El sambenito
El monolito adefesio de La Violetera, que para muchos madrile?os era la obra m¨¢s representativa del gusto estatuario del alcalde ?lvarez del Manzano, fue erigido durante el mandato de Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n, un alcalde centrista que sirvi¨® de excipiente para endulzar la amarga p¨ªldora que los ciudadanos se hab¨ªan recetado a s¨ª mismos en las elecciones. Pero ?lvarez ya estaba ah¨ª, parapetado en el gobierno del Consistorio, prepar¨¢ndose para tomar las riendas con sus colaboradores m¨¢s conspicuos.
Con don Agust¨ªn, ocupaban las concejal¨ªas de Centro y de Seguridad el popular Matanzo y el centrado Bocanegra. Lo de Matanzo y Bocanegra, Bocanegra y Matanzo, tanto monta, monta tanto, sonaba a pel¨ªcula de filibusteros o bandoleros que hab¨ªan cambiado moment¨¢neamente de bando y ahora estaban del lado de la ley para imponer el orden en el desmadrado cogollo de la capital donde a¨²n destellaban los ¨²ltimos cometas de la fugaz movida. El capit¨¢n Matanzo Espa?a era partidario de la acci¨®n directa y organizaba tremendas razzias en Malasa?a, en Huertas y, sobre todo, en la plaza de Santa Ana, de la que expuls¨® a los artesanos con m¨¢s celo del que puso el Mes¨ªas en expulsar a los mercaderes del templo.
'Donde Matanzo no llega, llega Bocanegra al punto', escribi¨® el que esto suscribe en una particular versi¨®n de la Canci¨®n del pirata actualizada, y el concejal Bocanegra, un d¨ªa que se encontr¨® con el autor en un plat¨® de televisi¨®n, le pidi¨® por favor que deshiciera la pareja y no volviera a mencionar su apellido junto al de su colega, con el que manten¨ªa m¨²ltiples y enconadas diferencias.
Sin centristas excipientes, en su primer mandato, ?lvarez del Manzano y su fiel matarife se dispusieron a darle la vuelta a la ciudad para hacerla a su imagen y semejanza de adefesios. Matanzo se ocupaba del trabajo sucio mientras Manzano, con las manos limpias y libres, dise?aba su fara¨®nico plan de enterramientos, t¨²neles y subterr¨¢neos.
A don Agust¨ªn le hab¨ªan colado el monolito violetero en la esquina m¨¢s emblem¨¢tica y simb¨®lica de Madrid, pero bajo la falaz y nimia coartada del tipismo y del folclore subyac¨ªan intenciones de ofensa y de revancha. No era la violetera ave precursora de primavera, ni florista inocente con el manojo de nardos apoyaos en la cadera, aunque por la catadura de sus facciones pareciese un guardia civil camuflado a punto de mezclarse en una fiesta de drag-queens. El monolito representaba a la Celia G¨¢mez del Ya hemos pasao, la r¨¦plica chulesca al No pasar¨¢n del Madrid republicano. La estatua hoy desterrada era un escupitajo de plomo, un centinela apostado en una encrucijada vital de la urbe, un recordatorio de que hab¨ªan pasado y segu¨ªan pas¨¢ndose much¨ªsimo.
Apartada de su privilegiada ubicaci¨®n, La Violetera reposa por el momento en un cementerio de estatuas del Ayuntamiento desde el que quiz¨¢ salga alg¨²n d¨ªa para aterrorizar a los ni?os entre los setos de un parque p¨²blico, con su oscuros ropajes y su perfil de bruja. El autor del monolito, el redundante en todos los sentidos, Santiago de Santiago, un escultor consagrado por los encargos del franquismo, ejecut¨® sumariamente un monumento lac¨®nico, hier¨¢tico y casi castrense, en posici¨®n de firmes, con torso de maniqu¨ª de sastrer¨ªa, caderas enfajadas y rostro masculino que apenas disimulaba el pa?uelo anudado al cuello.
Contra la aberraci¨®n arreciaron las protestas y medraron las burlas y cuchufletas, pero su integridad f¨ªsica apenas sufri¨® porque el monolito era duro y compacto, hecho para durar.
Los detractores del mamotreto no faltaban entre los propios correligionarios y colaboradores del alcalde. Indefendible por ¨¦tica y por est¨¦tica, La Violetera fue por fin secuestrada y puesta a buen recaudo por sus propios valedores. Sin alharacas y de forma subrepticia para evitar, entre otras cosas, comentarios como ¨¦ste.
Su retirada no implica un cambio de orientaci¨®n art¨ªstica del alcalde ?lvarez del Manzano, sino tal vez un t¨ªmido intento de quitarse el sambenito de que en la lista de monumentos m¨¢s representativos de las diferentes ciudades espa?olas, algunos graciosos situaran Violetera de Madrid junto al Guggengheim de Bilbao o la Villa Ol¨ªmpica de Barcelona.
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