Abuso de poder
Llu¨ªs Llach domina varios palos espl¨¦ndidamente. Se mueve con fluidez metaf¨ªsica en los terrenos de la ¨¦tica, chatea exquisitamente con la l¨ªrica, coquetea gentilmente con el gospel y el jazz, con la balada, el panfleto, la iron¨ªa, el desatino de amor, la melancol¨ªa, los jardines del alma. Hablando en plata, Llach es muy bueno. De igual modo que, seg¨²n dicen, ocurre con los ¨¢ngeles, cada vez canta mejor. Se pudo comprobar el mi¨¦rcoles en el primero de sus conciertos madrile?os. Es due?o y se?or de una voz barroca y c¨¢lida, que ¨¦l sabe convertir en montaraz cuando se lo pide el alma o las partes bajas. Ahora bien, le sobra doctrina y abusa del p¨²lpito.
El concierto fue una gozada ¨¦tica y est¨¦tica, dicho sea como principio fundamental. Pero el abuso de bagaje sociocultural y pol¨ªtico le rest¨® ritmo esc¨¦nico y le inund¨® de mitin y de serm¨®n. Entre canci¨®n y canci¨®n, el artista se transmutaba en sinuoso jesuita de ejercicios espirituales, en susurrante revolucionario c¨ªnico y l¨²cido pero oneroso para el p¨²blico que, humildemente, no acude a un concierto para que le den doctrina, por muy ejemplar que ¨¦sta sea. Sobran glosas, aunque se agradece que las lleve perfectamente guionizadas en el atril del piano. Menos mal, porque, de lo contrario, las arengas distraer¨ªan la idea de lo fundamental: la inmensa categor¨ªa art¨ªstica de Llu¨ªs Llach. Pero los artistas son as¨ª, y no hay dios que se lo quite de la cabeza.
Temps de revoltes
Llu¨ªs Llach, voz y piano. Laura Almerich, guitarra cl¨¢sica, acorde¨®n y coros. Anna Comellas, violonchelo y coros. Dani Forcada, bater¨ªa y percusi¨®n. Tato Latorre, guitarra ac¨²stica y bajo el¨¦ctrico. Edith Maretsky, viol¨ªn y coros. Teatro Alb¨¦niz. Madrid, 2 de mayo.
Llach es uno de esos poqu¨ªsimos cantantes que domina el piano acompa?¨¢ndose en directo. Adem¨¢s, lo hace de forma muy eficaz. En estos conciertos, el cantante se amarra al piano de igual forma que se pod¨ªa amarrar a un amor: no lo deja. Claro que ese piano est¨¢ escoltado por unos m¨²sicos magn¨ªficos, desde la cl¨¢sica y sublime Laura Almerich hasta el percusionista Dani Forcada, pasando por Anna Comellas, Tato Latorre y Edith Maretsky. Las ovaciones fueron c¨¢lidas, intensas, emocionadas, verdaderas.
Temps de revoltes (Tiempo de revueltas) es el t¨ªtulo del espect¨¢culo y del ¨²ltimo trabajo discogr¨¢fico de Llach, una joya que tambi¨¦n es adecuada para disfrutar en soledad, aunque muchos de los temas ya eran conocidos. En Madrid se le quiere mucho y tiene fan¨¢ticos seguidores. Algunos de ellos disponen de tan sibilino sentido del humor como el cantante. Cuando interpret¨® esa bell¨ªsima y melanc¨®lica canci¨®n que lleva por t¨ªtulo Un himne per no guanyar (Un himno para no ganar), el periodista Juan Pedro Valent¨ªn susurr¨® t¨ªmidamente: '?Se estar¨¢ refiriendo al Atl¨¦tico de Madrid?'.
A veces daba la impresi¨®n de que aquello era una celebraci¨®n eucar¨ªstica. El orador se dirig¨ªa a los fieles de forma curial, jesu¨ªtica, sibilina incluso, pero con conceptos desternillantes. Llach es sublime, pero no debe abusar de su poder, o algo as¨ª. Pero que no nos falte porque, aunque no lo parezca, estamos en tiempo de revueltas. Pero que no nos mezclen las revueltas con la mesa camilla.
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