Genoma y libertad
El genoma es un gran avance
Los cient¨ªficos disponen ya de un cat¨¢logo virtualmente completo de los poco m¨¢s de 30.000 genes que permiten a un simple ¨®vulo.
Los cient¨ªficos disponen ya de un cat¨¢logo virtualmente completo de los poco m¨¢s de 30.000 genes que permiten a un simple ¨®vulo fecundado desarrollarse hasta producir una persona. El enorme inter¨¦s cient¨ªfico de este hito se deriva sobre todo de que esos genes poseen el secreto para construir el cerebro humano, el objeto m¨¢s complejo que existe sobre la Tierra y la m¨¢s prodigiosa m¨¢quina de aprendizaje y creatividad de que tenemos constancia. Pasar¨¢n d¨¦cadas antes de que se comprenda c¨®mo 30.000 genes -una cifra inesperadamente exigua- obran ese prodigio de dise?o, pero, sea como fuere, la soluci¨®n del enigma tiene que estar ah¨ª, escrita en el cr¨ªptico lenguaje del ADN, al que ya puede acceder cualquier ciudadano conectado a la Red. Mientras llegan esas respuestas trascendentales, la medicina va a empezar a vivir una de las mayores revoluciones de su historia: la derivada del an¨¢lisis del genoma de cada individuo.
Algunas de las inquietudes sociales suscitadas por la gen¨®mica no son muy diferentes de las que ya hab¨ªa auspiciado la gen¨¦tica convencional, y se derivan del temor al determinismo biol¨®gico; es decir, a la teor¨ªa de que muchas cualidades humanas que se supon¨ªan maleables por la educaci¨®n, la cultura, los principios ¨¦ticos y el libre albedr¨ªo est¨¢n en realidad predeterminadas fatalmente por los genes. Pero el determinismo biol¨®gico no es ciencia. Ning¨²n cient¨ªfico relevante pretende hoy que la herencia condicione fatalmente el comportamiento humano. Existen, es cierto, predisposiciones gen¨¦ticas variables a ciertas condiciones ps¨ªquicas, de la tendencia adictiva a la aptitud musical, pero, con la excepci¨®n de algunas infrecuentes enfermedades estrictamente gen¨¦ticas, los genes no hacen m¨¢s que establecer marcos muy generales, cuyos contenidos finales dependen siempre de la educaci¨®n, de la experiencia y de impredecibles accidentes biogr¨¢ficos.
Si algo han hecho los datos conocidos estos d¨ªas no ha sido sumar argumentos al genocentrismo, sino rest¨¢rselos. El m¨¢s miserable de los gusanos tiene un n¨²mero de genes no muy inferior al del ser humano (19.000 frente a 30.000), y cuantos m¨¢s genomas se van describiendo, m¨¢s patente se va haciendo que la especificidad humana respecto al resto de los animales es -por lo que toca a los genes, naturalmente- m¨¢s una cuesti¨®n de matices que de innovaciones evolutivas radicales. Los genes, por ejemplo, provocan que el ser humano nazca m¨¢s inmaduro que los dem¨¢s primates, y es muy posible que ese solo hecho explique gran parte de sus espectaculares capacidades de aprendizaje, muy superiores a las de su primo el chimpanc¨¦.
El an¨¢lisis detallado del genoma humano, y de las diferencias hereditarias entre unas personas y otras, no debe verse, por tanto, como una amenaza para la libertad, sino como una valios¨ªsima herramienta para el conocimiento de nuestra biolog¨ªa, y sobre todo para la lucha contra las enfermedades, ya que casi todas ellas tienen un componente gen¨¦tico, por complejo que sea. Pero es necesario estar atentos a otro tipo de riesgos mucho m¨¢s realistas. Las t¨¦cnicas gen¨®micas est¨¢n a punto de producir un enorme incremento de la capacidad de predicci¨®n -de las enfermedades futuras de cada individuo y de sus tendencias a adquirir h¨¢bitos perjudiciales, por citar dos asuntos espinosos-, y las empresas, en particular las aseguradoras, ejercer¨¢n una intensa presi¨®n sobre las administraciones para que se les permita acceder a esos datos, que constituyen para ellas una mina de diamantes. En este sentido, los Gobiernos deben apresurarse a impulsar la legislaci¨®n necesaria para evitar que una minuciosa personalizaci¨®n de las primas acabe con el fundamental principio de equidad en el reparto del riesgo sanitario.
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