Un mont¨®n de palabras por la necesidad de no perder la vida
Valente es Valente. Gil de Biedma es Gil de Biedma. Y Brines es Brines. El bosque de la generaci¨®n de los cincuenta muchas veces ha impedido ver y comprender la radical individualidad de cada uno de los ¨¢rboles. Ahora Francisco Brines entra en la Real Academia y se reconoce as¨ª una obra que no hace mucho aparec¨ªa reunida en un ¨²nico volumen, publicado por Tusquets, con el t¨ªtulo de Poes¨ªa completa. Ensayo de una despedida. No hay tal despedida por lo que se ve, m¨¢s bien una nueva llegada. Otro paso, mejor dicho, en la trayectoria de un poeta que se estren¨® en 1959 con Las brasas. A partir de ah¨ª, vino la sucesi¨®n de distintos libros y, de tanto en tanto, los premios que confirmaban la singularidad de una voz, de la que se ha destacado su tono elegiaco y su honda melancol¨ªa.
El propio Brines se reconoci¨® como parte de una larga tradici¨®n, de la que destacaba los nombres de Jorge Manrique, Garcilaso o Quevedo, y entre los m¨¢s cercanos, los de Machado, Azor¨ªn, Juan Ram¨®n y Cernuda. Las sombras y la luz, el cansancio de la noche, el humo de la vida, el paso de los d¨ªas y las exigencias de la carne, el vac¨ªo, la nada, las fugitivas huellas de las ciudades y la infinita variedad de la naturaleza: de todo ello hay en sus versos, como en aquellos en los que escribi¨®: 'No tuve amor a las palabras; / si las us¨¦ con desnudez, si sufr¨ª en esa busca, / fue por necesidad de no perder la vida, / y envejecer con algo de memoria / y alguna claridad' (de El porqu¨¦ de las palabras).
Virtudes y pecados
En una ya vieja entrevista que public¨® la revista Cuervo, y que Brines facilit¨® para que se transcribieran unos fragmentos a Pr¨®logo, otra publicaci¨®n ya desaparecida y de donde se recogen ahora sus palabras, dec¨ªa: '?Y qu¨¦ es lo que no he hecho y me hubiese gustado hacer? Si tuvi¨¦semos m¨¢s vidas, cabr¨ªa plantearse detenidamente la pregunta. Pero con una sola, y visto c¨®mo la atropella el tiempo, bueno est¨¢ lo bueno y bueno est¨¢ lo malo. Como s¨®lo queda envejecer, no hay que detenerse a mirar bobamente atr¨¢s, porque el presente no hay que perderlo, ya que siempre es el momento de mayor juventud todav¨ªa posible. Pero vaya una respuesta: muchas veces he pensado que deb¨ª haber hecho muchos m¨¢s actos virtuosos y que tambi¨¦n me he quedado corto en los pecados. Llamo virtud a lo que pacifica y serena, d¨¢ndome plenitud; pecado a lo que me da esa plenitud, desde la exaltaci¨®n del esp¨ªritu o la carne'.
Bueno est¨¢ lo bueno y bueno est¨¢ lo malo. Un ¨²nico y min¨²sculo testimonio de ese hombre sencillo que ahora ingresa en la Real Academia y que lleva ya tantos a?os buscando en su poes¨ªa, que 'naci¨® del amor a la vida' como reconoc¨ªa tambi¨¦n en aquella entrevista, un poco de memoria y otro poco de claridad para ir sorteando las complicaciones del presente. Ah¨ª sigue impert¨¦rrito ese caballero, Francisco Brines: 'Mirad al sigiloso ladr¨®n de las palabras, / repta en la noche fosca, / abre su boca seca, y est¨¢ mudo'. Enhorabuena.
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