Vencidos y vencidos
El caso Atl¨¦tico s¨®lo ha dejado vencidos por el camino. Nadie se puede proclamar ganador en un litigio desastroso. El club ha vivido entre convulsiones el ¨²ltimo a?o, sometido a toda clase de peripecias, una de ellas especialmente dram¨¢tica. Despu¨¦s de seis d¨¦cadas en Primera, el Atl¨¦tico descendi¨® a Segunda Divisi¨®n, afrenta que parec¨ªa impensable para un club que cuatro a?os antes hab¨ªa ganado la Liga y la Copa.El Atl¨¦tico hab¨ªa ofrecido algunas se?ales preocupantes con anterioridad a la brusca decisi¨®n del juez Garc¨ªa-Castell¨®n. El equipo estuvo cerca del descenso en la temporada anterior y las cosas no funcionaban mejor cuando se decret¨® la administraci¨®n judicial. Resultados y buena gesti¨®n no van necesariamente unidos, porque el f¨²tbol es materia caprichosa. Pero la tranquilidad, el orden y la transparencia ayudan a la buena salud de los equipos.
No era el caso del Atl¨¦tico, crispado en todos los ¨®rdenes. Cambios traum¨¢ticos de entrenadores -Sacchi, Antic, Ranieri-, malestar en la plantilla, runr¨²n en la grada. S¨ªntomas cl¨¢sicos de crisis.
La administraci¨®n judicial, decretada por Garc¨ªa-Castell¨®n a instancias de la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n, tuvo un car¨¢cter in¨¦dito en el f¨²tbol espa?ol. El fiscal Carlos Castresana apreci¨® presuntos delitos de car¨¢cter muy grave en la gesti¨®n de la familia Gil: apropiaci¨®n del club sin desembolsar dinero, contratos con jugadores fantasmas por cantidades desorbitadas de dinero, irregularidades sangrantes en la contabilidad...
Sin embargo, su auto ofrec¨ªa tantas lagunas que termin¨® por volverse en contra de los administradores. Se acus¨® por error a Gil y al resto de los imputados de tr¨¢fico de estupefacientes; se retras¨® el registro del auto por falta de firma, de sello y por defectos en el documento de identidad del administrador judicial, Luis Rub¨ª. Tampoco ayud¨® la idea de ampararse en un decreto dictado durante el franquismo para instruir el caso Matesa.
La administraci¨®n judicial naci¨® mal parida. El mundo del f¨²tbol, atendiendo a sus misteriosos c¨®digos, rechaz¨® a los administradores como a apestados. Tampoco Rub¨ª se ayud¨® a s¨ª mismo con actuaciones t¨ªpicas de cualquier presidente al uso. Y cuando los resultados fueron decididamente mal, el juez Garc¨ªa-Castell¨®n pleg¨®.
El invento result¨® un fracaso. Sus consecuencias son p¨¦simas para todos los protagonistas de la historia: los Gil, Rub¨ª -a punto de dejar su puesto en la Administra-ci¨®n-, el abogado Miguel Juane, el fiscal Castresana... Y sobre todo, el Atl¨¦tico de Madrid, descendido y descapitalizado de jugadores.
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