Una frontera difusa
La informaci¨®n gr¨¢fica sobre guerras, sucesos y terrorismo -una lacra lacerante para nuestro pa¨ªs- acumulan im¨¢genes muy problem¨¢ticas a la hora de difundirlas.ETA asesin¨® el mi¨¦rcoles, en Barcelona, al guardia urbano Juan Miguel Cervilla, descerraj¨¢ndole dos tiros, uno en la cabeza y otro en el pecho.
El cad¨¢ver qued¨® tendido en el asfalto, semicubierto por la vegetaci¨®n de uno de los laterales de la avenida Diagonal, donde se cometi¨® el atentado.
El jueves pasado, el peri¨®dico public¨® una fotograf¨ªa en primera p¨¢gina, a tres columnas, en la que pod¨ªa verse, de forma muy destacada, el veh¨ªculo que transportaba a los terroristas y, de manera mucho m¨¢s discreta, el cuerpo del agente junto a un charco de sangre.
Varios lectores han enviado cartas al director quej¨¢ndose por esa imagen y dos se han dirigido al Defensor para expresar su protesta.
David Gonz¨¢lez S¨¢nchez, desde Castell¨®n, y Antonio Ramos Montoya, desde Barcelona, consideran que la imagen no tiene "demasiado sentido informativo" o que "no aporta nada a la noticia" y formulan acusaciones de amarillismo o de ausencia de normas deontol¨®gicas que impidiesen publicar esa fotograf¨ªa.
El Defensor ha sabido que esa imagen provoc¨® un debate en la c¨²pula de la Redacci¨®n y que, finalmente, se opt¨® por publicarla al entender que aportaba informaci¨®n y, sobre todo, que no ofend¨ªa la dignidad de la v¨ªctima ni atropellaba el respeto al que, de modo tr¨¢gico, se hizo doblemente acreedora.
El Libro de estilo es muy parco en este resbaladizo territorio y se limita a se?alar que "las fotograf¨ªas con im¨¢genes desagradables s¨®lo se publicar¨¢n cuando a?adan informaci¨®n".
La gran dificultad estriba en determinar qu¨¦ debe entenderse por "im¨¢genes desagradables".
No existe c¨®digo que pueda establecer un cat¨¢logo cerrado, m¨¢s all¨¢ de lo que, con toda evidencia, resulte repugnante o suponga un menosprecio para las personas fotografiadas.
Aun as¨ª estar¨ªamos ante decisiones necesariamente subjetivas adoptadas por un reducido n¨²mero de personas, y siempre sujetas a discusi¨®n.
Marisa Fl¨®rez, redactora jefe de Fotograf¨ªa, ha explicado al Defensor que, en su opini¨®n, la imagen publicada el jueves, "tomada desde un ¨¢ngulo superior, ofrec¨ªa elementos informativos que explicaban los hechos y, sobre todo, el charco de sangre no era, ni mucho menos, un elemento destacado, al no estar en primer plano". Para Fl¨®rez, "el hecho de que la fotograf¨ªa se publicase en blanco y negro difuminaba, casi totalmente, el rasgo m¨¢s morboso que esa fotograf¨ªa pod¨ªa presentar".
El Defensor comprende la protesta de alg¨²n lector y, de hecho, la considera inevitable.
La visi¨®n de un cad¨¢ver, aunque sea de forma tan discreta como en esta ocasi¨®n -el cuerpo estaba boca abajo y ocupaba un espacio muy reducido en el conjunto- provocar¨¢ siempre reacciones de repulsa.
La visi¨®n de la muerte es, por definici¨®n, desasosegante y desde esa perspectiva puede darse por seguro que un n¨²mero indeterminado de lectores se sentir¨¢ ofendido ante su contemplaci¨®n en el peri¨®dico.
Pero la informaci¨®n gr¨¢fica, con sus pautas, no puede desgajarse del conjunto informativo.
En el terreno del terrorismo se han sostenido, incluso, posiciones extremas que defienden la no publicaci¨®n de ning¨²n acontecimiento de este tipo, argumentando que la publicidad es un elemento esencial para la actividad terrorista.
Si se acepta que una sociedad democr¨¢tica tiene derecho a estar informada se hace evidente que asume la carga de soportar el conocimiento de la realidad, aunque algunos aspectos de la misma repugnen a la inmensa mayor¨ªa.
La fotograf¨ªa discutida era, sin duda, un elemento tr¨¢gico de esa realidad.
El Defensor lamenta que alg¨²n lector se haya sentido ofendido, pero ser¨ªa un ejercicio est¨¦ril de farise¨ªsmo decantarse rotundamente por la ocultaci¨®n de im¨¢genes "desagradables".
La realidad terrorista suele desbordar, incluso, el l¨ªmite de la n¨¢usea. Es inexcusable la obligaci¨®n de no aumentarla con la informaci¨®n gr¨¢fica o escrita, pero, mientras soportemos ese azote se har¨¢ imposible no rozar sentimientos o sensibilidades.
Cambiemos de tema para terminar. El a?o pasado, por estas fechas y en los meses inmediatamente anteriores, se suscit¨® una avalancha de protestas porque se hablaba en el peri¨®dico, al borde del a?o 2000, del nuevo siglo o del nuevo milenio.
Puede afirmarse que, afortunadamente, se fren¨® aquella propensi¨®n al adelanto que ofend¨ªa a los defensores del calendario. Ahora, s¨ª: estamos en puertas del siglo XXI.
Sobra decir que el Defensor desea lo mejor para los lectores y, sobre todo, les anima a sostener su actitud vigilante, que tanto aporta, con cr¨ªticas y sugerencias, al empe?o de mantener la calidad del peri¨®dico.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
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