Nabokov en el Piccolo
'Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entra?as. Pecado m¨ªo, alma m¨ªa. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta'.
As¨ª comienza la celeb¨¦rrima Lolita, la novela de Vlad¨ªmir Nabokov. Rechazada por un mont¨®n de editoriales -por la 'perversa' atracci¨®n que el cuarent¨®n profesor Humbert Humbert siente por las n¨ªnfulas, y por incestuosa-, la novela se public¨® finalmente en Par¨ªs, en ingl¨¦s -la lengua en que fue escrita-, en 1955, por Olympia Press. En Espa?a puede encontrarse (en la traducci¨®n castellana de Enrique Tejedor) en la Biblioteca Nabokov de Anagrama, donde ya va por la decimocuarta edici¨®n.
En el Piccolo, Lolita es Elif Mangold, una chica de 18 a?os que no aparenta m¨¢s de 14. De padre alem¨¢n y madre turca, resulta una n¨ªnfula sabia, con una lengua b¨ªfida, que te atrapa
Lolita (su t¨ªtulo original), novela escandalosa que traje de Par¨ªs y estuve leyendo con devoci¨®n en el est¨ªo de 1956, en Blanes. Luego se la pas¨¦ a mi padre, quien no s¨®lo no la termin¨® sino que incluso se permiti¨® escribir en Destino uno de sus antepalcos, en el que dec¨ªa pestes de la novela de Nabokov. Y no contento con ello, se pas¨® parte del verano d¨¢ndole la lata, en la terraza del Casino, a la pobre Elena Soriano, la autora de La playa de los locos, sobre el 'energ¨²meno' de Nabokov, mientras Elenita Arnedo, su hija, mi Ele-ni-ta (que a?os m¨¢s tarde se casar¨ªa con el futuro superministro Boyer), y un servidor nos re¨ªamos en la mesa de al lado vi¨¦ndoles discutir al tiempo que nos regal¨¢bamos con un helado de chocolate y fresa. Pues s¨ª, mi padre -el mismo que a mis 14, 15 a?os me hab¨ªa recomendado la lectura de C¨¦line: 'Primero C¨¦line, luego Sartre'- detestaba la Lolita de Nabokov. Y es que los padres, am¨¦n de raros, no siempre suelen ser perfectos. Nadie es perfecto, como dice Osgood Fielding (Joe E. Brown) al final de Con faldas y a lo loco.
De Lolita se hizo, en 1962, una adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica, con el mismo t¨ªtulo, no menos escandalosa y una pizca genial. La firm¨® Stanley Kubrick, y entre sus int¨¦rpretes figuraban James Mason, Shelley Winters, Peter Sellers y Sue Lyon, que hac¨ªa de Lolita. ?Qui¨¦n no recuerda aquella imagen inicial de James Mason (Humbert Humbert) pintando las u?as de los pies a Sue Lyon (Lolita)? El gui¨®n de la pel¨ªcula era del propio autor de la novela. El primer y ¨²nico gui¨®n cinematogr¨¢fico que Nabokov realiz¨® de una de sus novelas. Aun reconociendo la extraordinaria calidad del filme, Nabokov se sinti¨® traicionado. Poco despu¨¦s se public¨® el gui¨®n de Lolita.
Pues bien, ese mismo gui¨®n, traducido al italiano por Ugo Tessitore (editado por Bompiani), es el que Luca Ronconi ha puesto en pie en el Piccolo de Mil¨¢n (teatro Giorgio Strehler), que se representa desde el 22 del pasado mes de enero. Asist¨ª invitado y encantado al ensayo general. Encantado porque en el Piccolo me siento como en mi casa, porque con Luca, a quien sigo desde hace a?os, muchos a?os, y al que considero uno de los mejores directores europeos, somos buenos amigos, y porque Lolita es una de mis novelas preferidas.
?Por qu¨¦ (me preguntaba yo en el Talgo que me llevaba a Mil¨¢n) montar sobre un escenario un gui¨®n cinematogr¨¢fico que, de ser representado en su integridad, alcanzar¨ªa las siete horas de duraci¨®n (Luca las ha reducido a cuatro)? Pronto obtendr¨ªa la respuesta. Ronconi ha llevado el gui¨®n de Lolita al escenario porque Lolita no s¨®lo es el relato del reencuentro del maduro Nabokov con Annabel, el amor de su adolescencia, aquella n¨ªnfula de pesta?as largas, piel color de miel, boca grande, brillante, medio inglesa, medio holandesa, en la Riviera (de la que Lo.li.ta es la reencarnaci¨®n norteamericana), sino que es tambi¨¦n el descubrimiento por parte del escritor ruso de Estados Unidos y del norteamericano. Antes de Lolita, Nabokov hab¨ªa escrito en ruso; Lolita es su primera obra en ingl¨¦s (el ingl¨¦s de Humbert Humbert, que dialoga con una Lolita yanqui).
As¨ª pues, en la Lolita, sceneggiatura de Ronconi, Lolita hablar¨¢ en norteamericano y Humbert Humbert, como los dem¨¢s personajes, en italiano. Al principio la cosa resulta un tanto extra?a, pero poco a poco uno se acostumbra (en el escenario hay una actriz, una voz, que traduce al italiano cuanto dice Lolita) y entra en la magia -ese es el t¨¦rmino- que emana de la n¨ªnfula, de su extra?o idioma, de su peculiar entonaci¨®n, que m¨¢s que convertirla en una ni?a-objeto la aproxima a una criatura de un cuento de hadas, con toda la perversidad que puede haber -una perversidad baudeleriana-, y la hay, en los cuentos de hadas. Lolita, en el escenario del teatro Giorgio Strehler, es una de esas mariposas, preciosas mariposas, que Nabokov cazaba en los bosques de Norteam¨¦rica, al tiempo que pillaba curiosas expresiones en los moteles de aquel pintoresco pa¨ªs (pintoresco para ¨¦l) mientras trabajaba en el gui¨®n de Lolita.
En el escenario del teatro Giorgio Strehler, Lolita es Elif Mangold, una chica de 18 a?os pero que no aparenta m¨¢s de 14 (la Lolita de Nabokov tiene 12). Elif, de padre alem¨¢n y madre turca, ha sido descubierta en N¨¢poles, donde su padre es militar, marine, en una base de la OTAN. Elif resulta una n¨ªnfula sabia, con una lengua b¨ªfida -azucarada y amarga, seca- que te atrapa. Franco Branciarioli es un Humbert Humbert extraordinario. No tiene aquella mirada de James Mason, aquella mirada que ya te lo dec¨ªa todo, antes de despegar los labios, pero tiene una voz que tambi¨¦n te lo dice todo. Laura Marioni es Charlotte Haze, la madre de Lolita. No dir¨¦ que supere a la Winters -su registro es otro, menos hist¨¦rica-, pero est¨¢ inmensa. Massimo Popolizio es Clare Quilty. Compararlo con el genial Peter Sellers (que en el filme de Kubrick cortaba el bacalao) es ocioso. En el montaje de Luca, Popolizio es un gran histri¨®n, y cumple. Como cumple, y c¨®mo, Antonio Zanoletti en el diab¨®licamente divertid¨ªsimo doctor John Ray. Menci¨®n especial para Giovanni Crippa, que hace de Vlad¨ªmir Nabokov, con su cazamariposas, y de su anagrama, la inquietante Vivian Darkbloom.
El montaje es hermoso y espectacular. 50 t¨¦cnicos detr¨¢s del escenario. Debe de haber costado un past¨®n. No viajar¨¢. Estar¨¢ en Mil¨¢n hasta el 4 de marzo. Se lo recomiendo de todo coraz¨®n. Aunque s¨®lo sea para escuchar a H. H. decirle a Lolita (pre?ada, casada con Dick): 'Lui [Clare Quilty] ti ha spezzato il cuore. Io ti ho solo spezzato la vita'. Yo lloraba como una Magdalena. Y es que Lolita, a fin de cuentas, es una enorme y terrible historia de amor.
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