Una sesi¨®n de entrenamiento
Como tienen ya muy cerca dif¨ªciles compromisos -Sevilla y la Feria de San Isidro est¨¢n al caer-, los toreros tienen que entrenarse. En esa tarea de procurarse una buena preparaci¨®n tienen que hacer como los futbolistas. Y se la buscan con corriditas como ¨¦sta de Guadalajara, donde los toretes no se comen a nadie, y el p¨²blico, benevolente y facil¨®n, tampoco.
Los que apenas entrenaron fueron los picadores. Estos varilargueros de ahora no se suelen emplear mucho, tal como est¨¢n saliendo los toros hace ya tiempo. En la sesi¨®n de entrenamiento de ayer, salieron a colocar un ¨²nico puyazo -es un decir- en el morrillo -tambi¨¦n es un decir- del torito y luego se retiraron 'a trotecito lento' hasta la pr¨®xima sesi¨®n.
Joselito se entren¨® con un torito f¨¢cil y otro m¨¢s complicado. El f¨¢cil era un eralote totalmente tullido al que pas¨® a la ver¨®nica sin obligarle mucho. Tras el simulacro de la suerte de varas, el animalejo se peg¨® una costalada. Luego, Joselito lo cuid¨® por alto, acompa?¨® los escasos viajes del bichito desde prudente y larga distancia, abus¨® del pico del enga?o y apur¨® los 10 minutos que debe durar una faena, hasta lograr que el torito se pusiera gazap¨®n. '?Qu¨¦ pena!', dec¨ªan sus incondicionales. Y tanto.
El cuarto fue un torito veleto, que esper¨® en banderillas, recul¨®, dio tornillazos y se puso enseguida a la defensiva durante la faena de muleta. No se confi¨® Joselito y tampoco intent¨® dominarlo. Frente al picante del animal volvi¨® a colocarse en prudente lugar y a meterle el pico. Y tras un macheteo de pit¨®n a pit¨®n dio por terminada su sesi¨®n de entrenamiento.
Para sus pr¨¢cticas preparatorias tuvo Finito de C¨®rdoba un novillejo sin trap¨ªo, al que no picaron, que se comport¨® con mucha nobleza. Finito se entren¨® con ¨¦l a base de mucho destoreo de pierna atr¨¢s hasta que se decidi¨® por tomar los senderos de la verdad y se puso de frente para llevarlo toreado muy suavemente al natural. Su segundo oponente fue un manso rebrincado que no pasaba y al que Finito trat¨® como si fuera un borrego. El toro termin¨® ech¨¢ndose, de puro descastado.
Al entrenamiento de Morante colaboraron un torete que tardeaba y se quedaba muy corto y otro que se emple¨® un poquito, hasta terminar rajado. Le sirvieron para demostrar que es un diestro con la t¨¦cnica suficiente para meter en la muleta al toro tard¨®n y para hacer las cosas con gusto y arte en el ¨²ltimo, que result¨® manejable. Lentas y solemnes sus ver¨®nicas a ese sexto, aromadas de sevillan¨ªa sus trincherillas en ambos oponentes. Pl¨¢stico y sentido alg¨²n pase natural. Pero, en conjunto, no redonde¨® ninguna faena. Y a la hora de matar, un verdadero desastre. Le falt¨® un tris para que le echaran al corral el ¨²ltimo toro. Como la faena hab¨ªa tenido momentos brillantes, aunque pec¨® de superficial, el p¨²blico le toc¨® las palmas despu¨¦s de que pasara sus apuros con el estoque. A los espectadores les hab¨ªa quedado el recuerdo de la torer¨ªa de algunos momentos de su labor, que Morante tuvo el acierto de ofrec¨¦rsela al maestro Curro V¨¢zquez que ocupaba un burladero del callej¨®n.
Babelia
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