Las cavernas de los explotados
Redes mafiosas controlan a los 'sin papeles' que trabajan en la recogida de c¨ªtricos en Valencia
Una cueva excavada en piedra, en la ladera de la monta?a de Sagunto (Valencia), es el lugar donde Vitold, un polaco de 40 a?os, malvive desde hace dos meses, el tiempo que lleva trabajando en la recogida de la naranja en la comarca del Camp de Morvedre. Una treintena de inmigrantes en situaci¨®n irregular -en su mayor¨ªa de Europa oriental sin apenas nociones de castellano- se reparten en la decena larga de cavidades y recovecos que ofrece la ladera sobre la que se asienta el castillo de Sagunto, a un cuarto de hora de ascenso de la periferia del pueblo. Conservas vac¨ªas, envases de todo tipo y excrementos entremezclados con las cenizas que sirvieron para calentar la ¨²ltima comida alfombran la entrada de las grutas donde se refugian. Almacenes abandonados, alquer¨ªas vac¨ªas o casetas de aperos de labranza les sirven tambi¨¦n de cobijo."A nosotros por lo menos nos dejaban cuadras". Vicente Garc¨ªa, representante de la secci¨®n del campo de la federaci¨®n Agroalimentaria de CC OO en la comarca, no puede evitar hablar de su primera vendimia, cuando acudi¨® con sus padres a B¨¦ziers (Francia), all¨¢ por 1958, con 14 a?os reci¨¦n cumplidos, y comparar su situaci¨®n con la de los trabajadores que acuden a la campa?a de la naranja, entre octubre y febrero.
Cientos de inmigrantes irregulares trabajan en la recogida de la naranja a precio de saldo, explotados por mafias, en su mayor¨ªa controladas por sus paisanos. Cobran cinco veces menos de lo que les corresponder¨ªa, poco m¨¢s de 10.000 pesetas a la semana, y en su jornada, de sol a sol, s¨®lo se les permite una comida. De Almer¨ªa a Lleida, recorren los campos en un empe?o por sobrevivir, amenazados por chantajes que les obligan al silencio. Cooperativas y propietarios miran hacia otro lado. Las fuerzas de seguridad act¨²an s¨®lo cuando la evidencia es tan ineludible como una denuncia. Un paso que a muchos les puede costar la vida.
Mohamed Al Sadi, conocido como Sidi, es uno de los jornaleros sin papeles acorralado por las mafias. Naci¨® hace 24 a?os en una aldea cercana a Fez. Es el cuarto de nueve hermanos. Lleg¨® a Espa?a hace dos a?os y desde entonces se ha dejado las manos entre las huertas de Almer¨ªa, Murcia, Valencia, Castell¨®n y Lleida. Todas sus posesiones caben en una mochila. Habla lo justo de espa?ol y, m¨¢s que fumar, se come los pitillos. Perdi¨® un dedo de la mano de derecha por reclamar su salario al compatriota para el que trabajaba. "Fue el a?o pasado, en Moncofa (Castell¨®n). No cobr¨¦ en tres semanas y ¨¦l no me daba razones. Ya no ten¨ªa dinero y robaba comida donde pod¨ªa. Una noche fui a buscarle a un bar. Me dijo que me dar¨ªa el dinero a la ma?ana siguiente. De madrugada, apareci¨® en la caseta donde dorm¨ªa con otros dos. Me dieron una paliza, me cortaron un dedo y me dijeron que morir¨ªa si iba a la polic¨ªa. Y no fui". Desde entonces se busca la vida en las huertas de Valencia e intenta pedir trabajo directamente a los propietarios. La situaci¨®n de Sidi es parecida a la que sufren otros muchos inmigrantes explotados.
El pasado d¨ªa 11, el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa deten¨ªa a nueve personas en Pu?ol (Valencia) como cabecillas de una red de explotaci¨®n laboral de inmigrantes. M¨¢s de un millar de extranjeros, casi todos de origen ecuatoriano, pasaron por sus manos a trav¨¦s de una ONG de ayuda a la infancia como tapadera. A cambio de una cuota de 40.000 pesetas mensuales, les ofrec¨ªan trabajo en condiciones de absoluta explotaci¨®n.
Dos d¨ªas m¨¢s tarde, la Guardia Civil de Torreblanca (Castell¨®n) detuvo a un marroqu¨ª tras la denuncia presentada por otro al que no pagaba el jornal. Su explicaci¨®n, por segunda vez en un mes, fue que le hab¨ªan robado el dinero de las n¨®minas. A su cargo tiene a una decena de compatriotas que trabajan en campos gestionados por una cooperativa de Nules. Sus movimientos bancarios reflejan ingresos semanales de 400.000 a 600.000 pesetas. En cambio, los jornaleros que de ¨¦l dependen, cuya paga semanal oscilar¨ªa en condiciones normales, entre las 50.000 y 65.000 pesetas trabajando a destajo de lunes a domingo, cobran entre 10.000 y 20.000. Est¨¢ en libertad a espera de juicio.
Seg¨²n fuentes policiales y sindicales, el funcionamiento de las mafias se ampara en la "ceguera" de los empresarios del sector. Cada vez hay m¨¢s distancia entre el propietario de los campos y las cuadrillas. Los naranjeros contratan los servicios de capataces que son los responsables de contactar con los collidors (recolectores). De cu¨¢nto cobran y en qu¨¦ condiciones trabajan, nada quieren saber.
Hassan, de 21 a?os, argelino, se recupera a¨²n de una paliza en la que le saltaron tres dientes, le rajaron la cara y le machacaron los pies. Se conoce las comarcas naranjeras de Valencia desde hace tres a?os. Inici¨® esta campa?a trabajando para otro argelino muy conocido en el mercado de los collidors ilegales en unos campos en la comarca de La Ribera. El trato parec¨ªa claro. Por siete d¨ªas, 50.000 pesetas. De ellas, 5.000 para el capataz por buscarle ocupaci¨®n; 7.000 por la comida y 3.000 por un catre en un almac¨¦n abandonado. Total a la semana: 35.000 pesetas. "No estaba mal. No ten¨ªa otra cosa", dice Hassan. Tres semanas despu¨¦s, no hab¨ªa visto una peseta y reclam¨® su dinero. El capataz, tambi¨¦n sin papeles, le acus¨® ante los compa?eros de ladr¨®n y le ech¨®. Los otros, unos doce, que tampoco hab¨ªan cobrado, callaron. Hassan intent¨® que otros capataces contaran con ¨¦l. No pudo ser. Advirti¨® de que ir¨ªa a ver a los responsables de la cooperativa y a la polic¨ªa. Esa misma noche recibi¨® palos por todo su cuerpo. Ahora, se esconde por la huerta, duerme en chamizos deshabitados y busca la revancha.
Se calcula que entre el 60% y el 80% de los jornaleros de la naranja son inmigrantes irregulares de origen magreb¨ª, lituano, ruso o ecuatoriano, fundamentalmente. De ellos, alrededor de un 10% est¨¢ en manos de mafias que les obligan a trabajar por un salario de miseria bajo amenazas. Y cada vez son m¨¢s j¨®venes. Sergei, de Sar¨¢tov (Rusia), es uno de ellos. Con 20 a?os, repon¨ªa fuerzas ayer en el comedor social de Sagunto. "A¨²n los hay menores", dec¨ªa la responsable del local.
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