Un general franc¨¦s admite que tortur¨® y asesin¨® a cientos de reos en Argelia
'Era raro que llegaran vivos al amanecer'
Pocos son los protagonistas de guerras sucias que cuentan en primera persona lo que hicieron, aunque acaba de producirse una nueva excepci¨®n francesa. El general Paul Aussaresses, que hoy tiene 83 a?os y fue responsable de los servicios de informaci¨®n franceses en Argel, admite haber encabezado un escuadr¨®n de la muerte en 1956 y 1957, que tuvo el respaldo de un enviado del fallecido presidente socialista franc¨¦s Fran?ois Mitterrand, entonces ministro de Justicia, seg¨²n afirma en un libro de inminente publicaci¨®n.
"Nuestro equipo sal¨ªa cada noche hacia las ocho y nos las arregl¨¢bamos para estar de vuelta antes de medianoche, con nuestros sospechosos, para proceder a los interrogatorios. (...) La mayor parte de las operaciones conduc¨ªan a interrogatorios y otras terminaban con liquidaciones puras y simples, que se hac¨ªan sobre el terreno. (...) La tortura era utilizada sistem¨¢ticamente si el prisionero rehusaba hablar, lo cual suced¨ªa con frecuencia. Era raro que los prisioneros interrogados por la noche llegaran todav¨ªa vivos al amanecer. (...) No era posible hacerles entrar en el circuito judicial: eran demasiado numerosos y los engranajes de la m¨¢quina se habr¨ªan atascado. Por consiguiente, las ejecuciones sumarias formaban parte integrante de las tareas inevitables del mantenimiento del orden".
Aussaresses organiz¨® el asesinato del jefe del Frente de Liberaci¨®n Nacional (FLN), Larbi Ben Mhidi, para lo cual cont¨® con el aval del general Jacques Massu, la principal autoridad militar en Argel. La suerte de Mhidi "fue largamente discutida con Massu. Llegamos a la conclusi¨®n de que un proceso a Ben Mhidi no era deseable: habr¨ªa implicado repercusiones internacionales". "Aislamos al prisionero en una habitaci¨®n ya preparada (...) y con la apoyo de mis ayudantes le ahorcamos de una manera que se pudiera pensar en un suicidio".
Hasta llegar a este grado de "eficacia" represora, Aussaresses hab¨ªa recorrido un largo camino. Tras abrazar la causa del general De Gaulle durante la ocupaci¨®n nazi de Francia, en 1942, entr¨® en el servicio secreto y fue entrenado para "forzar las cerraduras, matar sin dejar huellas, mentir, ser indiferente a mi sufrimiento y al de los otros, olvidarme y hacerme olvidar. Todo esto por Francia". Ten¨ªa 35 a?os cuando fue destinado a Phlipppeville (Argelia), donde se produjo una oleada de atentados, en junio de 1955, que ¨¦l se tom¨® "como una ofensa personal y una provocaci¨®n". Fue as¨ª como comenz¨® a torturar a detenidos y mat¨® al primero: "El tipo muri¨® sin decir nada. Yo no pens¨¦ en nada, ni tuve remordimientos de su muerte. Lo ¨²nico que lamento es que no hubiera hablado antes de morir" .
Despu¨¦s, la escalada. Capturado un grupo de fellaghas (guerrilleros del FLN), junto con varios obreros de una mina que se supon¨ªa hab¨ªan ayudado a aquellos, fueron todos ejecutados sin contemplaciones: "Me daba igual: hab¨ªa que matarlos, eso es todo, y yo lo hice". Y finalmente, la batalla de Argel. Tras las ¨®rdenes dadas al general Massu para que extirpara el terrorismo, se organiz¨® el escuadr¨®n de la muerte del entonces capit¨¢n Aussaresses con el que hizo su guerra nocturna contra el FLN, llena de "ejecuciones sumarias".
Cita una reuni¨®n de su jefe, el general Massu, con el entonces ministro de la Guerra, Max Lejeune, a quien aquel le coment¨® que hab¨ªan detenido a "un grupo de terroristas" y se preguntaba si valdr¨ªa m¨¢s "entregarlos a la justicia o liquidarlos". El ministro explic¨® al general que hab¨ªan estado a punto de echar al mar un avi¨®n que transportaba a Ben Bella, el l¨ªder del FLN; no lo hicieron porque descubrieron que la tripulaci¨®n del avi¨®n era francesa, pero ¨¦l opinaba que a Ben Bella deb¨ªan "haberle matado", siempre seg¨²n la versi¨®n del hoy octogenario general, quien atribuye a esa entrevista el valor de haber despejado todas las dudas sobre la cobertura del Gobierno a las ejecuciones.
El autor de esta confesi¨®n no lo hace por descargar su conciencia, sino para dejar claro que todo cuanto se hizo fue en nombre de la Rep¨²blica. El libro aparece como respuesta a la corriente de revisi¨®n hist¨®rica de aquellos hechos, que se ha generado en Francia desde hace seis meses. Tanto el actual jefe del Estado, Jacques Chirac, como el primer ministro, Lionel Jospin, han descartado hasta ahora que esa revisi¨®n deba dar origen a un arrepentimiento colectivo. Pero la aparici¨®n del libro ha impulsado al diario Le Monde a pedir un juicio sobre hechos "contrarios a todas las leyes humanas, comprendidas las de la guerra", que fueron ordenados y planificados por "un Gobierno de la Rep¨²blica".
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