Conejos sin chistera
El Acuerdo por las libertades y contra el terrorismo suscrito ayer en el Palacio de la Moncloa por el presidente del Gobierno y los secretarios generales del PP y del PSOE ha tenido una complicada gestaci¨®n. Las negociaciones comenzaron con mal pie: tras la torpe reacci¨®n gubernamental de tomarse a chacota una propuesta de Zapatero para buscar una postura com¨²n contra la amenaza terrorista (el vicepresidente Rajoy lleg¨® a descalificar la iniciativa como un desesperado intento de los socialistas de sacarse un conejo de la chistera), los dirigentes del PP exigieron al PSOE, como condici¨®n sine qua non para cualquier entendimiento, la previa firma de un pacto preelectoral y pusieron en duda -al ver rechazada la propuesta- la lealtad constitucional de sus interlocutores. Pero la subordinaci¨®n del acuerdo contra el terrrorismo a una eventual mayor¨ªa PP-PSOE-Unidad Alavesa en las urnas significaba jugarse el futuro a una sola carta; la tendencia a la estabilidad de las dos grandes fronteras divisorias del mapa electoral vasco, esto es, los sentimientos de pertenencia (que separaran a los nacionalistas de los no nacionalistas) y las libertades y los derechos humanos (que enfrentan a los dem¨®cratas -nacionalistas y no nacionalistas- con los partidarios de ETA), merma la posibilidad de una mayor¨ªa absoluta al margen del nacionalismo moderado.La f¨®rmula utilizada por populares y socialistas para superar sus discrepancia -toda negociaci¨®n implica cesiones rec¨ªprocas- fue prescindir de las referencias expl¨ªcitas al nacionalismo moderado en los diez puntos vinculantes del acuerdo; las cr¨ªticas al PNV y a EA por su alianza estrat¨¦gica con el nacionalismo radical quedaron desplazadas al pre¨¢mbulo del documento, que recuerda c¨®mo ambos partidos se pusieron "de acuerdo con ETA y EH" en el verano de 1998 (mediante acuerdos secretos o p¨²blicos) a fin de abandonar el Pacto de Ajuria Enea y fijar "un precio pol¨ªtico al abandono de la violencia", esto es, "la imposici¨®n de la autodeterminaci¨®n para llegar a la independencia del Pa¨ªs Vasco". El regreso -posible y deseable- de esos dos partidos nacionalistas al consenso democr¨¢tico exige l¨®gicamente la ruptura formal con las instituciones creadas a la sombra del Pacto de Estella: el PNV y EA deben optar irremediablemente entre los defensores del derecho a la vida y los verdugos.
El marco constitucional y auton¨®mico ha sido durante m¨¢s de dos d¨¦cadas -tras la larga noche del franquismo- el cauce de expresi¨®n del pluralismo de la sociedad vasca. El acuerdo PP-PSOE subraya que ese marco jur¨ªdico-pol¨ªtico es revisable siempre que se cumplan dos condiciones: el respeto a los procedimientos de reforma establecidos y la renuncia a beneficiarse de la presi¨®n de la violencia ejercida por terceros. La afirmaci¨®n de que las instituciones auton¨®micas han sido el "espacio de encuentro de la gran mayor¨ªa de los ciudadanos vascos" no es program¨¢tica sino emp¨ªrica: desde 1979 ninguna otra combinaci¨®n ha logrado una mayor¨ªa tan amplia (el 90% de los votantes con una participaci¨®n cercana al 60%) como el refer¨¦ndum del Estado de Gernica de 25 de octubre de 1979.
Las acusaciones de frentismo lanzadas por los portavoces del PNV y de EA contra el acuerdo firmado ayer en Moncloa son una proyecci¨®n psicoanal¨ªtica de sus propios deseos y fantasmas. El paralelismo es falso: mientras que el matizado documento de populares y socialistas ofrece abrirse al nacionalismo democr¨¢tico sin m¨¢s condici¨®n que su renuncia a la ventaja de jugar simult¨¢neamente en un tapete diferente con el nacionalismo radical, la l¨®gica del Pacto de Estella desemboca en la exclusi¨®n de los guipuzcoanos, vizca¨ªnos, alaveses, navarros y vascofranceses no nacionalistas. La actual c¨²pula dirigente del PNV y EA no s¨®lo pretende arrogarse el doble derecho a gobernar indefinidamente las instituciones auton¨®micas nacidas de la Constituci¨®n (dotadas de un presupuesto casi billonario, una hacienda concertada, 55.000 funcionarios y 7.500 polic¨ªas) y a caminar de la mano de los nacionalistas radicales-sin prisas y sin pausas- hacia ese mismo espejismo de la Euskal Herria soberana que ETA utiliza como legitimadora de sus asesinatos; tambi¨¦n parece aspirar al disparatado objetivo de que los ciudadanos vascos opuestos a la estrategia nacionalista y a su proyecto de independencia interioricen resignadamente el deber de no resistirse a la ejecuci¨®n de un programa de limpieza ¨¦tnica que ya ha anunciado formalmente y sin equ¨ªvocos su exclusi¨®n como ciudadanos.
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