Pan y circo
Bien sabe el gobernante que al pueblo hay que darle comida y entretenimientos, pues la masa no quiere sino 'pan y circo', como declam¨® en sentencia lapidaria Juvenal. De ah¨ª que en Roma y en todas las grandes ciudades del imperio proliferaran los circos y los anfiteatros, cuya construcci¨®n costeaban los emperadores o los ciudadanos acaudalados. De todos los espect¨¢culos, sin embargo, el preferido por los romanos fue el circo, esto es, las carreras de caballos tan excelentemente recreadas en la pel¨ªcula Ben-Hur. Los hermosos mosaicos de Barcelona y de M¨¦rida representan la escena, d¨¢ndonos los nombres de los caballos: Iluminador, Famoso, Espumeante, Reinador...
El funcionamiento del mundillo circense recuerda extra?amente la organizaci¨®n de nuestra Liga de f¨²tbol. Hab¨ªa varios clubes o 'facciones', que se distingu¨ªan por el color de la camiseta: los 'verdes', los 'colorados', los 'azules', los 'rojos', los 'blancos'. Cada club ten¨ªa sus propios aficionados, que con frecuencia rozaban el fanatismo, aclamando con rugidos el ¨¦xito de los suyos. En el cementerio de Cartago se han encontrado los conjuros que escrib¨ªan en plomo los hinchas contra los carros de la facci¨®n contraria, dese¨¢ndoles que se estrellaran con la meta o chocaran con otro carro (el llamado curiosamente 'naufragio'). Ner¨®n sent¨ªa predilecci¨®n por los verdes, por lo que las victorias de ¨¦stos fueron achacadas a la parcialidad del emperador. Pero los triunfos de los verdes continuaron despu¨¦s de la muerte de Ner¨®n; tambi¨¦n el Real Madrid sigui¨® acumulando trofeos tras la desaparici¨®n de Franco.
Los aurigas famosos, como los futbolistas actuales, eran tenidos en palmitas. A Escorpo, de la ¨¦poca del emperador Domiciano, se le dedicaron varios bustos dorados. Otro conductor famoso fue Gayo Apuleyo Diocles, un hispano de la Lusitania, que muri¨® a los 42 a?os. Durante los 24 a?os que dur¨® su carrera, empezada en el 122, Diocles gui¨® todos los tiros posibles (de uno, dos, tres, cuatro, seis, hasta de siete caballos), a veces -m¨¢xima chuler¨ªa- sin l¨¢tigo. Ocup¨® el primer puesto y venci¨® 834 veces; logr¨® hacer 'centenarios' (es decir, triunfadores en cien carreras) a nueve de sus corceles. Diocles, un profesional, no se consagr¨® a un solo club: empez¨® con los verdes y despu¨¦s se pas¨® a los rojos, pero tambi¨¦n llev¨® la camiseta azul y blanca, seg¨²n las ofertas econ¨®micas que se le hicieran.
Las facciones circenses fueron m¨¢s que clubes, pues suplieron las veces a los partidos pol¨ªticos, inexistentes en ¨¦poca imperial. Sus estallidos fueron temibles: la revuelta de Nika en el 532 estuvo a punto de costarle el trono al emperador Justiniano, que hab¨ªa decidido sentarle la mano a los azules. Aprendamos la lecci¨®n. ?No hemos visto estupefactos c¨®mo, ante la pasividad inicial de los gobernantes, el due?o de un club de f¨²tbol fundaba una taifa a su imagen y semejanza? Los pol¨ªticos no pueden permitirse el lujo de que les coman el terreno los blancos, los azules o los verdes: por su bien y por el nuestro.
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