La anomal¨ªa italiana
Abierta la campa?a electoral, si las encuestas no se equivocan, en Italia est¨¢ a punto de volver a consumarse el pr¨®ximo 13 de mayo una preocupante anomal¨ªa democr¨¢tica. El previsto triunfo de Silvio Berlusconi puede quebrar las reglas normales en una democracia por tres razones principales: porque es el hombre m¨¢s rico del pa¨ªs (y el tercero de Europa), seg¨²n la lista de la revista Forbes, que le atribuye una fortuna de 13.000 millones de d¨®lares; porque posee un importante grupo de medios de comunicaci¨®n, incluida la principal televisi¨®n privada, y porque, adem¨¢s, en una alianza llamada nada menos que la 'Casa de las Libertades', va de la mano principalmente de la Liga del Norte, de Umberto Bossi, y de la Alianza Nacional, de Gianfranco Fini, que nada tienen que envidiar en xenofobia y antieurope¨ªsmo al partido del austriaco Haider. Aunque Berlusconi puede estar bien tranquilo, si gana, respecto a la posibilidad de sanciones de los otros 14 pa¨ªses de la UE, al estilo de las que suscit¨® la entrada del partido de Haider en el Gobierno de Viena, Italia sigue siendo uno de los grandes.
La perspectiva de una victoria de Berlusconi resulta sumamente perturbadora para Italia y para el sentido de la democracia en Europa. La suma de sus medios de comunicaci¨®n privados y del control de los p¨²blicos puede desequilibrar la pluralidad medi¨¢tica en Italia. Y se puede dar la situaci¨®n de que su Gobierno tenga que decidir sobre licencias o privatizaciones -estas ¨²ltimas, elemento central de su oferta electoral- que interesen a su grupo privado. No hay parang¨®n de esta situaci¨®n en el mundo democr¨¢tico.
Tambi¨¦n cabe preguntarse por las responsabilidades del centro-izquierda, unido en la coalici¨®n de El Olivo, en la v¨ªa libre que se abre ante Berlusconi, adem¨¢s de no conseguir aprobar a tiempo la ley sobre conflictos de intereses que le hubiera frenado. En principio, los resultados econ¨®micos de su gesti¨®n han sido buenos. Italia, pese a todos los augurios, ha ingresado en el euro y crece a un ritmo aceptable. Pero, debido a tensiones internas, ha devorado en una legislatura a tres primeros ministros -Prodi, D'Alema y Amato- para acabar presentando a un candidato nuevo, Francesco Rutelli, el popular alcalde de Roma. En 1996, El Olivo supo movilizar con destreza el voto ¨²til y utilizarlo en las circunscripciones clave. Esta vez, Rutelli corre cuesta arriba, en una campa?a de momento dominada por los mensajes simplistas de la derecha: reducci¨®n de impuestos, que puede llevar a Italia a entrar en conflicto con las reglas de d¨¦ficit presupuestario de la zona euro; m¨¢s descentralizaci¨®n, pese a la oposici¨®n de la extrema derecha de Fini, y mano dura ante la inmigraci¨®n, una orientaci¨®n que el centro-izquierda tiene dificultades para contrarrestar.
El resultado es que, ante estas elecciones, Italia est¨¢ dividida en dos: los partidarios de Berlusconi, de un lado, y del otro, El Olivo, que ha gobernado en esta ¨²ltima legislatura, anormalmente larga para lo que es la pol¨ªtica italiana. En 1994, los pocos meses del Gobierno de Berlusconi acabaron por decisi¨®n de Bossi, m¨¢s preocupado porque Il Cavaliere le comprara sus diputados que por las diferencias de opini¨®n pol¨ªtica. El propietario del club de f¨²tbol Milan, tras perder las elecciones de 1996 frente a El Olivo, parec¨ªa acabado. Pero no ha perdido el tiempo desde entonces. Ha construido un verdadero partido -Forza Italia-; ha ido superando o sorteando los procesos abiertos contra ¨¦l por corrupci¨®n -como el que desde Espa?a se le ha incoado por faltas de gesti¨®n de Telecinco-, y se ha labrado una imagen moderada ingresando en el Partido Popular Europeo, donde cada vez pesa menos la Democracia Cristiana y m¨¢s la derecha popular. Un certificado de buena conducta que debe mucho a los avales de su ¨²nico claro aliado en la UE, el presidente del Gobierno espa?ol, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
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