Viaje sentimental por Catalu?a MERCEDES ABAD
Existe en Londres, en pleno Hyde Park, un asombroso lugar conocido como Speaker's Corner. En ¨¦l, cualquier terr¨ªcola es libre de expresar sus ideas, por incendiarias que sean. Basta con que el ide¨®logo se suba a una caja que lo eleve un palmo por encima del suelo para que quede amparado por una ley desvergonzadamente surreal, seg¨²n la cual todo aquel que se eleve a un palmo del suelo en Speaker's Corner no se halla en Inglaterra ni en ninguna otra parte. Fue en ese singular pedazo de tierra de nadie donde, un d¨ªa de primavera de 1981, un sionista que proclamaba la viabilidad del Estado de Israel desde lo alto de su improvisada tarima tuvo que soportar los abucheos de un grupo de punkis mosqueados por la defensa que hac¨ªa del concepto de Estado. Cuando el tipo, harto ya de abucheos, les replic¨® que "es imposible organizarse sin tener un Estado", los punkis contraatacaron con el grito un¨¢nime de: "?Barcelona, 1936!".Esta an¨¦cdota, que da fe del enorme prestigio de que gozaba la CNT-FAI entre los ¨¢cratas brit¨¢nicos y que, adem¨¢s, prueba que Barcelona puede ser s¨ªmbolo de algo m¨¢s que de una metamorfosis urban¨ªstica ultrarr¨¢pida, vive entre las p¨¢ginas de CAT, un angl¨¨s viatja per Catalunya per veure si existeix, que acaba de publicar Columna. Matthew Tree, su autor, se pas¨® parte de los a?os ochenta devorando en Londres libros sobre Durruti, Sabat¨¦, las colectivizaciones de Barcelona, los maquis libertarios y Stuart Christie, el anarquista escoc¨¦s que fracas¨® en su empe?o de pasar explosivos por la frontera para tratar de evitar la ignominia de que Franco se muriera en la cama.
Tras atiborrarse de estos alimentos espirituales, en 1984, Tree, que ya se hab¨ªa dejado caer por aqu¨ª unos a?os antes, decidi¨® instalarse en Catalu?a. Cu¨¢l no ser¨ªa su sorpresa al descubrir que en este pa¨ªs de memoria vacilante los viejos h¨¦roes anarquistas eran tan s¨®lo un recuerdo p¨¢lido y polvoriento que ya no aceleraba corazones. Pese a todo, se enamor¨® del pa¨ªs, "la cosa m¨¦s estranya haguda i per haver al menys al continent europeu", de su gente, "generosa com els bons de les rondalles i abrupta com els alcoh¨°lics reformats", y de su lengua, a la que compara con "una barreja de rots de sobretaula i petites onades trencant-se".
Pero, como les sucede a casi todos los enamorados, en especial a los felices, con los a?os uno siente que algo se le escapa y no puede evitar entregarse a una feroz nostalgia de la primera mirada. No es que la llama se apague, pero la mirada se hace borrosa y los contornos huyen, aquejados de una ligera aunque irritante indefinici¨®n. En cuanto detect¨® los primeros s¨ªntomas de esta crisis, Tree resolvi¨® volver al pa¨ªs donde ya viv¨ªa, circunnavegarlo durante un mes, siempre en transportes p¨²blicos, y reflejar su viaje sentimental en un libro, engrosando as¨ª las listas de caballeros brit¨¢nicos que han tratado de iluminar con sus escritos las complejidades de este pa¨ªs esquizoide y tan dado al chovinismo agresivo como al autoodio.
Que nadie espere hallar en CAT una radiograf¨ªa, una gu¨ªa exhaustiva o una compilaci¨®n de verdades absolutas. Su virtud estriba precisamente en haber sido escrito sobre la marcha para recoger las impresiones y las reflexiones suscitadas d¨ªa a d¨ªa en cada una de las etapas. "La mayor parte de los libros de viajes ha sido escrita una vez acabado el viaje, con las notas que su autor tom¨® durante el periplo. Yo he preferido escribirlo mientras viajaba para huir del artificio y el preciosismo. A veces eso me ha obligado a escribir sentado en la taza del retrete porque, en algunos hoteles, el ¨²nico enchufe que encuentras en la habitaci¨®n es el de la m¨¢quina de afeitar".
Pese a que el libro rebosa tanta pasi¨®n por Catalu?a que podr¨ªa granjearle a Tree la cruz de Sant Jordi en un futuro no muy lejano, el lector encontrar¨¢ en ¨¦l una saludable dosis de humor y de cr¨ªtica. Desde el creciente esnobismo que el aumento de la prosperidad ha tra¨ªdo a este pa¨ªs plagado de segundas de residencias, a los sueldos nauseabundos que se pagan en lugares como Port Aventura, pasando por un retrato corrosivo e impagable de la tendencia observada en las letras catalanas a ensalzar a uno y pegarles una patada en el culo a todos los dem¨¢s, as¨ª como a apear despiadadamente de su pedestal al ensalzado al cabo de un par de temporadas, en un curioso y veloc¨ªsimo proceso de glorificaci¨®n-defenestraci¨®n no observable en otras zonas del planeta.
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