Pol¨¦mica en Brasil por el uso de habitantes de las 'favelas' como escoltas en barrios acomodados
Desde hace tiempo, era pr¨¢ctica habitual, aunque sigilosa, en los barrios donde se congrega la clase media de R¨ªo de Janeiro -Ipanema, Copacabana, Gavea, Leblon, Tijuca- y que tienen una favela en las costillas. Ante la ineficiencia de la polic¨ªa del Estado, incapaz de evitar los continuos asaltos a sus pisos y a las personas, los moradores decidieron servirse de la ayuda de gentes de las favelas para su propia defensa, pagando cada uno una cuota.
S¨®lo cuando el hecho ha saltado a la opini¨®n p¨²blica a trav¨¦s de una informaci¨®n del diario O Globo , se ha levantado la pol¨¦mica a nivel nacional. Los pareceres est¨¢n encontrados, incluso entre los polic¨ªas, soci¨®logos, antrop¨®logos y religiosos. Est¨¢n surgiendo defensores y detractores de la iniciativa, que sin duda es delicada y controvertida.
Los opositores piensan que pagar a esas gentes de las favelas para que vigilen el barrio e impidan a los violentos de la misma favela actuar contra la propiedad y contra las personas es simplemente una forma de chantaje insostenible que supone una derrota de las fuerzas del Estado responsables de la seguridad de los ciudadanos. Alegan tambi¨¦n que puede ser doblemente peligroso, ya que estos vigilantes acaban conociendo la vida y milagros de los ciudadanos a los que cobran para proteger, sin saber si ellos mismos no acabar¨¢n pasando dicha informaci¨®n a los traficantes de droga que podr¨ªan actuar con mayor conocimiento de causa contra ellos.
Adem¨¢s, una parte de la polic¨ªa alega que se trata de algo totalmente ilegal y clandestino que, si es descubierto, tiene que ser castigado seg¨²n el C¨®digo Penal. Pero as¨ª opina s¨®lo una parte de la polic¨ªa, ya que, por ejemplo, el Comandante del Grupo de Polic¨ªa de las ?reas Especiales (GPAE), Antonio Carlos Carballo, ve en esta iniciativa una forma de unir la famosa "ciudad partida", haciendo alusi¨®n al famoso best seller del escritor Zuenir Ventura, que describi¨® a R¨ªo de Janeiro como una ciudad dividida en dos: la de las favelas y la de los ciudadanos que sufren su violencia. Alegan que es preferible que estos j¨®venes trabajen para la comunidad antes de que sean captados por los narcotraficantes.
Entre los antrop¨®logos, los pareceres est¨¢n tambi¨¦n encontrados: seg¨²n Alba Zaluar, la oferta de seguridad por parte de las gentes de las favelas significa "una forma de intimidaci¨®n de la clase media". Por el contrario, su colega Gilberto Velho defiende esta relaci¨®n entre los favelados y los moradores del asfalto afirmando que la idea de la colaboraci¨®n entre ambos es v¨¢lida y aconseja que sea el poder p¨²blico quien haga de mediador para que no se convierta en una iniciativa clandestina e ilegal.
Para un buen n¨²mero de soci¨®logos, ser¨ªa una forma de dar trabajo a muchos de esos j¨®venes de las favelas y que, al menos, evitar¨ªa en los barrios de clase media toda una serie de acciones delictivas, como asaltos y robos a las personas en la calle por parte de bandas de adolescentes a los que ellos podr¨ªan controlar y hacer frente.
Seg¨²n la psic¨®loga Maria Luiza Matheus, el secreto es que esas personas de las favelas escogidas para la defensa de los moradores de los barrios acomodados carezcan de antecedentes penales y que no est¨¦n ligadas a los traficantes y violentos de dichas favelas. Pero otros psic¨®logos se preguntan si eso no es pura utop¨ªa y si esos vigilantes no acabar¨¢n tambi¨¦n ellos aliados de los traficantes.
Por su parte, la Iglesia Batista de Ipanema, que hab¨ªa sido indicada como una de las instituciones que se serv¨ªan para su defensa de las gentes de las favelas, lo ha negado rotundamente. El pastor Josiel Berto, que ya ha sido objeto de varios ataques contra su persona, afirma tajantemente: "Es funci¨®n del Estado y s¨®lo de ¨¦l proteger al ciudadano. Eso es el abc de la convivencia social". La pol¨¦mica, mientras, contin¨²a.
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