Milosevic genera discordia hasta el final
El presidente yugoslavo, Vojislav Kostunica, sali¨® muy enfadado de su encuentro con Carla del Ponte, la fiscal suiza del Tribunal Internacional para cr¨ªmenes de guerra en la ex Yugoslavia. Ella no menos. ?l dijo estar muy ocupado y tener mayores prioridades que tratar a la fiscal del Tribunal de La Haya. Ella manifest¨® que hab¨ªa ido a Belgrado a hablar de cosas serias y no a escuchar soliloquios del presidente yugoslavo. El origen de la discordia, una vez m¨¢s, Slobodan Milosevic, ex presidente de Serbia y Yugoslavia, m¨¢s que presunto criminal de guerra y a¨²n oficialmente libre. Aunque cada vez menos. Ya est¨¢ vigilado todo el d¨ªa y en la pr¨¢ctica en arresto domiciliario.
En Washington, este viernes, lejos de la residencia del ca¨ªdo Slobo en el elegante barrio de Dedinje, se han dado pasos que sugieren ser los primeros en un proceso al final del cual Milosevic, c¨®mo Pinochet, pero con cien veces m¨¢s muertos a las espaldas, acabar¨ªa en el banquillo de los acusados. Zoran Djindjic, el nuevo primer ministro serbio, aliado pero ¨ªntimo adversario de un Kostunica cada vez m¨¢s agobiado por sus propias contradicciones entre solicitud de ayuda internacional y negativa a la colaboraci¨®n con el Tribunal Internacional de La Haya, ha viajado a EE UU a entrevistarse con la nueva Administraci¨®n del perverso enemigo que lider¨® la intervenci¨®n contra Milosevic y sus tropel¨ªas en Kosovo.
Djindjic, que cada vez se perfila m¨¢s como el hombre fuerte en el nuevo r¨¦gimen en Belgrado, parece haber dejado atr¨¢s todas sus reservas nacionalistas y antioccidentales que tanto han confundido a quienes lo conocen desde sus estudios con el fil¨®sofo J¨¹rgen Habermas en la Escuela de Francfort. Otros con formaci¨®n parecida se sumieron en miserias mayores, v¨¦ase a Mihail Markovic, aquel representante de la escuela de Praxis que sucumbi¨® como apologeta del etnicismo fascista. Y la mejor garant¨ªa de que Djindjic debe imponerse a Kostunica con su postura de colaboraci¨®n, primero cauta, despu¨¦s abierta, con el Tribunal de La Haya est¨¢ en que el primero es un pol¨ªtico y el segundo un intelectual que, carente de capacidad de liderazgo, no se f¨ªa del criterio de su pueblo. Y lo teme.
En Washington, el secretario de Estado, Colin Powell, le dijo a Djindjic que, sin la extradici¨®n de Milosevic, no debe esperar la ayuda prometida a Serbia por parte de EE UU, de cien millones de d¨®lares (unos 17.500 millones de pesetas). Mucho para la demolida econom¨ªa serbia. Pocos dudan de que el jefe del Gobierno serbio es partidario de entrar en la comunidad internacional por la puerta grande entregando a quien tanto da?o a hecho a tantos, incluido el pueblo serbio.
En Belgrado, al mismo tiempo, Kostunica recib¨ªa a una delegaci¨®n norteamericana encabezada por los senadores Joseph Liebermann y John McCain, pesos pesados en el Capitolio. Liebermann dej¨® claro que la ayuda de su pa¨ªs depende de la disposici¨®n de Yugoslavia a cooperar 'plenamente' con el Tribunal de La Haya, es decir, a la entrega de Milosevic. Y el Congreso en Washington ha puesto fecha: el 31 de marzo. El plazo es corto.
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