Siguiendo el comp¨¢s
En M¨¢laga, ciudad de r¨ªo y mar -Mar Mediterr¨¢neo, R¨ªo Guadalhorce-, hay, debido a su extensi¨®n y clima, multitud de rincones, infinidad de lugares p¨²blicos en los que solazarse, pasar el rato y hasta echar una cabezadita despu¨¦s de comer si se han visitado los monumentos que aquella jornada se tropiecen en el camino, frecuentado las tabernas, o charlado con cualquier malacitano o malacitana, que, siempre dispuestos a la amena charla, haya encontrado en el camino.Hoy el paseante ha decidido abandonar el llano donde se encuentra el centro ciudadano y, pose¨ªdo por un cierto ¨¢nimo monta?ero, visitar¨¢ la parte alta en busca de un sitio igual de malague?o pero menos tur¨ªstico. Con esa intenci¨®n, subiendo por la cuesta del Comp¨¢s de la Victoria, se topa con la plaza de Alfonso XII, en la que limitada por la calle Fernando el Cat¨®lico, San Patricio y el propio Comp¨¢s conviven la parroquia de Santa Mar¨ªa de la Victoria y sus anexos jardines.
Como hace un espl¨¦ndido d¨ªa de sol y la pendiente es pronunciada lo m¨¢s deseable es ir directamente al jard¨ªn para tomar un poco el fresco y, de paso, ya sentados en cualquiera de los bancos de hierro o madera -se recomienda estos ¨²ltimos-, echar un vistazo y, si se fuma, un pitillo en este antiguo terreno, que al principio puede parecer peque?o pero despista, porque al despiezarlo resulta m¨¢s bien holgado.
Cinco parterres con pitas j¨®venes, palmas, yucas; unos arbustos que hacen dudar de la cordura del jardinero por las formas de poda evocadoras, en peque?o, a Bomarzo. Naranjos un poco desnutridos, hiedra rastrera y una alta palmera, acacias m¨¢s que centenarias, completado todo por una gigantesca ceiba, caben en este lugar adem¨¢s de la fuente y media docena larga de asientos. Para rematar todo, un parque infantil al que no le faltan balancines, construcciones de tubos para la formaci¨®n de futuros escaladores y hasta una esfera armillar completan el conjunto bot¨¢nico-l¨²dico ensolado de albero, muy pisado pero de notable limpieza. Las bonitas y simples farolas dan una nota m¨¢s de ambiente decimon¨®nico al lugar.
Ambiente s¨®lo roto cuando observamos debajo del gran ¨¢rbol: unos j¨®venes pac¨ªficos han aparcado sus peque?as motocicletas y charlan de sus cosas: veh¨ªculos, instituto y chicas. Lo de siempre. Cerrando los ojos cambie las escooters por burros y jacas y ya est¨¢.
Hay m¨¢s gente sentada, por ejemplo la pareja formada por Mar¨ªa Quintana y Antonio Calder¨®n. Mantienen una conversaci¨®n de esas tan andaluzas, llenas de frases con doble sentido, risas y gestos que s¨®lo se entienden por estas latitudes. Llaman la atenci¨®n del descansado visitante que, un poco descarado, se acerca para charlar un rato si no es molestia, no lo es, todo lo contrario. Ellos dir¨¢n que los jardines son por lo menos del siglo pasado. De hecho dice Antonio: "Esto antes era muy distinto; aqu¨ª hab¨ªa una caseta grande de madera donde viv¨ªa el guardia con su familia, adem¨¢s ten¨ªa muchas entradas y la verja era m¨¢s bonita".
"En la explanada de la parroquia recuerdo que hab¨ªa un convento de monjas de clausura, creo que Carmelitas Descalzas", dice Mar¨ªa, "F¨ªjese si ser¨¢ viejo esto que yo hice all¨ª la comuni¨®n cuando ten¨ªa siete a?os y tengo sesenta y cinco". No los aparenta ni por la manera de hablar y moverse ni por los ojos chispeantes y p¨ªcaros que le mirar¨¢n con malicia al despedirse para ir a ver el edificio de la patrona de M¨¢laga, Santa Mar¨ªa de la Victoria, cuya festividad se celebra el d¨ªa 8 de septiembre.
El nombre del templo se ve en cuatro enormes letreros en forma de arco que rematan las verjas protectoras de la iglesia -piedra arenisca roja-: Parroquia (un arco), Real Santuario (otro), de Santa Mar¨ªa (van tres) de la Victoria (cuatro, por fin).
Situado en lo m¨¢s alto de M¨¢laga, a los pies del Monte Calvario y San Crist¨®bal, el Santuario es grande, de finales del XIX. Se ve desde muy lejos gracias a la demolici¨®n del Convento mencionado por Mar¨ªa que dej¨® lugar a una explanada partida en cuatro, hecha como para despistar al creyente porque para acceder a la primera secci¨®n s¨®lo hay que subir tres escalones, a la segunda, unos pocos m¨¢s igual que a la tercera. Y ya si quiere entrar en la parroquia hay que darse una peque?a paliza de escalera. Pero merece la pena, no s¨®lo por lo contenido de la iglesia sino tambi¨¦n por la vista que se ve desde arriba.
Es justo se?alar que las autoridades, civiles o eclesi¨¢sticas, han tenido el detalle de poner en el camino asientos de hierro y un poyete corrido donde los asm¨¢ticos o gente poco preparada pueden descansar mientras leen el estandarte donde pone lo del jubileo correspondiente al a?o a punto de concluir o apreciando la soler¨ªa de piedra gris pulida en la que van encastradas unas hermosas farolas de doble luminaria.
La verdad es que en este lugar nadie ha escatimado nada para hacerlo m¨¢s acogedor; el mismo lateral de la Bas¨ªlica es solemne a la par que pintoresco, con su campanario lateralizado a la izquierda, los arcos ampl¨ªsimos ya mencionados y tejados -roja protecci¨®n- en distintos niveles. Hasta un balc¨®n un poco incongruente se proyecta sobre la ceiba.
Ahora s¨ª, al fin, toca ir cuesta abajo en busca del aperitivo dominical.
Lo podemos encontrar en el abigarrado Mes¨®n del Comp¨¢ (as¨ª, como suena): all¨ª se mezclan botellas de toda clase de vinos, tapas y objetos ex¨®ticos: espadas, cimitarras, incluso una ballesta para ni?os peque?os. Jes¨²s Ca?edo es el patr¨®n due?o de los jamones y las ca?as de lomo que decoran el fondo del bar. Es asimismo cocinero ocupad¨ªsimo que aguarda, a?o tras a?o, el d¨ªa de la Patrona. ?l le contar¨¢ entre carrera y carrera de la cocina a la barra y de la barra a la cocina que aqu¨ª no hay botell¨®n, y que la gente es acogedora, simp¨¢tica. D¨¦jele, pues, en sus fogones y a casita, que ya es hora.
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