Espa?a, Espa?a
La mayor¨ªa de los comentarios sobre la famosa entrevista de S¨¢nchez Drag¨® con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se centr¨®, seg¨²n era l¨®gico, en la puesta incondicional de un programa de cultura de Televisi¨®n Espa?ola al servicio del Gobierno en ejercicio y de quienes le apoyan, de Pedro J. Ram¨ªrez en adelante. Por otra parte, lo peor es que Aznar fue incapaz de superar el estadio de las valoraciones primarias, incluso al hablar de autores como Manuel Aza?a sobre los cuales no hubiera sido dif¨ªcil disponer de una ficha informativa para expresar algo coherente.
Pero hay otros temas que merecen alg¨²n comentario. El m¨¢s inmediato concierne a la dificultad que encierra para un hombre p¨²blico describir fielmente sus antecedentes familiares cuando ¨¦stos pueden ser objeto de distintas lecturas y tener en consecuencia un coste pol¨ªtico. Ahora bien, si no se va a ser sincero, m¨¢s vale callar. Y presentar verazmente una ejecutoria liberal de su familia era de todo punto imposible.
Un primer obst¨¢culo era la figura del abuelo, el periodista navarro Manuel Aznar. De la pecaminosa ideolog¨ªa inicial de Manuel Aznar, nacionalista vasco radical, el presidente nada dijo, y menos hizo menci¨®n del diario Euzkadi del PNV donde como Gudalgai se hizo famoso por sus cr¨®nicas de guerra. Curiosamente, tampoco se detuvo en el papel m¨¢s glorioso que Manuel Aznar desempe?¨® en la historia del periodismo espa?ol, al frente del diario El Sol. Posiblemente era duro de tragar el contenido democr¨¢tico y reformador de dicho peri¨®dico frente a la Espa?a de la Restauraci¨®n, a cuyo fundador C¨¢novas hizo nuestro presidente el m¨¢s abierto elogio pol¨ªtico de la noche. Ser¨ªa asimismo interesante saber si hubo un lapsus al decir que el abuelo hab¨ªa dirigido en La Habana un diario llamado La Naci¨®n, cuando lo que dirigi¨® fue otro titulado El Pa¨ªs. ?Le traicion¨® el subconsciente cuando se trataba de mencionar una cabecera poco grata para ¨¦l?
Pero el punto m¨¢s vidrioso de la evocaci¨®n correspondi¨® al episodio de las dificultades sufridas por Manuel Aznar al producirse la sublevaci¨®n militar de julio de 1936. El nieto se sit¨²a en una estricta equidistancia, en la descripci¨®n del pasado, a modo de justificante de la actitud presente: condenado a muerte por los dos bandos. Por el relato del mismo Aznar que recoge Zugazagoitia sabemos que no fue as¨ª. Tras pasar a zona 'nacional', fue all¨ª encarcelado y estuvo entre los condenados a muerte, pero logr¨® salir de la c¨¢rcel. Y a partir de ese momento se convirti¨® en una pluma altamente estimada del franquismo, en particular del propio Franco, que reclam¨® sus servicios para poner en buen castellano el gui¨®n de su pel¨ªcula Raza, le hizo embajador, y s¨®lo por sus pecados de juventud no lleg¨® a ministro de Informaci¨®n y Turismo. As¨ª que ni equidistancia ni antecedentes liberales, y si ¨¦stos pueden atisbarse en otros momentos de su entorno familiar y juventud es siempre sobre un fondo azul.
Aznar dice admirar a Aza?a 'por su idea de Espa?a', hace en direcci¨®n suya un atisbo de cr¨ªtica pol¨ªtica y a continuaci¨®n ofrece el mismo penoso vac¨ªo que en las referencias a otros escritores. Todos eran estupendos, magn¨ªficos, formidables y lo es tambi¨¦n la cultura espa?ola a que pertenecen. Esta tendencia a la exaltaci¨®n, sumada al sesgo conservador de sus notas autobiogr¨¢ficas y de sus juicios sobre cultura y pol¨ªtica, revela su condici¨®n de nacionalista espa?ol, profundamente convencido de ese n¨²cleo de su ideario, pero con una escasez de matices y de argumentos preocupante.
Es lo que ha dejado ver en su presentaci¨®n de la campa?a electoral en Bilbao. No es un buen presagio, ya que justamente en Euskadi es donde hay que subrayar m¨¢s la pluralidad de nacionalidades que seg¨²n la Constituci¨®n conviven en Espa?a, en vez de insistir en una concepci¨®n enteriza y unitaria ya del todo inservible.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.