La extra?a medicina de Mariquilla
De modo y manera que el pr¨ªncipe, disfrazado de encajero, consigue un beso de Mariquilla por el m¨®dico precio de una pieza de su mercanc¨ªa. (Cada cual imagine lo que quiera). Y el debate l¨ªrico que ambos sostienen lo gana, de momento, el heredero de la corona, que se ve no tiene mayor ocupaci¨®n que la de salir 'todas las tardes a cazar palomas', seg¨²n ve¨ªamos en la versi¨®n de Arjonilla (Ja¨¦n). Resumiendo, pues, el di¨¢logo aumentativo de este cuento, totalmente incorrecto, va m¨¢s o menos as¨ª: 'Ni?a que riegas las albahacas, ?cu¨¢ntas hojitas tiene la mata?'. 'Ust¨¦ que sabr¨¢ de le¨¦ y escrib¨ª y de cont¨¢, ?cu¨¢ntas estrellitas tiene el cielo y arenitas tiene el m¨¢?'(Galaroza). 'Y el beso del encajero, ?estuvo malo o estuvo bueno?' (Varias versiones).
As¨ª las cosas, nuestra despabilada hero¨ªna no tendr¨¢ m¨¢s remedio que urdir su contravenganza. ?sta consistir¨¢, primero, en no volver a salir a la ventana (o a la azotea) a regar la mata de albahacas; con lo que el pr¨ªncipe enfermer¨¢ de lo ¨²nico que enferman los pr¨ªncipes de cuentos: de mal de amores. Luego, disfraz¨¢ndose ella tambi¨¦n, pero de m¨¦dico. Un m¨¦dico famos¨ªsimo, seg¨²n hace cundir por los aleda?os del palacio, hasta que llega a los o¨ªdos del rey y la reina, que de inmediato contratan al presunto galeno para que cure a su hijo. ?ste yace suspiroso en su lecho. Ay, se?or. ?Y qu¨¦ extra?a medicina la que Mariquilla, en la soledad de la c¨¢mara real, administra al doliente! Seg¨²n las diferentes versiones acopiadas, la escena tendr¨ªa lugar, m¨¢s o menos, en estos t¨¦rminos: 'Usted est¨¢ enamorado de alguna mocita'. 'S¨ª, ?esa pu?etera ni?a me tiene malo!'. 'Pues eso s¨®lo se le cura meti¨¦ndole una cosita...por la parte de atr¨¢s'. '?Un supositorio?' 'Un poquito m¨¢s grande que un supositorio'. Dicho y hecho, con singular maestr¨ªa y rapidez, la ni?a introducir¨¢ un descomunal r¨¢bano por semejante sitio.
Al pr¨®ximo encuentro de los dos, el di¨¢logo, siempre in crescendo, habr¨¢ ganado este otro ripio, a continuaci¨®n de '?y el beso del encajero, estuvo malo o estuvo bueno?': 'Y el r¨¢bano por el culo, ?estuvo blando o estuvo duro?'.
En este punto de tan edificante relato, difieren sutilmente las versiones, ponderando ora la madurez, ora el tama?o del tub¨¦rculo. Menudencias. (Ni que decir tiene que en muchas versiones contrastadas, la perversa hortaliza es meramente un nabo, lo que sin duda resulta bastante m¨¢s chocarrero y hasta procaz. Nosotros, en aras del buen decir, lo dejaremos en r¨¢bano).
El caso es que ya la tenemos liada. Cuando el pr¨ªncipe, herido tambi¨¦n en su amor propio, repara en qui¨¦n ha sido la causante del desafuero contra sus reales posaderas, tramar¨¢ nueva venganza. Pero, esta vez, con el concurso del rey, que ha tomado cartas en el asunto, como no pod¨ªa ser menos. Los asuntos de Estado son as¨ª.
A esto, que ya ha vuelto de su viaje el padre de las tres ni?as que riegan las albahacas, con lo que se impone la otra variante, algo menos extendida en Andaluc¨ªa. Aquella en que todo se inicia con la prohibici¨®n de este padre, celoso de la doncellez de sus hijas, de que abran la puerta a nadie, mientras ¨¦l se halle ausente. Y con el s¨®lo alivio de asomarse al balc¨®n para regar la dichosa macetita.
Conque va el rey y manda llamar al padre de las tres mocitas, y le dice... (Bueno, tendremos que averiguarlo la pr¨®xima semana. Hoy, contra todo pron¨®stico, se nos ha acabado tambi¨¦n el espacio).
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