Internacionalismo
Internacionalismo no es hoy vocablo muy usado. No es que ayer se nombrara m¨¢s, sino que, en realidad, qued¨® siempre su eco disminuido por el siempre m¨¢s vigoroso y confuso en su intelecci¨®n de nacionalismo. En puridad fue este ¨²ltimo el originante de aqu¨¦l. En su pr¨¢ctica actividad todo nacionalismo se opone, con claridad o solapadamente, a la concepci¨®n de cualquier entidad supranacional. Porque internacionalismo, en cuanto concepto pol¨ªtico trascendente, tiene ra¨ªces en la realidad de la naci¨®n, de las naciones, y en la natural actividad de las relaciones entre ellas, necesario siempre ese hacer en todo mundo hist¨®rico que viva el mismo momento. En amplitud extensa, 'nacionalismo' est¨¢ referido a naci¨®n, y lo que supone el 'internacionalismo' anda en conexi¨®n con las relaciones de todo orden -del orden pol¨ªtico amplio, que en realidad engloba a todas ellas- que ligan de diverso modo y orden a las naciones entre s¨ª... Pero el nacionalismo es, en su fondo complejo y hundido, un 'sentimiento' del pueblo que compone la naci¨®n; ?es que el internacionalismo es un 'sentimiento' tambi¨¦n y de alentar parecido al otro? Dir¨ªase que s¨ª, que es un sentimiento, del pueblo tambi¨¦n, pero que, a diferencia del sentir nacionalista, que es interno, ¨ªntimo, y hacia 'lo mismo' del que siente, el sentimiento que mueve el internacionalismo es un sentir trascendente referido a otros nacionales en lo suyo. El nacionalismo se siente con los connacionales; el internacionalismo se siente hacia otros con ¨ªmpetu y vigor de interconocerse mejor y de llevar a cabo haceres conjuntos, necesarios en la vida tambi¨¦n conjunta de todos, con deseos de eficacia activa y proyectos de bien com¨²n.
Hay, empero, una diferencia marcada entre uno y otro. El nacionalismo es, por as¨ª decir, natural, nacido del propio ser de la naci¨®n y de la transmisi¨®n que ¨¦sta hace de su ser al ser de los nacionales. Por el contrario, el internacionalismo no se siente por espont¨¢neo comprender o experimentar, sino que brota por el impulso artificial que le proporciona la comprensi¨®n, la convicci¨®n de su necesidad y la conveniencia al fin para la mejor vida del nacionalismo te¨®rico y positivo, que experimenta el ente humano encargado de animar debidamente la vida de cada naci¨®n, es decir, el estadista que haya de hacer la pol¨ªtica. El nacionalismo es natural efecto de ser la naci¨®n; el internacionalismo es sentir, artificial en casi todo, insuflado por la pol¨ªtica en sus nacionales para hacerse ella misma eficaz y pr¨¢ctica en su necesaria trascendencia m¨¢s all¨¢ del horizonte nacional.
En cuanto a la aplicaci¨®n del par¨¢metro hist¨®rico-temporal a ambos sentimientos pu¨¦dese decir que el nacionalismo nace con la vida activa de la naci¨®n -hay nacionalismo desde el momento hist¨®rico en que la naci¨®n empieza a ser verdadera y eficazmente naci¨®n-, mientras que el internacionalismo inicia su conveniencia e importancia en ese momento indefinido en que las naciones, con bastante historia ya en su estela, se ven m¨¢s o menos obligadas a relacionarse entre s¨ª, a entenderse en lo pol¨ªtico, para adaptar sus vidas a las exigencias de los tiempos producidas por el progreso general fundado en los procesos econ¨®micos y t¨¦cnicos que regulan y conforman el hacer de los pueblos y el vivir de las naciones... El empezar a ser del internacionalismo est¨¢ falto de definici¨®n en la historia comparado con el del nacionalismo, pero tal indefinici¨®n es posible de ser salvada aplicando a lo hist¨®rico par¨¢metros equilibrados de 'modernizaci¨®n' del mundo y de necesidad nacional de relaciones y comprensi¨®n mutuas.
Hay un internacionalismo incipiente en ciertas actividades hist¨®ricas -llam¨¦molas as¨ª- con pr¨¢ctica realidad moment¨¢nea y decidida trascendencia, aunque temporal fuera y haya sido, referida a la vida y al hacer de los pueblos, actividades ¨¦sas que pueden ser las alianzas, los pactos, los tratados y los congresos, entre otras; y cabe decir que en eso hay internacionalismo tan s¨®lo incipiente porque est¨¢ pr¨¢cticamente carente de lo nacional, de lo popular, de lo que hace en la naci¨®n el hombre individual o colectivo, ya que s¨®lo es el dirigente en lo pol¨ªtico de la naci¨®n el que representa a la colectividad te¨®ricamente participante en las actividades hist¨®ricas aqu¨¦llas... Adem¨¢s, todo o casi todo de lo implicado en alianzas, tratados, congresos, etc¨¦tera, ven¨ªa a ser relativamente transitorio, es decir, de resultados y acuerdos, de decisiones y trascendencias poco duraderos apreciados con par¨¢metros de historia temporal. Se decid¨ªa parte de lo vital de las naciones, pero no hab¨ªa en aquellas reuniones, circunstanciales y pronto pasajeras, tendencias de futuro... Ese proceso sigue, con variaciones si acaso de escasa proyecci¨®n, hasta el Congreso de Viena de 1815, que pretendi¨® poner orden en Europa despu¨¦s de las guerras napole¨®nicas. No es arriesgado pensar que a partir de entonces ya tiende Occidente hacia un internacionalismo mejor definido en sus l¨ªneas de ser. El siglo diecinueve empieza en su historia -vista ¨¦sta con la distancia que nos separa de ¨¦l ahora- a mostrar que las naciones ven la necesidad de superar el nacionalismo -sobre todo en su principal aspecto negativo: el sentido de superioridad entendido con trazos de desprecio y de humillaci¨®n hacia otros- para llegar a la mejor comprensi¨®n de la necesidad de explotar la conveniencia de reforzar las relaciones internacionales que sugieren e imponen casi los adelantos y perfeccionamientos logrados en lo social de la vida de los pueblos que se manifiestan peculiarmente en los marcos econ¨®mico y cient¨ªfico. Es ¨¦sa una tendencia evolutiva que se conforma adecuadamente en las postrimer¨ªas del siglo XIX para cuajar pr¨¢cticamente en el XX tras las guerras -decisivas en alg¨²n aspecto s¨®lo, pero ¨²tiles acaso para proseguir la marcha hacia el internacionalismo comprendido en su conveniente universalizaci¨®n- que concluyeron en 1918 y en 1945. En lo b¨¦lico en s¨ª, o en lo pac¨ªfico, los armisticios o las decisiones y acuerdos ficticios en el bando vencedor no resolvieron problemas eternos ni aseguraron paces de eficacia, pero en lo que afectaba a lo internacional se dieron pasos t¨ªmidos hacia el internacionalismo, pr¨¢ctico ya, con la Sociedad de Naciones primero y con las Naciones Unidas despu¨¦s. Pero, al cabo de cierto tiempo, la eficacia de esas internacionalidades no fue en verdad suficientemente ¨²til. Ya hubo ficticias realidades entre guerras con la Sociedad de Naciones. Lo que deb¨ªa ser pr¨¢ctica igualdad entre sus participantes empez¨® siendo -cosa natural, por otra parte, en cuestiones de internacional pol¨ªtica- preponderancia de los fuertes, de los poderosos, de los que, con su poder, dominan e imperan. La Sociedad de Naciones no aport¨® nada positivo al internacionalismo. Las Naciones Unidas tampoco trajeron ni han tra¨ªdo en la pr¨¢ctica nada verdaderamente sustancial favorable en el hacer internacional. Por lo pronto, se bas¨® el consenso internacional en la se?alada diferencia entre los 'grandes' y los dem¨¢s. El internacionalismo te¨®rico, que debiera superar los nacionalismos farisaicos, no encontr¨® base suficiente para realizarse a s¨ª mismo. Muchas naciones, en efecto, se concertaron -y siguen hoy concertadas- para tratar de resolver los problemas mundiales, pero la realidad es que nada o muy poco se est¨¢ consiguiendo al respecto... sin embargo, es procedente admitir que, pese a todas esas negatividades frente a lo esperado, algo se ha conseguido. Este algo es, sencillamente, lo que solemos llamar empezar. De un modo u otro, aunque sean ya muchos decenios los transcurridos desde ese empezar del internacionalismo, algo se ha conseguido. Los problemas internacionales siguen en parte sin resolverse, y las guerras 'chicas' proliferan a lo largo del siglo que acaba, pero cabe admitir que los primeros pasos hacia el internacionalismo general se han dado ya, por m¨¢s que tambi¨¦n quepa decir con l¨®gica que queda todav¨ªa mucho por andar. La soluci¨®n est¨¢ en manos y en mentes de pol¨ªticos... y de estadistas, m¨¢s bien. Si ¨¦stos est¨¢n convencidos de que es necesario superar los nacionalismos negativos para acercarse al internacionalismo real, su actividad pol¨ªtica podr¨¢, dentro de alg¨²n tiempo, lograr que la vida internacional de los pueblos de hoy y de ma?ana pueda ser mejor vivida.
Eliseo ?lvarez Arenas es almirante de la Armada y miembro de la Real Academia espa?ola..
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