Aznarato
Hace poco almorc¨¦ con un amigo de fe social-liberal, cuyo juicio aprecio sobremanera, y comenzamos a cotillear de pol¨ªtica, como no pod¨ªa ser menos. Que si el aznarato peligra tras romper Aznar con Rato, a rebufo de la ruptura de Endesa con Iberdrola. Que si la fatiga de Aznar por la crisis de las vacas locas se ha resuelto delegando su poder en su infatigable valido, el virrey Rajoy. Que si merecer¨ªa la pena que ganase Mayor Oreja los comicios vascos. Y as¨ª sucesivamente, seg¨²n suele suceder al confraternizar. Pero con la deriva de la charla lleg¨® un momento en que mi amigo se puso fiero, plant¨® cara y me cant¨® las cuarenta: 'Est¨¢is perdiendo la ecuanimidad', me espet¨®. Y a continuaci¨®n cit¨® el ya famoso art¨ªculo que Juan Goytisolo public¨® aqu¨ª, Vamos a menos (EL PA?S, 10-1-2001), sobre el sectarismo cultural en que est¨¢ incurriendo Espa?a, sin que quepa descartar a este peri¨®dico. 'Pues bien', afirm¨® mi amigo, 'ese sectarismo no es s¨®lo cultural sino tambi¨¦n pol¨ªtico. Vuestra sesgada l¨ªnea de opini¨®n antiaznarista no es en absoluto objetiva, sino que abusa de truculentos tremendismos ret¨®ricos. Y t¨² sobre todo', concluy¨® airado, 'pues a ti no te puedo excusar'.
A solas tras la sobremesa, no pude menos que hacer examen de conciencia. ?Estoy siendo ecu¨¢nime con mis cr¨ªticas al r¨¦gimen de Aznar? Como independiente, aunque simpatice con el centro izquierda, debo mantener no la neutralidad pero s¨ª la imparcialidad, sin caer con mis cr¨ªticas en los golpes bajos, los trucos sucios ni hacer trampas. Y cuando la pasi¨®n ret¨®rica me impulse a extralimitarme, debo rectificar. As¨ª que me promet¨ª a m¨ª mismo ofrecer p¨²blicas explicaciones en honor a mi amigo, cosa que hago con estas l¨ªneas, que intentan ofrecer un juicio ponderado, objetivo y ecu¨¢nime sobre la ejecutoria de Aznar. Olvid¨¦monos por un momento tanto de sus panegiristas, que lo comparan con Bismarck y Churchill, como de los detractores que hacemos de ¨¦l un Fujimori o un Putin. Mirado con fr¨ªos ojos de analista anglosaj¨®n, ?qu¨¦ balance arrojar¨ªa el aznarato?
El resultado material de su ejercicio del poder es inequ¨ªvocamente positivo en t¨¦rminos de estabilizaci¨®n pol¨ªtica y sobre todo econ¨®mica. Es verdad que la coyuntura internacional le fue favorable durante su primera legislatura, y que s¨®lo ahora, con recesi¨®n y crisis agr¨ªcola, podr¨¢ evaluarse la solidez de dicha estabilidad. Pero a juzgar por el nivel de confianza que despierta en los mercados y en los c¨ªrculos profesionales dom¨¦sticos y for¨¢neos, lo cierto es que la autoridad de Aznar parece incontestable, pese a la antipat¨ªa que provoca su imagen. Y si se quiere concretar en logros espec¨ªficos este balance, he aqu¨ª sus dos grandes ¨¦xitos. El primero es lo que cabe llamar la reconquista de Espa?a, con su firmeza antiterrorista que ha provocado el reflujo del nacionalismo perif¨¦rico hoy en retirada, invirtiendo su flujo ascendente iniciado con la transici¨®n. Y el segundo consiste en haber animado la creaci¨®n de un pujante esp¨ªritu empresarial schumpeteriano, cuya vanguardia la forman los nuevos conquistadores que est¨¢n ocupando posiciones de control en los mercados latinoamericanos.
Pero estas proezas materiales son p¨ªrricas dado su elevado precio a pagar, en t¨¦rminos no tanto morales como formales. El pragmatismo est¨¢ muy bien pero la calidad de los procedimientos resulta m¨¢s importante, pues la seguridad jur¨ªdica siempre debe prevalecer. Como demostr¨® el premio Nobel de Econom¨ªa Douglass North, la eficiencia de los mercados exige instituciones imparciales. Y en este aspecto, la ejecutoria intervencionista de Aznar ha sido una continua arbitrariedad discrecional. As¨ª lo revelan ejemplos tales como la frustrada fusi¨®n el¨¦ctrica, el forzado indulto a Lia?o o la Ley de Extranjer¨ªa. Lo cual resulta peligroso, por m¨¢s que lo tolere un electorado carente de cultura c¨ªvica, que no sabe valorar el principio del universalismo jur¨ªdico. Es la m¨¢s perversa consecuencia de una inercia hist¨®rica que hace de la nuestra una democracia delegativa, donde los votantes aplauden sin rechistar las arbitrariedades de sus caudillos.
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