El enorme apego al autom¨®vil
El tr¨¢fico en la gran ciudad se ha convertido en un problema sin consolaci¨®n. En Madrid, hace a?os, los socialistas hicieron instalar separaciones de cemento en el carril bus. Luego los populares las removieron, pero hace poco plantaron conos de pl¨¢stico y ahora luces que parpadean. Pronto, en Madrid, una nueva l¨ªnea de metro comunicar¨¢ Nuevos Ministerios con el aeropuerto, lo que ya requiere importantes obras en la atestada Castellana. Pero todav¨ªa no ha culminado este proyecto cuando nace un plan denominado 'ret¨²nel' que horodar¨¢ desde la Castellana hasta la salida de la N-II, sin que nada de ello aporte la soluci¨®n.
Constantemente Madrid y capitales similares producen informaciones relacionadas con el transporte urbano, desde sus autobuses y taxis a los viales, desde las ampliaciones del metro hasta los trabajos en nuevos parkings y perforaciones. El coche se encuentra por todas partes, y si se toma el pulso en las arterias centrales el latido es cada vez m¨¢s d¨¦bil mientras la velocidad tiende a la extinci¨®n. Un d¨ªa llegar¨¢ en que la trombosis se har¨¢ absoluta y la ciudad quedara paralizada. Pero, entretanto, sigue, sin eficaces paliativos, la epidemia continua de los coches.
En un sondeo realizado en oto?o pasado, el 70% de los europeos, habitantes de grandes ciudades, se mostraron de acuerdo en restringir el acceso de veh¨ªculos privados a los centros. Paralelamente, el 80% de los alcaldes de esas localidades declararon su convicci¨®n absoluta en esta necesidad. ?Por qu¨¦ no se decid¨ªan a dar el paso? La respuesta de los ediles fue que no cre¨ªan que, de verdad, llegado el momento, m¨¢s del 25% del electorado les apoyara.
Como consecuencia, no s¨®lo no se sofrena el tr¨¢fico de autom¨®viles, sino que se crean m¨¢s v¨ªas de metro que despejan la superficie para nuevas oleadas de conductores. En varias ciudades europeas han elegido el regreso al tranv¨ªa precisamente por su doble funci¨®n de transportar peatones y de incomodar a los conductores. En Espa?a, por el momento, se trata s¨®lo de aguantar. El coche posee algo de m¨¢gico, y hasta parad¨®jico, que disuade las acciones.
Una de las causas, por ejemplo, de que crezca la densidad del tr¨¢fico es la afluencia de coches llevando o recogiendo ni?os de las escuelas. En Inglaterra, en 1971, siete de cada diez ni?os iban andando a las escuelas. Ahora s¨®lo uno de cada diez lo hace. ?La raz¨®n? Los padres dieron por raz¨®n que las calles son ahora muy peligrosas para sus hijos debido a la gran cantidad de coches que circulan a esas horas.
Las concejal¨ªas se deciden de vez en cuando a presentar cifras sobre la lentitud a la que se avanza yendo en coche, pero la verdad es que tomando periodos muy largos, ahora, en el conjunto de los trayectos, vamos m¨¢s deprisa que anta?o. Las inversiones en carreteras y autov¨ªas hacia el extrarradio son la causa de esta situaci¨®n. De otra parte, no son precisamente los ciudadanos de estatus m¨¢s altos, m¨¢s ricos y mejor educados, los m¨¢s proclives a dejar el coche. Ellos son los primeros en conciencia ecol¨®gica o respeto al patrimonio hist¨®rico, son los n¨²meros uno en atenci¨®n a la limpieza ambiental y calidad de vida, pero no se muestran m¨¢s c¨ªvicos cuando se trata de su autom¨®vil. A m¨¢s renta, mayor uso del autom¨®vil: menos del 1% de la clase alta abandon¨® su coche particular incluso cuando en el ¨²ltimo terremoto de Los ?ngeles se desmoronaron puentes y se quebraron autopistas. Prefirieron soportar los largos rodeos y los caminos defectuosos antes que dejar su veh¨ªculo. Todav¨ªa, incluso en ciudades bien equipadas de transporte p¨²blico como Estrasburgo o Grenoble, el 87% se efect¨²a en coche.
La adhesi¨®n al coche representa, seg¨²n los psicoanalistas, una fuerza s¨®lo superada por el apego a la casa, y lo sorprendente es que ese entra?amiento es hoy mayor que nunca. La ciudad tiene dif¨ªcil soluci¨®n, pero el aplazamiento de las actuaciones reproduce, cada d¨ªa, la cantidad y la condici¨®n de los obst¨¢culos. El proceso actual lleva no s¨®lo a que la ciudad se colapse alguna vez, sino a que antes el conductor quede solidificado psicol¨®gicamente a su volante y el remedio exija incluso reeducaci¨®n mental.
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