De la selva al asfalto de ciudad de M¨¦xico
La seguridad en torno a la escuela donde est¨¢n atrincherados los zapatistas casi se ha convertido en una obsesi¨®n
La comandancia general del Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional (EZLN) traslad¨® su cuartel general desde la selv¨¢tica poblaci¨®n de La Realidad a Ciudad de M¨¦xico, donde convirti¨® la Escuela Nacional de Antropolog¨ªa e Historia (ENAH) en un b¨²nker inexpugnable, incluso para sus alumnos y profesores, fieles seguidores de la guerrilla ind¨ªgena dirigida por el subcomandante Marcos. "Aqu¨ª nadie entra si no hay una orden de la comandancia, ni siquiera nosotros que somos parte de la seguridad", dice Alberto Buenrostro, estudiante de antropolog¨ªa y guardia de los zapatistas.
Marcos anunci¨® que los 25 jefes del EZLN emprenden la retirada sin lograr su objetivo: que el Congreso apruebe una ley de derechos y cultura para los pueblos ind¨ªgenas. Pero el muro de silencio, que obliga a mantener todo en secreto, sigue en la ENAH, al sur de Ciudad de M¨¦xico, en un barrio popular rodeado de modernas plazas comerciales s¨ªmbolo de la globalizaci¨®n, el enemigo del zapatismo.
"Aqu¨ª no entra nadie sin una orden de la comandancia. Ni nosotros, que somos parte de la seguridad"
Los rebeldes llegaron desde las monta?as, donde tradicionalmente firma Marcos sus comunicados, a la selva del asfalto, la urbe con cerca de 20 millones de habitantes, de desigualdades sociales al por mayor y centro pol¨ªtico de la naci¨®n. En la ENAH cientos de estudiantes y profesores se organizaron en comisiones para brindar todo tipo de atenciones a los hu¨¦spedes, los comandantes y unos 500 ind¨ªgenas y miembros de la heterog¨¦nea sociedad civil que les acompa?a.
Con los rebeldes llegaron sus reglas, heredadas de las viejas pr¨¢cticas de lo clandestino. Puntos de revisi¨®n, miradas que hacen sospechoso a cualquiera, cinturones de protecci¨®n dentro y fuera de la escuela. Amelia Dom¨ªnguez, maestra de primaria y "solidaria con las causas justas", lleg¨® a la puerta de la ENAH. "Traje unos pocos de alimentos, leche, sal, at¨²n y pan. No esperaba verlos [a los rebeldes], ya s¨¦ que su seguridad es primero. Pero s¨ª quer¨ªa saber qu¨¦ hacen, qu¨¦ les hace falta y c¨®mo pod¨ªa ayudar m¨¢s. Pero estos j¨®venes s¨®lo dicen gracias, no sabemos nada, ni qu¨¦ falta ni qu¨¦ hacen los comandantes. Nada, parecen de oficina del Gobierno".
En la improvisada mesa de informaci¨®n montada por el Centro de Informaci¨®n Zapatista (CIZ) los simpatizantes cambian pero no su discurso. No hay respuestas a preguntas elementales: ?D¨®nde y c¨®mo viven los comandantes en la escuela?, ?qu¨¦ comen?, ?d¨®nde est¨¢n los cerca de 500 miembros del Consejo Nacional Ind¨ªgena (CNI), que son su primer cord¨®n de seguridad? Las respuestas son de aut¨®mata "esa informaci¨®n no la podemos dar, por razones de seguridad". La ley del silencio que impera en las comunidades ind¨ªgenas donde el EZLN tiene fuerte influencia lleg¨® a la ciudad.
Se han formado comisiones de seguridad, cocina, sanidad y prensa entre otras. Son los miembros de la ENAH los encargados de brindar protecci¨®n en torno al colegio y su alrededor, pero ni siquiera ellos pueden entrar al edificio donde sesionan, duermen, comen y se asean los comandantes. A ese recinto, donde estan las oficinas y el auditorio de la escuela, s¨®lo entran los elegidos, los m¨¢s cercanos. Nadie sabe qui¨¦nes son. Adem¨¢s, entran los invitados especiales o periodistas que tienen el privilegio de una exclusiva con Marcos.
Bajo la cortina de estable, material del que est¨¢n hechos los pasamonta?as zapatistas, poco se filtra. Como que los ind¨ªgenas del CNI duermen en la ENAH, que su dieta ha sido precaria, pues la solidaridad no se desbord¨®. Que est¨¢n separados por etnias y que, salvo sus l¨ªderes, no tienen contacto con Marcos. Los informes de los responsables son escuetos, casi siempre para decir que todo ha ido bien. Pero ni siquiera hay un parte m¨¦dico de la fuerte gripe que, al parecer, sufre Marcos.
Mercedes Azcarate, un ama de casa, lleg¨® con dos bolsas del "mandado" (v¨ªveres), se pase¨® frente a la reja de acceso, pregunt¨® y finalmente se acerc¨® a dejarlos "para los pobres de M¨¦xico", para comentar a unos aburridos periodistas que "me imagin¨¦ que estaban por aqu¨ª, que se les pod¨ªa ver. Yo soy de aqu¨ª de la colonia, pens¨¦ que por ser vecinos nos dejar¨ªan entrar, pero ya ve que no".
Una an¨®nima mujer de clase media lleg¨® con "10 kilos de tortillas, mandadas hacer especialmente para los zapatistas", mientras que Ricardo, un taxista, cuenta que ha hecho "como cuatro viajes". "La gente viene con muchas ganas trae comida, papel de ba?o, sopa y leche. ?D¨®nde est¨¢n, yo he venido varias veces y los veo?" Esa es la pregunta que nadie responde, por seguridad. Desde el martes, una onda de desconcierto barre el campamento de la comandancia general del EZLN tras el anuncio de que se retira de Ciudad de M¨¦xico. Marcos comunic¨® intempestivamente que no cumplir¨¢ con su discurso de quedarse en la urbe hasta que fuera aprobada la ley de derechos de los pueblos ind¨ªgenas, que se va con la certeza de que los duros de derecha bloquearon la presencia de los zapatistas en el pleno del Congreso y con ello la posibilidad de reanudar el di¨¢logo de paz.
La noticia cogi¨® desprevenidos a sus seguidores, que apenas un d¨ªa antes dec¨ªan que estaban listos para el tiempo que fuera necesario, que la lucha era hasta lograr los derechos para los cerca de 10 millones de mexicanos que son reconocidos como ind¨ªgenas.
Pero ahora el reloj comenz¨® la cuenta a tras, los zapatistas se van el viernes -si no hay contra orden-, los campamentos solidarios deben ser desmantelados, ya son pocos los extranjeros que siguen en pie de lucha, los italianos Monos Blancos ya se marcharon, lo mismo que decenas de espa?oles, franceses y gente de otras nacionalidades. Quedan los mexicanos, en su inmensa mayor¨ªa pobres que fueron arrastrados por las palabras de los zapatistas en su "marcha por la dignidad".
Como hongos brotaron en el campo de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico. All¨ª se abrigaron solidarios bajo algunas tiendas de campa?a y muchas chabolas levantadas con hules, tablas y cartones por cientos de simpatizantes del EZLN durante 10 d¨ªas.
Extranjeros y mexicanos compartieron el pan y la sal, recibieron el apoyo de los habitantes de la ciudad de M¨¦xico. El Aguascalientes (nombre de los centros pol¨ªtico-culturales zapatistas) Espejo de Agua de la Universidad se pobl¨® en un d¨ªa, el 11 de marzo, con m¨¢s de 1.000 simpatizantes de los rebeldes.
Pero fue perdiendo a sus hu¨¦spedes conforme pasaron los d¨ªas. Algunos ind¨ªgenas volvieron "a informar a las comunidades", dec¨ªa Juan Sandoval, un ind¨ªgena cora del norte de M¨¦xico. "Hay que volver y cargar pilas, divulgar el mensaje zapatista", contaba Mart¨ªn Sorrivas, un joven estudiante de econom¨ªa de la Universidad de Los Angeles (EEUU).
Los extranjeros llevan en sus mochilas "la energ¨ªa que nos da la lucha por la causa de los despose¨ªdos, comenzando por los ind¨ªgenas mexicanos y de los que nada tienen en otros lugares. Somos ahora m¨¢s fuertes, pues sabemos que hay gente que se preocupa por la humanidad sin importar el color de su piel o sus ideas", dec¨ªa emocionada Rossana Gonz¨¢lez, una argentina que vive desde hace varios a?os en la ciudad mexicana de Guadalajara.
En medio de la ola zapatista, los simpatizantes extranjeros recibieron apoyo de grupos sociales y estudiantiles, pero tambi¨¦n cr¨ªticas de sectores de la prensa, entre la cual son llamados "la mugrosidad civil", sobre todo despu¨¦s de que se dieron varios altercados cuando funcionaron como guardias de seguridad de la caravana.
Muchos de estos internacionalistas solidarios sufrieron males gastrointestinales, respiratorios, carencia de agua y alimentos, pues el apoyo de los habitantes de la urbe mexicana no fue como cuando hay alguna tragedia natural -terremotos o deslaves- ocasiones en las que la ayuda llega por montones. Ahora fue a cuenta gotas, como lo demuestran los numerosos llamamientos hechos por los encargados del acopio de v¨ªveres y medicinas.
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