Carnaval, carnaval
Como estamos en carnavales, podemos disfrazarnos de cualquier cosa. Por ejemplo de elecciones. Qu¨¦ bien. Lo malo que no ha sido una elecci¨®n voluntaria, la de convocar elecciones, quiero decir, porque el Imperio Romano andaba ya bastante tocado del ala, algo as¨ª como en decadencia. Bastaba fijarse en lo mucho que su Cicer¨®n se aferraba a la caducidad. Cada dos por tres dec¨ªa que el contrario ten¨ªa mucha caducidad y nunca supimos si era porque le quedaba mucho margen de fecha o, por el contrario poco, vamos, que no sab¨ªamos si el aludido pod¨ªa aspirar a m¨¢s mandatos que Fraga o dispon¨ªa de menos recorrido pol¨ªtico que Bartol¨ªn. Desde luego, no s¨¦ d¨®nde comprar¨¢ ¨¦l los yogures, Cicer¨®n, vaya, pero hasta en el s¨²per m¨¢s cutre vienen con m¨¢s plazo que muchas de sus soflamas, por lo que cabe colegir que nos hablaba en clave y cuando se refer¨ªa a la caducidad estaba entonando un canto a la decadencia, a la mutabilidad de los tiempos, al todo pasa, un canto, en suma, como de cisne.
Pues s¨ª, cuando los tiempos andan revueltos se suele notar mucho en la ret¨®rica, dado que tambi¨¦n se revuelve y dice cosas de lo m¨¢s chuscas por no decir churriguerescas. Tomemos otro ejemplo, el de nuestro C¨¦sar Ibarretxius. Seg¨²n se desprende de sus fil¨ªpicas -lo lamento, pero aunque le suenen a gonz¨¢licas no tiene nada que ver-, s¨®lo hay dos mundos el mundo del s¨ª y el mundo del no, en el que figuran los asesinos, pero mutatis mutandis, tambi¨¦n las v¨ªctimas ya que aqu¨¦llos producen el no a la vida y ¨¦stas, aunque se dejan la vida, dicen -o as¨ª lo asegura Ibarretxius- no a todo. Ahora bien, como no existe m¨¢s que un no, el C¨¦sar, a fuerza de abstraer, hace sof¨ªsticamente de los dos noes uno para as¨ª poder oponerle un s¨ª que tambi¨¦n es uno, el suyo, faltar¨ªa plus y sin descodificar. De modo, que el Imperio Romano se encierra alrededor del s¨ª mientras aguanta a pie firme y monol¨ªticamente -no hay urbe sin su monolito- la ?decadencia?
Pero no hay tal; me refiero a que no existe s¨®lo un s¨ª. En su af¨¢n por querer mostrar el mundo seg¨²n su deseo -lo suyo es lo ¨²nico y cae por su propio peso, los dem¨¢s no tienen mundo, s¨®lo incordian-, el C¨¦sar y Cicer¨®n omiten que llevan por dentro fracturas y que de hecho s¨®lo representan a una parte de los suyos. Por lo que se da una esquizofrenia manifiesta, ya que por debajo de sus togas romanas ocultan una vocaci¨®n de irredentos galos, de modo que Cicer¨®n se llama tambi¨¦n Arzallux, Egibar, Obelix -el que le lleva los menhires-, y el C¨¦sar, Idefix -Ideafija, en traducci¨®n cabal-, ese perrito tan adorable como un peluche que acompa?a gustoso y fiero a los dos h¨¦roes que tanto gustan de repartir mamporros. S¨ª, el poblado de los galos -?o era de los romanos?- anda muy revuelto y no se ve en el horizonte ning¨²n caldero de p¨®cima m¨¢gica, pero tampoco ni un triunvirato o, cuando menos, un biunvirato que lo pueda remediar.
En el horizonte s¨®lo se vislumbran los hunos, o sea, los que parece que van a unir sus dos tribus en una. Esos hunos que llaman a la puerta exigiendo que se cambien las costumbres a la voz de ya. Hombre, tambi¨¦n hay mucho echador de cartas, mucho lector de posos de caf¨¦ que cree que la historia s¨®lo se hace por ellos y, desde luego, un buen n¨²mero de carnavalistas que se ven m¨¢s como marcianos. Pero, claro, los romanos s¨®lo ven a los hunos y, como no pueden tomarlos por una civilizaci¨®n, han empezado a venderlos como destructores de la romana, o puede que sea de la gala, no s¨¦, con tanto disfraz no hay quien se entienda. Lo cierto es que no hacen m¨¢s que lanzarles dardos y venablos. Hasta el apacible Anasagans se ha liado la toga a la cabeza -la toga- y ha echado su cuarto a espadas. ?Que no cunda, empero, el p¨¢nico! Son cosas del carnaval y el carnaval siempre ha consistido en lucha entre la carne saliente y el pescado entrante. Lo ¨²nico, la muerte. Eso s¨ª que no cabe dentro del carnaval, por mucha careta que lleven los asesinos, por mucho que disfracen la muerte de campa?a electoral y traten de enmascarar su ¨²ltima org¨ªa de sangre invocando los da?os colaterales. As¨ª que maldici¨®n para ellos y justicia para los muertos.
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