Fern¨¢ndez ?lvarez retrata a Jovellanos tras triunfar con Felipe II y Carlos V
El historiador muestra la Espa?a del siglo XVIII a trav¨¦s del pol¨ªtico de la Ilustraci¨®n
'Creo', comentaba ayer este historiador, a quien casi todo el mundo llama don Manuel, 'que la buena acogida de las biograf¨ªas hist¨®ricas en los ¨²ltimos a?os responde a una sed de muchos espa?oles por hallar respuestas a preguntas que se plantean sobre nuestra historia. Claro que me alegro del auge de este tipo de libros, pero el fen¨®meno editorial tambi¨¦n obedece a las lagunas en el sistema educativo que han padecido muchos aficionados a la historia de Espa?a. La gente culta no ha encontrado satisfacci¨®n a su inter¨¦s durante los a?os escolares o universitarios'. Firme partidario de ser a un tiempo riguroso y sugerente, exigente y ameno, Manuel Fern¨¢ndez ?lvarez (Madrid, 1921) se ha negado siempre a la hora de escribir a desplegar 'alardes de erudici¨®n'.
'He pasado muchos a?os de mi vida', explica, 'en archivos y bibliotecas, copiando documentos, buscando fuentes hist¨®ricas. Pero mi obligaci¨®n y mi pasi¨®n apuntan a las p¨¢ginas bien escritas, a que los personajes hist¨®ricos nos hablen a los lectores de hoy'. Se intuye una sonrisa al otro lado del tel¨¦fono cuando este miembro de la Real Academia de la Historia declara: 'Es cierto que me he hecho famoso en los ¨²ltimos tiempos, pero a mi edad ya se relativiza todo. Adem¨¢s, ya se encarga mi familia de bajarme de las nubes'.
Etapa poco conocida
Le duele de coraz¨®n y de cabeza a Fern¨¢ndez ?lvarez que un pol¨ªtico como Gaspar Melchor de Jovellanos (Gij¨®n, 1744-Puerto de Vega, Asturias, 1811), figura clave del siglo XVIII espa?ol, sea un absoluto desconocido para el gran p¨²blico. 'Hasta hace poco, el Museo del Prado no contaba para la venta con diapositivas del magn¨ªfico retrato que Goya hizo de Jovellanos porque los visitantes no las ped¨ªan. De cualquier modo, el siglo XVIII es una etapa poco conocida'.
Como ya hiciera en sus anteriores biograf¨ªas de reyes del siglo XVI, en Jovellanos, el patriota, todas ellas publicadas por la editorial Espasa, Fern¨¢ndez ?lvarez no se limita a retratar el perfil del pol¨ªtico ilustrado. Por las p¨¢ginas del libro desfila la vida cotidiana de la segunda mitad del siglo XVIII -desde las posadas a las fiestas pasando por los viajes, la gastronom¨ªa o las costumbres amorosas- junto a las intrigas de la Corte, los ambientes de la entonces incipiente Administraci¨®n p¨²blica o el estallido de la guerra de la Independencia.
Fern¨¢ndez ?lvarez sostiene que Jovellanos 'representa lo mejor que pudo ser nuestro siglo XVIII'. ?Por qu¨¦ s¨®lo pudo? 'El despotismo ilustrado', aclara el historiador, 'afront¨® un problema grave porque surg¨ªa en el seno de monarqu¨ªas hereditarias. Por tanto, el ¨¦xito de las reformas depend¨ªa de la voluntad del rey y de los gobernantes. As¨ª, Jovellanos experiment¨® el cambio de un monarca m¨¢s aperturista como Carlos III a un sucesor tan mediocre y nefasto como Carlos IV, apoyado por una reina tan perversa como Mar¨ªa Luisa de Parma. Jovellanos se equivoc¨® al pensar que el empuje de las reformas de los ilustrados ser¨ªa m¨¢s fuerte que los monarcas. Al fin y al cabo, este pol¨ªtico ilustrado representa el quiero y no puedo, las contradicciones del siglo XVIII'.
Falta de audacia
Encari?ado con su biografiado, al que sigue por Asturias y por Castilla, por la Sevilla de su juventud como magistrado, por los triunfos en la Corte madrile?a, por el destierro mallorqu¨ªn y por las penurias de la guerra contra el franc¨¦s, Fern¨¢ndez ?lvarez reprocha a Jovellanos su falta de audacia. 'En algunos momentos de su vida', se?ala el bi¨®grafo, 'Jovellanos se resigna demasiado. Desde la distancia hist¨®rica dan ganas de empujarlo en algunos periodos'.
Mucho m¨¢s reformista que revolucionario, Gaspar Melchor de Jovellanos fue, sin duda, un hombre de su tiempo. 'Tuvo claro', relata el historiador, 'que la revoluci¨®n industrial iba a alumbrar una nueva econom¨ªa y formas distintas de los usos sociales. Como buen ilustrado, la modernizaci¨®n de las obras p¨²blicas y de la t¨¦cnica y el fomento de la educaci¨®n aparecen como sus dos objetivos preferentes. Esta convicci¨®n explica que Jovellanos fuera una persona de formaci¨®n humanista, pero a la vez impulsara el estudio de la miner¨ªa en Asturias y la creaci¨®n, por ejemplo, del Instituto de Mineralog¨ªa y N¨¢utica'.
Perteneciente a la nobleza asturiana, el racionalismo de Jovellanos, que lleg¨® a ser ministro de Gracia y Justicia con Carlos IV, le llev¨® a resumir de este modo su filosof¨ªa: 'La posteridad no me juzgar¨¢ por mis t¨ªtulos, sino por mis obras'.
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