Superficies megal¨®manas
Cuando la huelga de los peque?os comerciantes, la funeraria no cerr¨® porque la funeraria es una gran superficie. No lo fue siempre. De hecho, sus actuales propietarios se la compraron por veinte duros al Ayuntamiento. Hoy vale m¨¢s de seis mil millones. No puedes ir a una huelga de peque?os comerciantes valiendo seis mil millones de pesetas, de acuerdo, pero quiz¨¢ deber¨ªa estar prohibido ganar tanto dinero en tan poco tiempo jugando con los muertos. Vale que especulen con el precio de la vivienda, con el del aceite, con el de la cultura, pero el de los muertos no deber¨ªa estar sujeto a los vaivenes del mercado. Si usted se muri¨® antes de que ?lvarez del Manzano le vendiera por 100 pesetas la funeraria a unos amigos, usted no vale nada como muerto. Pero si falleci¨® al d¨ªa siguiente, usted val¨ªa ya seis mil millones. Es lo que se llama reinar despu¨¦s de morir, que dio t¨ªtulo a una pel¨ªcula, me parece. En otras palabras, una persona que hace siete a?os hubiera invertido una peseta en el tr¨¢fico de cad¨¢veres, tendr¨ªa hoy sesenta mil. No s¨¦ si he hecho bien la regla de tres, pero se advierten las proporciones enseguida.
El aeropuerto de Barajas tampoco cerr¨® el d¨ªa de la huelga, porque es, como la funeraria, una superficie grande. M¨¢s a¨²n: es una superficie megal¨®mana. Hay que incluir esta nueva categor¨ªa en la nomenclatura comercial. Tenemos peque?os comercios, grandes superficies y establecimientos megal¨®manos. Barajas pertenece a la ¨²ltima categor¨ªa. De hecho, la nueva terminal, todav¨ªa en fase embrionaria, ha pasado de costar 30.000 millones en 1997 a 144.000 en la actualidad. Cada a?o le a?aden unos millones, como si jugaran al pal¨¦. Si vale eso ahora que no est¨¢ construida, no queremos imaginar su precio el d¨ªa en el que sea de verdad y no un juego de mesa. La imaginaci¨®n es que se dispara enseguida. Dicen que va a ser el edificio m¨¢s moderno del mundo, aunque no aclaran qu¨¦ significa para ellos la palabra moderno. Pero como ya hemos dicho que se trata de una superficie megal¨®mana, calculan que tendr¨¢ 470.000 metros cuadrados distribuidos en seis niveles. Perderemos el vuelo con toda seguridad, sobre todo si la se?alizaci¨®n es tan buena como la de ahora. Aunque a lo mejor hay suerte y no la construyen porque no encuentran qui¨¦n les dibuje unos planos como Dios manda. No es broma: en el primer proyecto colocaron la terminal en la senda de aterrizaje de los aviones, que es como colocar la taza del retrete en medio de la cocina. La correcci¨®n cost¨®, sobre el plano, 5.000 millones. Ya veremos lo que cuesta en la realidad.
No se sabe, sin embargo, de nadie que dimitiera por este disparate, como no se sabe de nadie que haya dimitido en el Ayuntamiento por la especulaci¨®n mortuoria. Ocurren cosas, en fin, para las que todav¨ªa no estamos espiritualmente preparados. Cuando las generaciones venideras estudien el caso de la funeraria peque?a convertida en unos grandes almacenes por el toque m¨¢gico de la vara de mando del alcalde, se echar¨¢n a la cabeza las manos que nosotros nos estamos echando a los ojos. Y cuando se les relate la historia de un aer¨®dromo que se convirti¨® en una superficie megal¨®mana porque Cascos se empe?¨® en colocar la primera piedra, nos compadecer¨¢n sinceramente.
Entre tanto, continuamos sin resolver las tensiones entre lo peque?o y lo grande, entre la diversidad y el monopolio, entre la vida y la muerte. Vamos de un extremo a otro sin encontrar el punto medio: de los 20 duros de la funeraria p¨²blica a los seis mil millones de la funeraria privatizada. De la terminal de 30.000 millones a la de 144.000. Parecen golpes de p¨¦ndulo dictados por la necesidad del enriquecimiento r¨¢pido, m¨¢s que por el af¨¢n de servicio, del que tanto presumen. Por si fuera poco, Educaci¨®n ha negado 10 millones de pesetas, diez, a un proyecto para fabricar coches sin conductor. Imag¨ªnense de lo que estamos hablando: autom¨®viles cuyos ocupantes no ser¨ªan, como ahora, muertos potenciales, porque detectan los obst¨¢culos y los evitan con una precisi¨®n matem¨¢tica. ?Qu¨¦ son diez millones al lado de los seis mil de la funeraria o de los 144.000 del aeropuerto? Calderilla. Pero se tratar¨ªa de una calderilla invertida en ingenio. Y el ingenio est¨¢ muy mal visto cuando la pasi¨®n dominante es la especuladora. Obligamos a los cient¨ªficos, en fin, a investigar en el extranjero (Barbacid, aguanta, no te vayas), pero no permitimos que se nos escape un muerto a la funeraria de al lado. Olemos el negocio f¨¢cil como el buitre huele la carro?a. Y as¨ª nos luce el pelo.
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