, la, la en catal¨¢n. Por entonces se me antoj¨® la chorrada de un provinciano y no supe advertir el punto de provocaci¨®n que su rechazo supon¨ªa para un r¨¦gimen cuya obsesi¨®n antiseparatista era el fuelle que avivaba el fuego de los nacionalismos radicales. M¨¢s tarde, me enamorar¨ªa de sus canciones y de lo que representaba para una generaci¨®n que trataba de hacerse un hueco en la historia forjando un pa¨ªs del que no avergonzarse.Es dif¨ªcil expresar el sentimiento que a¨²n logra provocar su saeta, que a muchos nos reconcili¨® con la Semana Santa, o el Caminante, no hay camino, que nos hizo releer con otro sentimiento a Antonio Machado, y su m¨¢gico Mediterr¨¢neo, al que describi¨® como "una mujer perfumadita de brea". Serrat es para muchos de nosotros un tipo especial, un artista honesto, fiable y de convicciones s¨®lidas, porque, igual que le plant¨® cara al r¨¦gimen franquista por no permitirle cantar en catal¨¢n, fue fiel a su condici¨®n de charnego pasando del papanatismo de los cantautores catalanes que le recriminaban por cantar en castellano.
Esta noche, Joan Manuel Serrat vuelve a Madrid. El escenario de su reaparici¨®n ser¨¢ el Palacio de Congresos, donde ofrecer¨¢ cinco conciertos, en los que presentar¨¢ los temas de un nuevo disco, que ha titulado Cansiones. Me consta que esta vez no escucharemos al mejor Serrat. Algo hu¨¦rfano tal vez de inspiraci¨®n, el Noi del Poble Sec ha acudido al cancionero ajeno para exprimir sus facultades y seguir en la brecha. Pero es igual: aunque cantara rancheras, que no ser¨¢ el caso, Serrat tendr¨¢ asegurado un p¨²blico entusiasta que llenar¨¢ el patio de butacas del Palacio de la Castellana s¨®lo por ver y escuchar de nuevo al hombre que puso letra y m¨²sica a la etapa m¨¢s apasionante de sus vidas.
Y uno de los que, a buen seguro, acudir¨¢ al concierto ser¨¢ el cantante Ismael Serrano, aunque ¨¦l ni siquiera hab¨ªa nacido cuando Joan Manuel enervaba los corazones de la disidencia cantando el Para la libertad de Miguel Hern¨¢ndez. Est¨¢ claro, por lo que canta y por lo que cuenta, que en su casa le calentaron la oreja desde ni?o escuchando una y otra vez a los cantautores antifranquistas. Tendr¨¢ seguramente los discos de Serrat, de Paco Ib¨¢?ez, Aute o Raimon rayados de tantas pasadas por la aguja de diamante y le habr¨¢n puesto la cabeza como un bombo con sus batallas de oposici¨®n a la dictadura. Fruto de esa crianza, Ismael Serrano es un cantautor tard¨ªo que recuerda en su obra toda aquella ¨¦poca que vivi¨® intensamente a trav¨¦s de la a?oranza de su padre: "Pap¨¢, cu¨¦ntame otra vez esa historia tan bonita de gendarmes y fascistas y estudiantes con flequillo". As¨ª comienza una de las canciones m¨¢s emblem¨¢ticas del repertorio de Serrano, en el que se mezclan los relatos contados en el m¨¢s puro estilo cebolleta por quienes los vivimos fascinados con los recientes sucesos de Bosnia o Chiapas. Temas en los que aparecen personajes actuales, como el zapatista subcomandante Marcos, junto a otros rescatados de rancios y descoloridos pasquines, como el m¨ªtico Che Guevara.
El pasado martes 5 de diciembre, la voz cadenciosa de Ismael Serrano inund¨® el patio de cristales de la Real Casa de Correos. El artista fue contratado por Alberto Ruiz- Gallard¨®n para animar la velada con un toque progre (el a?o pasado lo dio Joaqu¨ªn Sabina) en la recepci¨®n que organiza la presidencia regional en el aniversario de la Constituci¨®n. Nadie neg¨® el aplauso al cantautor madrile?o, aunque a muchos de los convocados sus mensajes les produjeran urticaria en las neuronas. Tres d¨ªas antes, con el Palacio de los Deportes abarrotado, dos chavales catalanes enloquec¨ªan a otra generaci¨®n. Jos¨¦ y David, componentes del grupo Estopa y charnegos como Serrat, reventaron el recinto a ritmo de rumba flamenca con unas letras de su cosecha que te agarran de las tripas. "Yo me parto la camisa como Camar¨®n" , proclaman. "Y yo s¨¦ que la sonrisa que se dibuja en mi cara tiene que ver con la brisa que acaricia tu mirada". A¨²n queda sitio para la poes¨ªa. Mereci¨® la pena luchar por el cambio.
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