Garz¨®n, contra todos
S¨ªmbolo de la justicia internacional por el 'caso Pinochet' y tras una trayectoria llena de pol¨¦micas, el juez se enfrenta ahora a un expediente disciplinario
La primera reacci¨®n de Garz¨®n a la decisi¨®n del Consejo General del Poder Judicial de abrirle un expediente fue 'de una frialdad que daba miedo', seg¨²n una persona pr¨®xima al magistrado. En el primer momento, algunos temieron incluso que diera un portazo. 'Ni pienso defenderme', dijo. Unas horas despu¨¦s, superada la irritaci¨®n inicial, parec¨ªa decidido a defenderse hasta el final, siempre dentro del marco del expediente, y a seguir trabajando como siempre, aunque con el expediente a cuestas no sea f¨¢cil. 'Lo importante', dijo recientemente a sus paisanos en Torres (Ja¨¦n), 'es creer en nuestras propias posibilidades'.
Para bien y para mal, Baltasar Garz¨®n hoy es m¨¢s que un juez. Despu¨¦s del caso Pinochet, es un s¨ªmbolo de la justicia internacional, como lo fue en su d¨ªa el juez de Palermo Giovanni Falcone por su lucha contra el crimen organizado. Cuando, en 1996, Baltasar Garz¨®n y Manuel Garc¨ªa Castell¨®n iniciaron las actuaciones contra las dictaduras de Suram¨¦rica, muchos pensaron que era una quimera propia del af¨¢n de protagonismo de los jueces. Por lo general, s¨®lo desde la conducta obsesiva del que tiene una autoestima desbordada -a Garz¨®n el ego le sale por todos los poros, hasta en las fotograf¨ªas- se consiguen aquellas cosas que, aunque deseables, parecen imposibles. Garz¨®n tuvo que luchar contra muchas dificultades, empezando por el obstruccionismo de la fiscal¨ªa y siguiendo por las maniobras de un Gobierno malabarista del doble lenguaje. Y, sin embargo, se sali¨® con la suya. El 28 de octubre de 1998, la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional acept¨® por unanimidad el principio de jurisdicci¨®n universal sobre el que Garz¨®n basaba el procedimiento contra el dictador chileno. Un hecho que ha cambiado sustancialmente el derecho internacional. Garz¨®n no ha conseguido procesar y juzgar a Pinochet, dicen los que se resisten a aceptar la importancia de la v¨ªa abierta por el juez. Pinochet, contra todo pron¨®stico, est¨¢ procesado en Chile. Algo que todos sabemos que no habr¨ªa ocurrido sin la detenci¨®n de Pinochet en Londres atendiendo a la petici¨®n de Baltasar Garz¨®n, que permiti¨® la ruptura del tab¨² de la dictadura militar en Chile. Y oblig¨® a los Gobiernos de la Concertaci¨®n (democristianos y socialistas) a demostrar su voluntad democr¨¢tica de permitir que la justicia llegara hasta el final. En septiembre pasado, Garz¨®n dio un paso m¨¢s a favor de una justicia internacional al procesar al ex militar argentino Ricardo Miguel Cavallo. M¨¦xico ha concedido su extradici¨®n, por genocidio, terrorismo y torturas.
Es una de las personas m¨¢s amenazadas de Espa?a. Por ETA y por el crimen organizado
Si Garz¨®n ten¨ªa fama de juez estrella, el caso Pinochet ha hecho que su estrellato pasara del firmamento espa?ol al universal. Garz¨®n es un personaje raro, solitario, obsesivo, que tiene una capacidad de trabajo excepcional. Su car¨¢cter y su ambici¨®n le han hecho cometer errores. Los dos m¨¢s evidentes son su breve y conflictiva incursi¨®n en la pol¨ªtica y el libro de Pilar Urbano.
En 1993 se dio un duelo de seductores entre dos galanes de a¨²pa: Baltasar Garz¨®n y Felipe Gonz¨¢lez. Inicialmente, Gonz¨¢lez pudo con el juez, aunque, como ocurre en estos casos, ambos creyeron haberse llevado al huerto al adversario. 'Los ¨²ltimos acontecimientos han demostrado que no te f¨ªas de m¨ª, quiz¨¢s por mi empe?ada decisi¨®n de llegar al fondo en todos los casos de corrupci¨®n', escribe Garz¨®n en su nota de despedida despu¨¦s de haber intentado infructuosamente hablar con un presidente que ya no quer¨ªa escucharle. La confianza mutua -tema de una impagable conversaci¨®n entre presidente y juez que transcribe Pilar Urbano- era la coartada que uno utiliz¨® para seducir y el otro para sucumbir a la tentaci¨®n del poder. Garz¨®n, que pinta a un Gonz¨¢lez que no se enteraba de lo que pasaba en la calle y que no quer¨ªa enterarse de lo que hac¨ªan los suyos -'?Pobre Luis [Rold¨¢n], la han tomado con ¨¦l!'-, dio el portazo y volvi¨® a la judicatura marcado por aquel mal paso, que produjo evidente rechazo en el mundo judicial.
Garz¨®n acaba de cometer el segundo gran error: el relato de su vida en di¨¢logo con Pilar Urbano. Un error que puede acabar pagando m¨¢s caro que el anterior. Y que ha dado una oportunidad a todos aquellos -que son muchos- que llevaban tiempo esperando pillarle. Seiscientas p¨¢ginas de batallas y batallitas sin reparar en calificaciones y juicios -aunque la intermediaci¨®n de la Urbano haga dif¨ªcil delimitar exactamente las respon-sabilidades- es mucha letra disponible para que los agraviados puedan convertir la ofensa en acusaci¨®n. Otra vez la vanidad. Garz¨®n quiere explicar su verdad al mundo. Pero la verdad de un juez en activo o ser¨¢ parcial o ser¨¢ imprudente. Y en este caso hay, seg¨²n parece, imprudencias graves que afectan al contenido de los sumarios.
Desde la correcci¨®n judicial se dice que Baltasar Garz¨®n es un modelo de juez que no concuerda con el deber de discreci¨®n y recato que corresponder¨ªa a la funci¨®n jurisdiccional. M¨¢s que un modelo, Garz¨®n es Garz¨®n, un personaje dif¨ªcilmente imitable. Hay que andar con mucho tiento, sin embargo, con los clich¨¦s de quienes creen saber c¨®mo y de qu¨¦ manera ha de comportarse un juez. Los jueces tienen que instruir bien los sumarios y poner sentencias justas, lo dem¨¢s ya se dar¨¢ por a?adidura. En cualquier caso, la representaci¨®n escrupulosa del rito judicial no es ninguna garant¨ªa en s¨ª. Y, a veces, es el escudo bajo el que se protege una justicia burocr¨¢tica y cansina. Lo cual no quita que a la persona que ha sido cualificada para sancionar las conductas delictivas de la ciudadan¨ªa se le puede exigir cierto deber de prudencia. La imparcialidad del juez no se garantiza s¨®lo con gestos. Garz¨®n no es como personalidad el prototipo can¨®nico del juez. De ello no hay ninguna duda. Sin embargo, habr¨ªa que preguntarse qu¨¦ ha pesado m¨¢s en la construcci¨®n de su figura de juez estrella, su modo de ser o el lugar que ocupa.
La Audiencia Nacional, por su peculiar jurisdicci¨®n, es una v¨ªa directa a las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Las operaciones N¨¦cora y Pit¨®n contra la mafia de la droga, el terrorismo de Estado de los GAL, el caso UCIFA de corrupci¨®n en la unidad central antidroga de la Guardia Civil, el tr¨¢fico internacional de armas y el caso Al Kassar, el asunto Sogecable-Lia?o, la actuaci¨®n contra Pinochet, o un sinn¨²mero de procedimientos contra ETA (del asesinato de Yoyes a la c¨²pula detenida en Bidart) o contra el entorno de la organizaci¨®n (como la clausura de Egin), son temas que llevan incorporado el fulgor medi¨¢tico, independientemente del juez que intervenga. Y son algunos de los asuntos que han ocupado a Garz¨®n. Dando por cierto el af¨¢n de protagonismo que se le atribuye, dif¨ªcilmente habr¨ªa encontrado lugar m¨¢s adecuado para darse gusto al cuerpo. Con este historial no es dif¨ªcil imaginar que Garz¨®n es una de las personas m¨¢s amenazadas de Espa?a. Por ETA, por supuesto, que le ha buscado reiteradamente. Pero tambi¨¦n por el crimen organizado.
Fue la fama de justiciero de Garz¨®n la que hizo que Gonz¨¢lez le escogiera, como imagen de garant¨ªa de un lavado general de la corrupci¨®n socialista, para afrontar la campa?a electoral del 93. Como era f¨¢cil de imaginar, aquello fue un viaje a ninguna parte. Desde su elecci¨®n hasta su renuncia como diputado (9 de mayo de 1994), poco despu¨¦s de que Juan Alberto Belloch sustituyera a Antonio Asunci¨®n como ministro del Interior a ra¨ªz de la fuga de Rold¨¢n, hab¨ªan pasado once meses. Y Baltasar Garz¨®n sali¨® tocado de aquella aventura. Retom¨® el caso GAL, que hab¨ªa dejado para ser diputado, entre una inevitable nebulosa de sospechas. El rigor en sus actuaciones y el distanciamiento -a ra¨ªz del caso Lia?o- de quienes lo utilizaron como un icono en la lucha para desbancar a los socialistas hizo que poco a poco Garz¨®n reconstruyera su imagen de imparcialidad. El caso Pinochet le ha dado fama internacional, pero en Espa?a ha adquirido mucha relevancia su tenaz actuaci¨®n contra la trama civil de ETA, que, hasta su intervenci¨®n, nadie se hab¨ªa atrevido a tocar. El ministro Jaime Mayor Oreja se lo reconoci¨® con unas palabras de respaldo que van m¨¢s all¨¢ de la simple cortes¨ªa: 'Tambi¨¦n ¨¦l tendr¨¢ que saber superar sus contratiempos'.
Una meritoria biograf¨ªa no es eximente de responsabilidad alguna. Alcanzar la condici¨®n de emblema no da derecho a ninguna impunidad. La democracia est¨¢ hecha, entre otras cosas, para poner a los l¨ªderes sociales en su sitio, pero el recelo del emblema tambi¨¦n puede ser un magn¨ªfico argumento para el ejercicio del resentimiento. El libro con Pilar Urbano puede que sea un error. Y la apertura de un expediente puede estar justificada. Pero toda limitaci¨®n a la libertad de expresi¨®n ha de ser muy mesurada. Con este criterio, el Consejo General del Poder Judicial pas¨® de rositas sobre libros de Lia?o o del juez Navarro. El expediente deber¨¢ delimitar muy claramente lo que sea vulneraci¨®n de la norma -el secreto de sumario- de lo que sea opini¨®n, por mucho que disguste a los agraviados por Garz¨®n. Pero es indudable que en este momento en que el Gobierno se ha lanzado al desprestigio sistem¨¢tico del Poder Judicial, como paso previo a controlarlo mejor, no ser¨ªa una buena noticia para la justicia espa?ola que Garz¨®n, el juez m¨¢s emblem¨¢tico, fuera sancionado.
Y, sin embargo, el panorama est¨¢ lleno de enemigos que Garz¨®n ha ido cosechando desde que en 1988 lleg¨® con s¨®lo 33 a?os a la Audiencia Nacional. La vieja guardia socialista no le perdona el desplante ni su actuaci¨®n en el caso GAL. Una buena parte de la Asociaci¨®n Profesional de la Magistratura le reprocha el caso Pinochet. Un sector de la Guardia Civil se sinti¨® violentada por el caso UCIFA. Los amigos de Lia?o le consideran un traidor por haber roto la baraja de la conspiraci¨®n contra Sogecable. Con la fiscal¨ªa choc¨® un mont¨®n de veces: la frase del libro que relaciona a Fungairi?o con el Cesid forma parte de los motivos del expediente. Muchos sectores de la judicatura recelan de su protagonismo y brillantez. Son legi¨®n los resentidos con poder contra este juez con aires de justiciero todopoderoso.
Los cinco vocales de la comisi¨®n disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial -Javier Moscoso, Elisa Veiga, ?ngeles Huet, Benigno Varela y Enrique Arnaldo- han decidido abrirle un expediente despu¨¦s de leer el libro de Pilar Urbano, Garz¨®n, el hombre que ve¨ªa amanecer. ?Saldr¨¢ Garz¨®n bien librado de este episodio? Su biograf¨ªa se?ala que este hombre casi siempre cae de pie. Pero esta vez la suma de su imprudencia y de las ganas que muchos le tienen en el corporativismo judicial se lo ponen realmente dif¨ªcil.
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