'Sadik no quiere comer'
Relato de una larga noche de insomnio en la parroquia de Sant Pere Ap¨°stol
A 20 metros del Palau de la M¨²sica Catalana, el joven Rashid dice: 'Me gusta cantar. Soy m¨²sico'. Esta noche, sin embargo, el ¨²nico concierto que escuchan el subsahariano de 26 a?os y los bultos cubiertos con mantas que duermen a su lado est¨¢ hecho de ronquidos, tos complicada, meadas intermitentes y el aullido de un perro. El centro Sant Pere Ap¨°stol, perteneciente a la parroquia del mismo nombre, se ha convertido desde hace dos meses en un lugar de acampada para inmigrantes.
Esta noche son 13 -ninguna mujer-, todos ellos huidos de Sierra Leona y de Ghana, y se disponen a entrar en su segunda o tercera jornada sin comer. S¨®lo George Okoye, erigido en l¨ªder del grupo tal vez por su mayor edad, 36 a?os, se permite ingerir alg¨²n alimento porque un asistente de M¨¦dicos sin Fronteras le ha dicho que esta presi¨®n aguda que siente al respirar no es ning¨²n juego. Forman parte de una cruzada del hambre que se extiende por las parroquias de Barcelona y que re¨²ne ya a m¨¢s de 400 inmigrantes sin papeles dispuestos a mantener el pulso contra la Ley de Extranjer¨ªa hasta lograr la regularizaci¨®n.
Los que llevan m¨¢s tiempo con el est¨®mago vac¨ªo empiezan a sentir los efectos taladradores del hambre. 'Come, Sadik', le hemos dicho cuando ha empezado a vomitar. Pero Sadik no quiere comer', explica Okoye.
Tumbado a pocos metros, Sadik se hace el dormido. En cuanto ha o¨ªdo su nombre, la manta roja que lo cubre de pies a cabeza cambia r¨¢pidamente de forma y deja al descubierto unos calcetines verde loro. Y empieza a hablar: 'No voy a romper esto. Es el ¨²nico modo de agitar al Gobierno. Si tengo papeles, entonces encontrar¨¦ trabajo, entonces tendr¨¦ una casa y ser¨¦ un hombre libre'. El bulto recupera la posici¨®n horizontal, pero contin¨²a movi¨¦ndose. Parece que el hambre no le deja conciliar el sue?o. 'El hambre es una cosa. Pero no puedo dormir porque no nos podemos duchar y me pica todo.' Las mantas pican. Los colchones y los cartones pican. El retrete de la esquina pica. Tambi¨¦n pica la garganta.
Desde ayer s¨¢bado, los huelguistas de la iglesia del Pi pueden tener acceso a duchas, pero en Sant Pere Ap¨°stol no ha ca¨ªdo a¨²n esa breva. Algunos de los chicos llevan ya varios meses en Barcelona, y su primer techo en la ciudad fue el pedazo de cielo sobre la plaza de Catalunya. 'Cuando est¨¢bamos all¨ª era m¨¢s f¨¢cil. A las seis de la ma?ana and¨¢bamos hasta un centro de la Meridiana dos veces a la semana. A pie tard¨¢bamos una hora. Hac¨ªamos cola para tener un pase y luego otra cola para ducharnos. Pero ahora no podemos ir a ducharnos. De todas formas, la Meridiana est¨¢ demasiado lejos', explica Ibrahim Tidjani.
A Ibrahim le llaman Baby porque es el m¨¢s joven del grupo. Tiene 19 a?os y cuando se escondi¨® en un barco en Sierra Leona con un pan y una botella de agua no sab¨ªa a qu¨¦ rinc¨®n del mundo le llevar¨ªa. 'En ?frica, los barcos o se acercan o se alejan de la costa. Yo s¨®lo sab¨ªa que me alejaba', cuenta Baby.
Es un grupo improvisado. Lo ¨²nico que sus miembros parecen tener en com¨²n es la parquedad de palabras para referirse a la violencia que han presenciado en los 10 a?os de guerra civil entre los rebeldes del Frente Revolucionario Unido (FRU) y el Gobierno de Ahmed Tejan Kabbah. Entre las cuatro paredes del centro se mezclan musulmanes y cristianos. Los que han ido a comer alguna vez al centro Madre Teresa de Calcuta llevan colgada del cuello una cadena y una cruz. Se las han dado las monjas. Confiesan curiosidad sobre los dramas respectivos y, pasadas ya las doce, como cada noche, contin¨²an, como dicen ellos, 'intercambiando informaci¨®n'.
'?Que si nos hemos hecho amigos? ?Todo el mundo es mi amigo! Nos entendemos...', suelta con amarga iron¨ªa Okoye. Suena a 'qu¨¦ remedio, al fin y al cabo son mis hermanos'. ?sta es la palabra m¨¢s gastada de la noche. My brothers por aqu¨ª, my brothers por all¨¢.
De madrugada, Farhad Banaian, el profesor de idiomas iran¨ª afincado en Catalu?a a quien todos llaman baba (pap¨¢) porque ha dado la cara por ellos y ha empezado a ense?arles castellano, dice que ya es hora de apagar la luz y dormir. Baba se marcha; al poco se enciende otra luz del cuarto contiguo, y de vez en cuando la bombilla pelada que cuelga sobre el retrete. Nadie se molesta en cerrar la puerta. El concierto de ronquidos y toses contin¨²a, pero en el aire se siente que nadie ha ca¨ªdo en un sue?o profundo.
Sadik murmura de pronto, para quien quiera o¨ªrle, que lleg¨® a segundo curso de Geograf¨ªa en la Universidad de Accra (Ghana) y que nunca pens¨® que alguien le definir¨ªa alg¨²n d¨ªa como un problema. Desde que tuvo que dejar los estudios, ha hecho de todo. Tambi¨¦n sabe qu¨¦ har¨¢ al d¨ªa siguiente: 'Ma?ana no comer¨¦'.
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