Montesquieu
Dada la notable confusi¨®n que se viene produciendo en el paisito y, m¨¢s all¨¢, en el Gran Pa¨ªs, sobre el concepto de 'democracia', en el que se mezclan elementos del liberalismo pol¨ªtico (derechos individuales, parlamentarismo, derecho positivo), del pensamiento humanista (libertad), democr¨¢tico (igualdad, un hombre un voto) y social (Estado del bienestar); dada, tambi¨¦n, esa peculiar concepci¨®n que ha mostrado nuestra vicelehendakari, la inefable Zenarruzabeitia, de lo que son unos Presupuestos en democracia (contabilidad homologable con Europa y prorrogable ad infinitum) y que se deje el Parlamento vasco, siempre ninguneado, de lloriqueos; y, sobre todo para lo que interesa, dada la retah¨ªla de hiperb¨®licos desprop¨®sitos que oye ¨²ltimamente uno de boca de destacados dirigentes del PP a ra¨ªz del indulto a Lia?o (el Ejecutivo defiende sus competencias de ahora y para siempre, se oye decir al se?or Arenas; haga, pues pi?a el PSOE con ¨¦ste frente a los jueces pues, despu¨¦s de todo, no son sino aspirantes a gobernantes, mamma mia) y la reciente sentencia sobre el salario de los funcionarios (?qui¨¦nes son los jueces para interponerse en una decisi¨®n soberana de las c¨¢maras!). En fin, dado todo eso y habida cuenta de que la cultura democr¨¢tica es lo mejor que podemos tener y se tambalea por momentos con cosas como ¨¦stas (o eso otro de Mayor Oreja sobre que 'ellos' hab¨ªan sido capaces de cerrar Egin; ?acaso no fue una actuaci¨®n judicial?) y habida cuenta, pues, que se tambalea y es cosa de rehacerla permanentemente, resulta perentorio clarificar conceptos sobre la idea de democracia.
Es cosa sabida aquello de la divisi¨®n de poderes de Montesquieu, que los ingleses (Locke) ya lo hab¨ªan bautizado antes como checks and balance (controles y equilibrios) y tambi¨¦n como balance of power, equilibrio de poderes: el del ejecutivo, el legislativo y la judicatura. Claro que no se trata de conocerlo y proclamarlo: hay que legislarlo y luego practicarlo.
Lo que no s¨¦ es si se conoce que los abolicionistas en Estados Unidos dieron su primer paso (y perdieron) en un tribunal recurriendo contra los parlamentos de los Estados en el famoso caso de Scott contra Sanford (un esclavo contra su amo). Luego vino la Guerra de Secesi¨®n y la enmienda constitucional abolicionista (Enmienda Trece de 1856). Y s¨®lo en 1954 se produjo la revoluci¨®n social m¨¢s profunda que una instituci¨®n pol¨ªtica pudo causar en ese ¨¢mbito cuando la Corte Suprema resolvi¨® en el caso Brown que ning¨²n Estado ten¨ªa derecho a segregar las escuelas p¨²blicas en funci¨®n de la raza (de modo que limitaba, de acuerdo al esp¨ªritu de la Constituci¨®n, las competencias de los Parlamentos estatales). Globalmente, el entramado institucional norteamericano est¨¢ organizado como una compleja red de equilibrio de poderes entre el Presidente, el Tribunal Supremo, el Senado, el Congreso y los Estados (lo hemos visto en las ¨²ltimas elecciones; no tan rid¨ªculas como algunos pretenden).
Veamos lo que ocurre en Espa?a. El Gobierno, gobierna: hace normativas sobre las icineradoras, aprueba decretos, proh¨ªbe el chulet¨®n. Bien (o mal), vale. Pero ?y el Parlamento?, ?qu¨¦ hace el Parlamento? Discutir, hablar, como en los peores tiempos del Reichstag de Bismarck, cuando el Parlamento alem¨¢n carec¨ªa de toda iniciativa legislativa y ni el Gobierno deb¨ªa dar cuentas ante ¨¦l. Y ?los jueces? Tampoco nada: administrar justicia si toca, pero ojo con meterse con el Ejecutivo, que lanzar¨¢ al Legislativo contra ¨¦l.
Esto no es nuevo en Espa?a. De siempre (v¨¦ase el excelente libro de Jos¨¦ Varela, Elecciones, alternancia y democracia), el Ejecutivo trat¨® de acaparar todas las competencias. Y la Justicia nunca fue un poder: siempre se habl¨® de la administraci¨®n judicial (como se pudo decir de los secretarios de ayuntamiento o de los veterinarios). Esa tendencia se acent¨²a hoy por la pretensi¨®n de control del poder medi¨¢tico y el econ¨®mico a trav¨¦s de los compa?eros de juego del se?or Aznar.
En fin, un recuerdo, s¨®lo un recuerdo, para monsieur Montesquieu.
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