Marruecos cierra los ojos a la emigraci¨®n ilegal
La corrupci¨®n de la polic¨ªa favorece la actuaci¨®n de las mafias que dirigen la salida de las pateras
El mi¨¦rcoles pasado, el rey de Marruecos, Mohammed VI, visitaba T¨¢nger, ciudad que a su padre no gustaba nada, ya que hab¨ªa sufrido all¨ª uno de los muchos atentados que sobrevivi¨® hasta su muerte natural hace poco m¨¢s de un a?o. Las gentes de esta antigua ciudad rezumaban esta semana devoci¨®n por su nuevo rey que, seg¨²n muchos esperan, traer¨¢ algo de prosperidad, democracia real y derechos civiles y humanos a su maltratada poblaci¨®n. Pero el entusiasmo por la presencia del monarca alau¨ª no era completo en la ciudad. Grupos de j¨®venes marroqu¨ªes, cargados con bolsas de pl¨¢stico, cruzaban las calles de la capital -repletas ¨¦stas de polic¨ªa pol¨ªtica y secreta, de paisano y unifor-mada-, con rumbo seguro hacia las playas cercanas o aguardaban expectantes junto a la vieja plaza de toros espa?ola, cerca de la plaza de la Universidad.Ninguno pensaba en el rey ni en sus promesas. Todos pensaban en Espa?a, algunos a¨²n m¨¢s all¨¢, 'en Italia, donde tengo familia'. Todos estaban decididos a dar la espalda al reino alau¨ª. 'Antes de quedarnos, preferimos que nos coman los peces'. Todos saben que alguna vez se ha ahogado alguno de los que los precedieron en la aventura de cruzar el Estrecho, desafiando a las corrientes marinas y a la vigilancia espa?ola. Pero todos est¨¢n convencidos, a estas horas de la noche, de que ellos conseguir¨¢n superar todas las dificultades y de que muy pronto tendr¨¢n trabajo y 'papeles' y de que volver¨¢n a sus pueblos como triunfadores alg¨²n d¨ªa, de visita en casa de sus padres y a pagar la deuda que han contra¨ªdo para pagar la traves¨ªa, hoy algo m¨¢s de 100.000 pesetas, menos que hace un a?o. Ninguno sabe -no lo sabe nadie, en realidad- cu¨¢ntos se han ahogado, pero no pueden ni so?ar que hayan sido tantos por lo cerca que, una vez llegados a las playas de cabo Espartel, cabo Malabata o Ksar es Seghir, ven las luces de Tarifa, all¨¢ en Espa?a. Ninguno duda, nadie tiene miedo, a¨²n. Aunque quiz¨¢s alguno intuya, ya que la mar est¨¢ muy brava y teme que el patr¨®n los vuelva a mandar a la pensi¨®n o a los garajes llenos de literas en espera de alguna noche con meor tiempo para la traves¨ªa.
'?Qui¨¦nes los enga?an?'
Todos llegan del interior de Marruecos, pocos hab¨ªan visto el mar hasta ahora, casi ninguno sabe nadar. 'La ¨²nica agua que ¨¦stos han visto es la de alg¨²n manantial junto a un risco', dice Amil, un tangerino triling¨¹e que oye las noticias de Espa?a, conoce las aguas del Estrecho y sabe lo poco que saben estos chicos y lo muy enga?ados que van en esa formaci¨®n que se antoja solemne y que promete cumplir sus mejores a?oranzas. '?Qui¨¦nes los enga?an?'. Todos los enga?an. Y los desesperan. Lo hacen las televisiones occidentales por sat¨¦lite con sus mundos mentirosos, el zafio inmovilismo antidemocr¨¢tico medieval del r¨¦gimen marroqu¨ª, cuya modernizaci¨®n bajo el nuevo rey no ha pasado de alg¨²n retoque cosm¨¦tico, los emigrantes que llegan en verano presumiendo de lo bien que viven en Europa.
Pero aparte de la miseria y el hast¨ªo de una juventud sin derechos ni oportunidades en Marruecos y m¨¢s abajo, all¨¢ donde en el ?frica subsahariana se unen a aquellas plagas la de las guerras, hay un gran responsable -y benefi-ciario- de esta situaci¨®n que lleva a muchos j¨®venes a la muerte. Se muestra perfectamente arrogante, ostentoso y seguro en las suntuosas casas en la costa entre T¨¢nger y Ceuta, que son las de los jefes y cerebros de las mafias y tambi¨¦n en sus subordinados, en los coches que conducen polic¨ªas y oficiales del ej¨¦rcito y la Gendarmer¨ªa Real, en la vida que llevan funcionarios que oficialmente cobran menos de lo que vale llenar un tanque de gasolina de su Mercedes.
Hamid tiene amigos polic¨ªas que han pagado grandes sumas por ser trasladados al norte desde sus destinos anteriores en Fez o Casablanca. Las han amortizado. 'Aqu¨ª en el norte, polic¨ªas, los armados (ej¨¦rcito) y gendarmer¨ªa cobran por todo. Es como una mina de oro. Exigen dinero por dejar salir hach¨ªs y por dejar pasar personas. Viven como reyes'. La poblaci¨®n sabe desde hace siglos lo que es la corrupci¨®n y c¨®mo han de pagar en cuatro o cinco aduanas diferentes, creadas por la polic¨ªa para aumentar su sueldo, peajes o aranceles por los productos que llevan a casa desde Ceuta u otros mercados. Los salteadores de caminos eran m¨¢s considerados. Ahora la industria de moda, junto al sempiterno tr¨¢fico de hach¨ªs, es la de la inmigraci¨®n. Y quienes pueden no dudan en exprimirlo. Hasta los mafiosos se quejan. Dicen que de las 300.000 pesetas por persona que cobraban en Ksar es Seghir por cruzar en patera, cerca de 200.000 se les iban en pagar a autoridades policiales o militares para que les dejaran trabajar en paz.
Alg¨²n gesto ha tenido Rabat para paliar la evidencia de que tiene a gran parte de su funcionariado viviendo de la delincuencia. Hace unos a?os detuvo a una docena de grandes traficantes de la costa tangerina entre ellos a Dib, El Lobo. Por supuesto entre los detenidos no hay ning¨²n c¨®mplice miembro de la polic¨ªa o gendarmer¨ªa. Dib es el hombre m¨¢s querido en Ksar es Seghir. 'Cuando alguien no tiene dinero para matar un borrego o para curar una enfermedad, Dib siempre da dinero, no importa cu¨¢nto'. A un c¨®mplice de Dib lo mataron en la c¨¢rcel de una paliza. 'Le dieron demasiado'. La orden lleg¨® de Rabat, aseguran. Aqu¨ª nadie se atrever¨ªa a arrestar a Dib o a matar a su amigo.
Porque El Lobo era todopoderoso. Incluso compr¨® un espl¨¦ndido chal¨¦ de un saud¨ª en la costa para que no le molestara en sus cotidianos trasiegos con hach¨ªs y hombres que organizaba desde un embarcadero particular. 'Nunca lo utiliz¨®, s¨®lo quer¨ªa que el saud¨ª se fuera'. Dib est¨¢ en la c¨¢rcel pero no le va mal, dicen quienes le conocen. Fuera, todos le quieren. Y son muchos los funcionarios que saben que con ¨¦l en la calle viven mejor.
Las pateras ya se construyen en pueblos del interior y son transportadas a las playas cuando van a ser usadas. S¨®lo algunos ingenuos intentan hacer negocio hoy como anta?o desde el puerto de Ceuta, ante los ojos de la Guardia Civil. Lo fant¨¢stico es que a los omnipresentes controles de la polic¨ªa marroqu¨ª que esquilma a un padre de familia por llevar una caja de botellas de champ¨², se le pasen dichos transportes sin sospechar siquiera. Los uniformes ponen la mano y cogen sobres, los m¨¢s osados empresarios del escr¨²pulo inexistente la llenan, y los jovencitos de T¨¢nger se van, enga?ados por todos, hacia la barquita que los lleva a la explotaci¨®n o la muerte.
Un negocio muy rentable
Cuenta un diplom¨¢tico europeo que el gobernador (wali) de T¨¢nger, un familiar del rey Mohammed VI, le dijo hace poco que Marruecos se ocupaba de proteger sus fronteras de lo que pod¨ªa llegar y no de lo que pod¨ªa salir y que los dem¨¢s har¨ªan bien en hacer lo mismo. Estas palabras s¨®lo confirman la impresi¨®n de que en el norte de Marruecos no hay novedad en el frente. El hach¨ªs, especialmente en temporada baja, ha sido sustituido por carne humana en el tr¨¢fico a trav¨¦s del Estrecho. Y es mucho m¨¢s rentable. Son 2.000 dirhams (unas 33.000 pesetas) por fardo frente a 10.000 (m¨¢s de 165.000 pesetas) por persona. Muchos se hacen ricos. Otros se ahogan. Y en Espa?a y Europa en general se hallan nuevos beneficiarios de la situaci¨®n. Los empresarios explotadores, las mafias del tr¨¢fico asentadas en Espa?a y toda Europa que cobran sumas horrendas a los que ya han sido esquilmados por los tiburones marroqu¨ªes, las casas de prostituci¨®n y los traficantes de drogas que cada vez tienden m¨¢s a crear sinergias entre sus dos grandes industrias, obligando a los inmigrantes ilegales a transportar hach¨ªs hacia Espa?a. En Marruecos, mientras, el rey Mohammed VI no s¨®lo no logra sacar a su pa¨ªs del peor puesto del Magreb en cuanto a educaci¨®n, sanidad, salubridad y bienestar. Nadie le discute la voluntad de hacerlo. Probablemente no sea capaz hoy por el peso de la tradici¨®n, es decir la corrupci¨®n, que impera en gran parte de su aparato del Estado. Pero lo terrible es que si un d¨ªa se creyera en condiciones de hacerlo puede que ya no tenga hombres j¨®venes para acometerlo.
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