Moros
El barco sobre la mar, el caballo en la monta?a y los moros en Marruecos. Cada cosa en su sitio, porque la estabilidad forma parte de los atributos de cualquier para¨ªso. El movimiento cae sobre la tierra, sobre los cuerpos, como una consecuencia imperativa del pecado, de la insatisfacci¨®n o de la necesidad. Cada cosa en su sitio, para evitar que todos nos volvamos locos. El fr¨ªo en el invierno, las arenas ardientes en el verano y los moros en Marruecos. ?Qu¨¦ ¨ªbamos a hacer con el turismo andaluz si le diera al universo por regalarnos nieve en el mes de agosto y fuertes calores en Navidad? Esto iba a parecer Am¨¦rica del Sur, y los peruanos tambi¨¦n est¨¢n mejor en su casa.
?Qu¨¦ ¨ªbamos a hacer con la pol¨ªtica si los diputados socialistas se dedicasen a murmurar consignas xen¨®fobas? ?Y qu¨¦ ser¨ªa de todos nosotros si los micr¨®fonos se empe?aran en equivocarse, como la paloma de Alberti, confundiendo lo privado con lo p¨²blico? La representaci¨®n permite callarse lo que uno piensa, suavizar las intenciones particulares con las palabras correctas. Afirmar lo que uno no piensa pertenece ya a las galas del simulacro, a la sustituci¨®n medi¨¢tica de la realidad. Mala suerte la del diputado socialista que le puso voz, quiz¨¢ chistosa, a lo que no pensaba. Su fatalidad no se debe al micr¨®fono impertinente, sino al momento de debilidad humana que le oblig¨® a romper el simulacro por la presi¨®n de los hechos (?qui¨¦n sigue creyendo en ellos?) y por piedad con el pol¨ªtico conservador injustamente acorralado.
Si Rafael Centeno llega a esconderse, todo hubiera sucedido de manera diferente, porque la opini¨®n p¨²blica se ha separado de las leyes de la naturaleza y vive en un calendario de nieves en agosto y guerras convertidas en animados bombardeos de videojuego. Las televisiones norteamericanas marcaron el camino con sus noticiarios b¨¦licos. Rafael Centeno se ha confesado para no comportarse con Mat¨ªas Conde como si fuera un ciudadano de Bagdad o de Yugoslavia. O como si fuera un moro.
Porque vamos a ver: ?d¨®nde van a estar mejor los moros que en su casa? La sociedad del simulacro plantea el debate del racismo en el modo de organizar la extranjer¨ªa, olvid¨¢ndose de que el verdadero drama est¨¢ en el pecado original de la pobreza, causa ¨²ltima del movimiento. La emigraci¨®n es una exigencia de su miseria y de nuestra econom¨ªa.
Yo tambi¨¦n creo que los moros deben quedarse en su casa, aunque para ello tengamos que cambiar las reglas especuladoras del mundo. Conviene, adem¨¢s, que los andaluces no estafemos a nadie. Seamos claros con los moros, que se queden en su casa, que no se tomen la molestia de contratar una patera. Aqu¨ª ya tenemos nuestros pobres, 1.400.000 necesitados, gente con dignidad y verg¨¹enza, que no se viste los harapos del mendigo porque la miseria ha cambiado de disfraz en el para¨ªso del consumo. La soledad, la vejez y la desarticulaci¨®n familiar son hoy, en la esfera de las estad¨ªsticas, como la barba sucia y la botella de vino de los antiguos parias. Para acabar as¨ª, mejor que los moros se queden en su casa.
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