?HACIA D?NDE VAN LAS ESPA?OLAS?
La mujer actual se distancia del feminismo que niega la diferenciaEl retrato de la mujer espa?ola de hoy la presenta llena de contradicciones y todav¨ªa m¨¢s preocupada por la est¨¦tica que por la salud
La imagen acu?ada de una mujer s¨®lida, compacta, heredada del feminismo de la igualdad, se hace trizas cuando nos acercamos a la mujer real. Lo revelan los nuevos estudios de mercado y la experiencia de las mujeres que llevan tiempo trabajando y atendiendo las necesidades de otras mujeres desde la consulta del psic¨®logo, el m¨¦dico, el gimnasio, la moda o la asistenta social. 'Fuertes por fuera y fr¨¢giles por dentro'. ?ste es el retrato robot que nos ofrecen de la mujer de nuestros d¨ªas.
'Las mujeres, despu¨¦s de a?os de luchar por hacernos con un lugar en el mundo, nos estamos parando a reflexionar sobre lo que queremos conseguir y c¨®mo', dice Isabel Yanguas, de 59 a?os, una de las primeras mujeres que rompi¨® el famoso techo de cristal en nuestro pa¨ªs, como vicepresidenta de Tapsa, una multinacional de la publicidad donde ha trabajado 15 a?os, y miembro de la Federaci¨®n Espa?ola de Empresarias y Directivas (Fedepe). 'En mi ¨¦poca era tan urgente conseguir unos derechos b¨¢sicos y primarios, que lo prioritario era crear las condiciones para acceder a la universidad o cambiar leyes discriminatorias. Una vez superada esa etapa, la mujer se enfrenta ahora al dilema de c¨®mo compaginar la vida profesional y la personal. Pero eso es algo que ya no puede resolver sola, sino con la implicaci¨®n de los hombres, es una tarea que ata?e a la sociedad entera'.
LA MUJER DE HOY CREE QUE SE HA LIBERADO, PERO HA ENTRADO EN UNA C?RCEL A?N PEOR: SU CUERPO
La doble dedicaci¨®n, trabajo y vida familiar, se vive como un conflicto irresuelto por las mujeres de toda edad y condici¨®n, sean asistentas dom¨¦sticas a tiempo parcial o ejecutivas de post¨ªn. La mayor presi¨®n y competitividad laboral -'no conozco empresa donde se trabaje menos de 10 ¨® 12 horas', dice Yanguas-, junto con unos hombres que son los menos dispuestos a participar en las tareas dom¨¦sticas de Europa, hacen de las espa?olas las m¨¢s estresadas del continente seg¨²n numerosos estudios. Ello explicar¨ªa por qu¨¦ las espa?olas son las m¨¢s reacias de la Uni¨®n Europea a tener hijos, con una tasa de natalidad del 1,15% por mujer.
'En un estudio que hicimos en 1998 entre las trabajadoras del metal, encontramos que desde las obreras manuales a las ingenieras con cargos de responsabilidad, su principal preocupaci¨®n era quedarse embarazadas y perder el empleo. La flexibilidad laboral y el empleo precario han aumentado este problema. Incluso las que tienen un contrato estable se encuentran con que, tras una baja maternal, a menudo las presionan desde la direcci¨®n para que abandonen, ya sea poni¨¦ndoles horarios incompatibles con el cuidado de los hijos o traslad¨¢ndolas de lugar', cuenta Cecilia Casta?o, catedr¨¢tica de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid.
El embarazo es visto como la causa principal de las bajas cifras de ocupaci¨®n femenina -el 37% frente al 55% de los hombres-, as¨ª como de la discriminaci¨®n salarial: las espa?olas ganan un 26% menos que el hombre, lo que hace de su nivel de salarios uno de los m¨¢s bajos de Europa. 'La sociedad debe asumir la atenci¨®n a los ni?os, con leyes que protejan la baja maternal y servicios sociales como guarder¨ªas gratuitas, asistencia en el hogar, atenci¨®n a los familiares mayores, como se ha hecho en Suecia, al darse cuenta de que era la ¨²nica forma de combatir la ca¨ªda de la natalidad y el envejecimiento de la poblaci¨®n', dice Casta?o, haci¨¦ndose eco de una reivindicaci¨®n presente en la mayor¨ªa de foros sobre la mujer.
Lo que no dicen las mujeres en los foros p¨²blicos y se conoce menos de las espa?olas de hoy son preocupaciones, motivaciones, obsesiones, alrededor de las que gira su vida cotidiana, que cuadran muy poco con la imagen heredada del feminismo de la igualdad que siguen cultivando las mujeres en p¨²blico. Son aspectos de una mujer m¨¢s competitiva y menos comunicativa, que cada vez se prodiga menos en confidencias con las dem¨¢s, y que s¨®lo salen en la consulta del psic¨®logo o el m¨¦dico, pero que no pasan desapercibidos a las agencias de publicidad.
El peso creciente de la mujer en decisiones que antes eran terreno privativo del hombre, como la compra de la vivienda, el coche o el tipo de fondos de inversi¨®n, unido al tradicional dominio de las compras para el hogar, productos de belleza y ropa para toda la familia, ha hecho de ella el principal objeto de observaci¨®n de los estudios de mercado. As¨ª, del banco de datos utilizados para elaborar el tradicional TGI sobre los h¨¢bitos de consumo de los europeos, un estudio realizado por Kantar Media Research para el mayor grupo de multinacionales de la comunicaci¨®n y al que est¨¢n suscritas las principales marcas mundiales, ha surgido un segundo estudio dedicado espec¨ªficamente a la mujer, el llamado Informe sobre las mujeres europeas.
Los especialistas de m¨¢rketing han descubierto que las estad¨ªsticas con una bater¨ªa de preguntas y respuestas a un gran segmento de la poblaci¨®n que luego se cruzan para saber qu¨¦ opina o quiere la mayor¨ªa, sirven de poco para analizar los complejos comportamientos y motivaciones del ciudadano de hoy, sobre todo en el caso de las mujeres. As¨ª, el Informe sobre las mujeres est¨¢ basado en cuestionarios 'm¨¢s cualitativos, en los que a una misma persona se la somete a 250 frases relacionadas con actitudes y estilos de vida', cuenta Patricia Cid, una de las responsables de Kantar Media Research en Espa?a. Es lo que permite no sacar conclusiones del tipo de la mayor¨ªa de mujeres son as¨ª o quieren esto y dirigir de forma certera el mensaje a su meta, sea un perfume, un refresco light o un coche. Porque, como han descubierto los publicitarios, las mujeres no son un bloque homog¨¦neo.
As¨ª, en el Informe sobre las Mujeres Europeas se las divide en cuatro generaciones: la Generaci¨®n @, o criada a los pechos de internet; la New Wave, formada en la era del dise?o, y la cultura yuppy de los ochenta, en la que la gratificaci¨®n inmediata sustituye a la ideolog¨ªa; las Baby Boomers, que crecieron en la ¨¦poca de desarrollo de la posguerra, formadas en la cultura del esfuerzo sostenido, y las Mayores. Tambi¨¦n se las diferencia seg¨²n sus estilos de vida y cultura nacional.
Diferentes entre s¨ª y, al tiempo, una suma de lo que ha sido y quiere ser, cada una viene a ser una especie de campo de batalla en el que pelean la mujer de ayer y la de hoy. M¨¢s parecidas al hombre, con un gusto creciente por el cochazo y el s¨ªmbolo de estatus y, al mismo tiempo, en busca de la diferencia, con un ansia de redescubrirse como mujer. Es lo que est¨¢n tambi¨¦n detectando desde todos los ¨¢mbitos mujeres que no viven de cargos representativos, pero est¨¢n en contacto todos los d¨ªas con los problemas de otras mujeres o viven de atender sus necesidades y deseos.
As¨ª, en la consulta del ginec¨®logo, como la de la doctora Carmen Men¨¦ndez, se ve c¨®mo 'a la mujer le sigue preocupando m¨¢s la est¨¦tica que la salud, sobre todo a partir de los 40 o 45 a?os. Incluso mujeres a las que les dices que tienen antecedentes, un factor riesgo de c¨¢ncer de mama, parecen m¨¢s preocupadas por el cambio del cuerpo o por no engordar que por el c¨¢ncer. Y lo mismo sucede con las m¨¢s j¨®venes, que se resisten a tomar la p¨ªldora por miedo a engordar. Pero es el cambio de estatus hormonal en la menopausia, sentirse mayor, lo que se vive con m¨¢s preocupaci¨®n'.
Eso hace que m¨¢s mujeres, cuando se enfrentan al dilema de tener que optar por la terapia hormonal sustitutoria, se inclinen por asumir los riesgos que pueda conllevar a favor de retrasar el envejecimiento, y tambi¨¦n que se preocupen por mejorar sus h¨¢bitos y calidad de vida, con una alimentaci¨®n m¨¢s sana y ejercicio. Gracias a ello, hoy vivimos la 'revoluci¨®n de las cincuentonas': 'Cada vez tenemos m¨¢s mujeres que se conservan estupendas y se dan cuenta de que pueden vivir de forma ¨®ptima a esa edad en que sus hijos ya son mayores y tienen m¨¢s tiempo para ellas mismas'.
Las nuevas posibilidades de dilatar la juventud que ofrece la medicina y un mejor conocimiento del envejecimiento y el propio cuerpo, no impiden que 'las mujeres vivan hoy con verdadera agon¨ªa cumplir a?os', seg¨²n Lali Ruiz, una de las educadoras f¨ªsicas que m¨¢s han estudiado los beneficios del ejercicio sobre la salud de las mujeres. 'Antes, la mujer sent¨ªa que la edad la enriquec¨ªa, hab¨ªa hecho el bien a su alrededor, ten¨ªa m¨¢s afectos, m¨¢s hijos, m¨¢s nietos. Ahora, por muy en forma que se mantenga, vive cada d¨ªa que pasa como una cuenta atr¨¢s aterradora. Hemos ganado en derechos, pero creo que la mujer ha perdido la capacidad de estar bien consigo misma'.
Ruiz, autora de numerosos libros y creadora de un m¨¦todo personalizado de gimnasia, presume de estar en contacto con unas 10.000 mujeres a trav¨¦s de sus tres locales en Madrid. Gran parte de su clientela, al igual que la de la Men¨¦ndez, est¨¢ formada por mujeres de clase media alta y profesionales bien situadas. Mujeres que lo tienen todo para sentirse seguras de s¨ª mismas, pero que se desmoronan en cuanto se miran al espejo: 'La mujer de hoy cree que se ha liberado, pero ha entrado en una c¨¢rcel a¨²n peor: su cuerpo. Vive disgustada y aterrorizada de su cuerpo, al que odia, mira con asco y del que se averg¨¹enza. S¨®lo hay que ver con qu¨¦ sa?a se emplea contra s¨ª misma con la lucha contra la celulitis, con dietas para adelgazar malas para la salud, y gimnasias que en lugar de trabajar a favor del cuerpo, literalmente lo machacan, por no hablar de las torturas en quir¨®fano. La celulitis es un invento del mercado para vender a la mujer los tratamientos y productos diet¨¦ticos m¨¢s absurdos. La mujer necesita m¨¢s grasa en el cuerpo que el hombre -alrededor del 33% frente al 26%-, porque las hormonas femeninas se almacenan en el tejido graso. El tejido graso siempre se presenta en grumos, lo que hace que, al tener menos m¨²sculo, se vea m¨¢s en la mujer que el hombre. Librarse de toda la grasa conlleva inevitablemente desequilibrios hormonales, como la p¨¦rdida de la regla. La mujer pretende alcanzar un cuerpo que no se da en la naturaleza porque no ha aprendido a aceptarse'.
Ni las pol¨ªticas ni las profesionales m¨¢s emancipadas, aquellas que m¨¢s han luchado por adue?arse de su vida, de su sexualidad, se libran de esa tiran¨ªa de la belleza: 'En cuanto adquieren poder adquisitivo, se gastan fortunas, a menudo un tercio del salario se va en productos para mejorar la apariencia f¨ªsica que no sirven para nada, y las profesionales, m¨¢s que ninguna, incluidas las pol¨ªticas'.
'Lo importante es estar mona, es un mensaje que las madres, incluso las que se tienen por m¨¢s emancipadas, siguen transmitiendo a sus hijas'. Seg¨²n Ruiz, esta obsesi¨®n por la belleza forma parte de una competitividad creciente, en la que 'tener buena imagen es uno de los principales requisitos para el ¨¦xito'. Pero es tambi¨¦n un 'reflejo de carencias emocionales y afectivas de mujeres que se sienten cada vez m¨¢s solas, y ans¨ªan ser amadas, aceptadas', lo que tal vez explique que sean mayor¨ªa absoluta en la consulta del psic¨®logo tanto como en la compra de libros de autoayuda. Ello no quiere decir ni que sean m¨¢s consumistas o con m¨¢s problemas emocionales que el hombre actual, coinciden otras profesionales, pero mientras el hombre tender¨ªa a evadirse de sus problemas con el alcoholismo, la mujer tiene una mayor tendencia a rumiar sobre sus problemas, lo que puede llevarla m¨¢s f¨¢cilmente a encontrar una soluci¨®n, pero tambi¨¦n a deprimirse y a adicciones hoy bien estudiadas como la de la 'compradora compulsiva', se?ala a su vez la dise?adora Sara Navarro.
Es sobre ese malestar emocional sobre el que cae el bombardeo medi¨¢tico y publicitario. Seg¨²n Ruiz, 'la mujer fue educada para adoptar verdades que se le entregaban desde fuera como credos; la aceptaci¨®n era una virtud. Por ello, acepta ahora tan f¨¢cilmente las verdades que le vende la publicidad. Creo que a las mujeres les falta desarrollar libertad de criterio. En cuestiones trascendentes sobre qui¨¦nes son, sobre su cuerpo, su salud, su vida, no deber¨ªan dejar que se las respondan otros, y menos a¨²n toda esa maquinaria publicitaria'.
'Con una coraza fuerte de cara al exterior y fr¨¢gil por dentro', as¨ª resume la sex¨®loga Rosario Casta?o a la mujer de hoy.
Esa mujer de doble vida entre la profesional que se muestra en el exterior pisando fuerte, haciendo valer sus derechos, y que cuando est¨¢ a solas consigo misma mantiene una relaci¨®n vergonzante con su cuerpo, es algo que puede verse tambi¨¦n en la consulta del ginec¨®logo: 'El s¨ªndrome premenstrual es una realidad; nuestro cuerpo, nuestras hormonas, son diferentes a los de los hombres, pero las mismas profesionales que te piden ayuda en privado, p¨²blicamente tratan de presentarse como las iguales del hombre. Viven sus cambios hormonales como un estigma, con miedo a ser ridiculizadas o atacadas por el hombre si tienen la regla o la menopausia. Gracias al feminismo estamos donde estamos, pero ahora debemos hacernos conscientes de nuestras diferencias biol¨®gicas. Reconocer que la mujer se deprime m¨¢s, que sus cambios hormonales la hacen m¨¢s vulnerable, es un paso necesario para tratar con los problemas, y ocupar nuestro lugar en el mundo sin complejos. S¨®lo estaremos en nuestro sitio cuando podamos hacerlo sin olvidar lo que somos'.
Ocupar un lugar en el mundo, la gran epopeya del feminismo, es una batalla que se libra hoy por caminos mucho m¨¢s intrincados de lo que pensaron las mujeres que hace 20 a?os hicieron de la igualdad su bandera. En tiempos regidos por el Dios Mercado, con una competitividad sin precedentes en las relaciones laborales, y en los que el vac¨ªo de ideolog¨ªas y valores ha sido llenado por 'la gratificaci¨®n inmediata y el todo vale', en palabras de Isabel Yanguas, tambi¨¦n entre las mujeres de hoy encontramos 'una tendencia a echar mano de todos los recursos a su alcance, incluidas las armas tradicionales'.
'La mujer de hoy es una mujer de dos caras, y eso puede verse en la moda', dice tambi¨¦n la dise?adora Sara Navarro. 'Por un lado busca prendas c¨®modas, zapatillas deportivas de marca, que corresponden a la mujer activa que hace gimnasia o lleva a los ni?os al colegio, y por otro prendas de una hiperfeminidad que no hab¨ªamos visto desde la mujer objeto de los a?os cincuenta. Pasados los a?os ochenta, de colores neutros, trajes unisex, cortes masculinos, con los que la mujer se quer¨ªa presentar como igual al hombre en el puesto de trabajo, asistimos ahora a una necesidad de reivindicar la parte femenina, con una moda que pone de relieve las formas del cuerpo, con zapatos de punta fina'.
'La etapa de igualdad ha llevado a un distanciamiento entre sexos. La soledad creciente de la mujer de hoy, la necesidad de hacerse amar y desear, la recuperaci¨®n del di¨¢logo perdido con el hombre', tiene mucho que ver con ese revival, seg¨²n Navarro. Pero tambi¨¦n con una competitividad en la que el f¨ªsico es uno de los aspectos que se valoran m¨¢s en el caso de la mujer. 'La mujer ha utilizado siempre la provocaci¨®n como un arma de seducci¨®n. Lo que, en una ¨¦poca de trabajo inestable, con chicas que no saben c¨®mo conseguir o mantener un puesto de trabajo, hace que sea hoy m¨¢s cierto que nunca el t¨®pico de la secretaria que utiliza sus atractivos f¨ªsicos como un arma para ligarse al jefe o promocionarse'.
Redescubrimiento de la seducci¨®n femenina que vuelve a traer a primer plano 'uno de los problemas irresueltos que m¨¢s preocupa a las mujeres j¨®venes: el acoso sexual en el trabajo, un tema del que se habla poco en p¨²blico, pero de los que m¨¢s sale en consulta', seg¨²n observa Rosario Casta?o, quien, adem¨¢s de su trabajo como terapeuta, atiende la consulta de las lectoras en dos revistas. 'Por una parte, saben que cuenta mucho la imagen a la hora de contratarlas, pero por otra, que deben tener mucho cuidado con las armas de seducci¨®n si no quieren que se vuelvan contra ellas. '?Qu¨¦ tengo que poner en juego para que no me echen?', se preguntan. En todas las relaciones humanas intervienen siempre elementos sutiles de seducci¨®n. La seducci¨®n es inconsciente, roza con la simpat¨ªa. Un d¨ªa te has pintado m¨¢s y das un beso al jefe porque est¨¢s de buen humor, y cuando te das cuenta, ¨¦ste ha interpretado las cosas de otra manera. Lo que no se puede permitir del acoso es que es una situaci¨®n que se da entre desiguales, y el jefe es el que tiene los recursos para da?ar a la mujer. Las mujeres se han incorporado a la vida p¨²blica, pero sigue sin resolverse el c¨®digo de comunicaci¨®n en el trabajo o la empresa'.
Mujeres en lucha por sobrevivir en un puesto de trabajo inestable, pero tambi¨¦n mujeres empe?adas en situarse a toda costa, en este aspecto no las pintan muy diferentes al hombre.
'No nos enga?emos, a la mujer le gusta tanto el poder como al hombre', dice Yanguas, acostumbrada a tratar con mujeres directivas de todos los ¨¢mbitos. 'Quiere el poder, y cada vez quiere m¨¢s. Lo que no siempre quiere decir que est¨¦ dispuesta a pactar con lo que conlleva'.
M¨¢s hombres, seg¨²n Yanguas, 'se apean de esa carrera en empresas que reclaman una entrega total de tu tiempo tanto como de tu persona, lo cual es positivo y un elemento igualador', pero se dir¨ªa que todav¨ªa son las mujeres las que 'm¨¢s se resisten a hacer las renuncias personales que conlleva, lo que en parte explica la persistencia del famoso techo de cristal', esa barrera que se interpone a su acceso a los primeros puestos del poder econ¨®mico y empresarial. 'Por otra parte, cuando accedes a estos puestos de decisi¨®n, lo haces rodeada de hombres y, aunque parezca que somos iguales, no lo somos. Entre ellos existe una hermandad o complicidad que se extiende a la vida social m¨¢s all¨¢ del trabajo, por lo que a veces se toman decisiones fuera de la oficina, en las que t¨² no est¨¢s. Los hombres manejan sus redes muy bien. Aunque sea inconscientemente, a la hora de promocionar a otro, suelen primar la ayuda mutua. Al ver las reglas de juego, muchas mujeres se ponen un l¨ªmite: aquel que permita sobrevivir de manera razonable'.
Es cuando se decide hacer eso que los americanos llaman el shifting down o levantar el pie del acelerador para prestar m¨¢s atenci¨®n a la vida personal, momento en el que suele surgir de forma apremiante y perentoria la pregunta: '?Pero qu¨¦ he hecho yo con mi vida?'. Una pregunta que casi siempre lleva emparejado un inventario de carencias afectivas. Y es que, si algo sigue diferenciando a hombres y mujeres, es el mayor peso de lo 'afectivo' en el sentimiento de realizaci¨®n personal.
Tener un hijo sigue siendo vivido como la mejor forma de colmar carencias y 'soluci¨®n al sentimiento creciente de soledad. Muchas mujeres tienen muy claro que no quieren tener hijos, y ahora son m¨¢s libres para hacer esta opci¨®n, pero otras pueden llegar a obsesionarse por ser madres', se?ala Carmen Men¨¦ndez. 'Entonces vienen los agobios de la prim¨ªpara a?osa -la que tiene su primer hijo a partir de los 35 a?os-, y si a los dos meses de haber dejado la p¨ªldora no se ha quedado embarazada, a menudo viene angustiada preguntando ?puedo saber si soy f¨¦rtil o no? Grandes triunfadoras en la profesi¨®n se encuentran ahora indefensas ante la naturaleza. Entonces, la obsesi¨®n por tener un hijo puede llevarlas a unas prisas que inciden sobre las relaciones de pareja, sobre todo cuando, adem¨¢s, la mujer acumula el estr¨¦s de pasar por los tratamientos con hormonas y de reproducci¨®n asistida'.
Sola si est¨¢ sola, pero a menudo tambi¨¦n si vive en pareja. La mujer espa?ola se siente poco acompa?ada por el hombre que tiene al lado, el menos participativo en las tareas dom¨¦sticas de Europa. 'Sabe que la participaci¨®n de la que tanto se habla ahora del hombre es superficial y que la carga real de la maternidad va a recaer sobre ella'. Lo que lleva cada vez m¨¢s a las mujeres a 'asumir la maternidad, tanto si est¨¢ sola como acompa?ada, como parte de un proyecto de vida personal'. La pareja es pasajera, la maternidad es para siempre.
Pero donde m¨¢s incide la sobrecarga de tareas es sobre el sexo. 'Incluso en parejas j¨®venes, se relega al fin de semana o el d¨ªa de fiesta. Tras diez o doce horas de trabajo en un ambiente con mucha competitividad, llegan a casa y tienen que ponerse a hacer la cena o acostar a los ni?os. Eso mata las relaciones de pareja', se?ala Carmen Men¨¦ndez, quien, adem¨¢s de su trabajo m¨¦dico, es autora de numerosos libros sobre mujer y salud y atiende las preguntas de las lectoras en dos revistas.
Fingir un orgasmo sigue estando a la orden del d¨ªa incluso entre las m¨¢s j¨®venes: 'Muchas te dicen 'tengo que fingir un orgasmo', si no mi novio va a pensar que no estoy a la altura'. Tambi¨¦n Rosario Casta?o detecta en las cartas de sus lectoras un conflicto permanente a la hora de abordar las relaciones ¨ªntimas: 'Qu¨¦ comportamiento debo adoptar para que me quieran. Por un lado tienen miedo a parecer estrechas, pero, por el otro, a tomar la iniciativa y que el hombre salga corriendo'. Tampoco en este terreno parece servirles de mucho la edad o la experiencia: 'Incluso profesionales de ¨¦xito, con mucha educaci¨®n e informaci¨®n, te salen a menudo con ideas irracionales sobre el sexo. Les preocupa no tener la misma facilidad para el orgasmo que el hombre. La revoluci¨®n sexual no parece haberlas ayudado a aceptar que son diferentes, que su orgasmo funciona de otra manera; por el contrario, la teor¨ªa de la igualdad feminista creo que ha contribuido a una cierta confusi¨®n en esto. 'Ese divorcio del propio cuerpo se traduce', seg¨²n la sex¨®loga, en 'un aumento de disfunciones de causa psicol¨®gica como el vaginismo'.
La llamada 'depresi¨®n del ama de casa' es el otro mal de la ¨¦poca: 'Desde el nivel social m¨¢s bajo al m¨¢s alto, se angustian porque no se sienten valoradas. No tener un rol social por el que se sientan valoradas parece crear unos problemas de autoestima que no se ten¨ªan antes', seg¨²n Rosario Casta?o.
El retrato que nos pintan de ellas mismas es el de mujeres m¨¢s centradas y preocupadas por su propia realidad que por el mundo en el que les toca vivir. 'Ni siquiera la violencia de g¨¦nero preocupa lo suficiente, todas piensan que no les va a pasar a ellas. S¨®lo preocupa cuando o aquello que les toca directamente, como es el precio y el acceso a la vivienda', se?ala Montserrat Tarrero, de 49 a?os, una soci¨®loga y asistente social del Ayuntamiento de Madrid, con una larga trayectoria en movimientos asociativos feministas y ciudadanos. 'La sociedad de consumo acarrea esto, cuando est¨¢s m¨¢s preocupada por tu casa, por tus cosas, te vuelves m¨¢s insolidario'. El compromiso social entre nosotros es cosa principalmente de j¨®venes, pero incluso entre ¨¦stos, 'los varones son mayor¨ªa a la hora de implicarse en una causa ecologista o solidaria', lo que Tarrero achaca a que 'las chicas est¨¢n m¨¢s preocupadas por las mayores dificultades que encuentran en su entrada en el mercado de trabajo'. El caso es que las activistas de ayer no encuentran quien las siga: 'Las chicas j¨®venes no est¨¢n en el movimiento de mujeres. Los movimientos asociativos estamos pasando por una crisis; o incorporamos a j¨®venes y nos replanteamos con ellas qu¨¦ sociedad queremos para el siglo XXI, o lo tendremos muy dif¨ªcil'.
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