La vida en la pesadilla argentina
La mayor¨ªa de los padres de los mil alumnos de la escuela N? 168 de Ciudad Evita, en la periferia bonaerense, decidi¨® la semana pasada no mandar a clase a sus hijos por temor a que los mataran. En otro barrio que circunda la capital argentina, los vecinos se reunieron para festejar con una pancarta, gorritos de papel y matasuegras el primer cumplea?os de un profundo bache que atraviesa la calle sobre la que viven. Hab¨ªan invitado al alcalde, pero no asisti¨®.
En pleno centro del barrio de Belgrano, uno de los m¨¢s bellos de la capital, uno puede observar una peluquer¨ªa de se?oras con un guardia jurado armado con un rev¨®lver 38 Smith & Wesson; encontrarse con un muchacho que por 200 pesos al mes (menos de 40.000 pesetas) reparte la compra de un supermercado casi a medianoche; y con el propietario de un quiosco que pregunta d¨®nde est¨¢ el polic¨ªa que protege la zona porque no lo ve y le paga unos pesos para que se mantenga cerca de su local.
Son estampas de la vida cotidiana de Buenos Aires, la capital de Argentina, y parte del proceso de la desaparici¨®n de la clase media de la que ese pa¨ªs hizo gala durante d¨¦cadas frente a sus vecinos. Son im¨¢genes de la ampliaci¨®n cada vez m¨¢s r¨¢pida de la brecha entre pobres y ricos y que han creado 'las dos Argentinas'. Porque frente a la pobreza y la inseguridad de localidades como Ciudad Evita o los barrios de Saavedra o Pompeya, se levantan otros como el llamado Palermo Hollywood o Las Ca?itas, donde un litro de cerveza cuesta mil pesetas y un caf¨¦ 650. En estas zonas florecen los bares, restaurantes y tiendas de dise?o.
All¨ª viven personas que lograron zafar (que han sobrevivido a la crisis econ¨®mica o que incluso les ha ido mejor). Su ingreso medio ronda las 700.000 pesetas mensuales. Tambi¨¦n residen all¨ª los que intentan zafar con unos ingresos de en torno a 300.000 pesetas. Estos ¨²ltimos, la clase media, son la mayor¨ªa y hacen malabarismos para mantener su nivel de vida. Son los que caminan por una cuerda floja y, si se caen de ella, saben que pasar¨¢n a engrosar las filas de los pobres, cada vez m¨¢s numerosas. Los de esta clase calculan porcentajes en segundos, conocen todas las ofertas y todos los trucos para sacar el mayor provecho de su principal arma: la tarjeta de cr¨¦dito.
La mayor¨ªa de estos argentinos compran todo con tarjeta, pero no pagan el total de lo que han gastado, sino el m¨ªnimo posible. El resto lo financia. En Argentina, esto es conocido como bicicletear los pagos, es decir, postergarlos una y otra vez, indefinidamente. Pero es una pr¨¢ctica cara. Visa, por ejemplo, cobra unos intereses cercanos a 40% anual si la deuda es en pesos y m¨¢s del 26% si es en d¨®lares. Una peque?a fortuna y la espada de Dam¨®cles que los argentinos soportan a?o tras a?o. La clase media vive al d¨ªa. Varias encuestas recientes se?alan que s¨®lo el 6% de las familias prev¨¦ ahorrar en los pr¨®ximos meses. En un pa¨ªs de casi 40 millones de habitantes s¨®lo el 25% tiene cuenta bancaria. Un ejemplo de c¨®mo se sobrevive intentando no renunciar a nada es el hecho de que muchos porte?os saben que una empresa de televisi¨®n le rebaja la cuota de abono si llaman para darse de baja porque ya no pueden pagar el servicio. Los que se enteraron por el boca a boca pagan 20 pesos, y los que no, 40.
'Yo hago malabarismo, como la mayor¨ªa, para mantener mi nivel de vida', dice Eduardo Navarro, radi¨®logo en dos hospitales porte?os, el Italiano y el Naval, 'pero trato de no endeudarme mucho con la tarjeta porque los intereses son salvajes y la mayor¨ªa de la gente no puede pagarlos. Las compa?¨ªas de tarjetas de cr¨¦dito hacen planes de pago a plazos de la deuda y, en una de esas, con esto pod¨¦s salvarte, pero es un juego muy peligroso'.
Los comerciantes, para mantener sus ventas, ofrecen planes de pago con tarjeta en dos o tres plazos. Muchos se aprovechan de la falta de efectivo de la gente y recargan hasta mil pesetas el precio de un producto si el pago es con tarjeta. Un comerciante de Barrio Norte se defiende, explica que 'el recargo es porque el impago de las tarjetas es tan alto que esas mil pesetas son algo as¨ª como una prima de riesgo'.
La morosidad sube en Argentina como la espuma. Navarro, como muchos, est¨¢ pagando su piso. 'Hace unos a?os, en la lista de los que hab¨ªamos pedido un cr¨¦dito el mismo d¨ªa hab¨ªa dos morosos entre 30, ahora hay 27', cuenta. Si se observan los anuncios por palabras del diario Clar¨ªn en el apartado autom¨®viles, muchos de los que all¨ª se ofrecen a la venta son los que se compraron con el Plan Canje de 1999, cuando el Gobierno, para apuntalar la industria automovil¨ªstica, ofreci¨® pagar 4.840 d¨®lares por la entrega de una carrocer¨ªa con motor. A cambio, hab¨ªa que comprar un coche nuevo. El plan fue un ¨¦xito, pero muchos de los que optaron por un coche mediano, tipo Fiat Palio (modelo de la marca italiana para el Mercosur), al poco tiempo ya no pudieron cumplir con los pagos por un total de m¨¢s de 10.000 d¨®lares que les faltaban para completar el precio del coche.
Inseguridad
'A m¨ª, la guita me alcanza para vivir bien. Lo que hace miserable mi vida es la inseguridad', dice Claudio Figueiras, un abogado de la Agencia Tributaria que reside en el barrio de Belgrano. 'No temo que me roben, sino que me maten... Cada vez que voy a visitar a mi madre tengo que salir del garaje de su casa a toda velocidad y ella cerrar lo m¨¢s r¨¢pido posible la puerta. Esto se me hace insoportable y no quiero vivir en una nueva Colombia, antes me voy a Espa?a'.
Figueiras vive en un edificio con videoportero. Hace poco, su comunidad de vecinos plante¨® la posibilidad de contratar un vigilante. 'Yo me opuse', dijo Figueiras, 'no voy a pagar para que me cuiden en la puerta de mi casa porque si me asaltan, lo har¨¢n a la vuelta de la esquina'.
Los atracos con v¨ªctimas mortales se multiplican en Buenos Aires y a mayor ritmo crece la sensaci¨®n de inseguridad. El Negro viv¨ªa a mediados de los ochenta en el barrio de Palermo, sol¨ªa viajar en el autob¨²s 160 hasta Almagro para ir al colegio. Su familia, entonces de clase media, vive ahora en una zona perif¨¦rica conocida como Fuerte Apache, una de las m¨¢s peligrosas de la capital. 'Yo afano, pero no quemo a nadie, los que lo hacen son los pibes de 16 a?os, que te liquidan por 10 pesos'. 'Vos me ves a m¨ª y soy chorro [ladr¨®n], pero qui¨¦n no afana en este pa¨ªs, empezando con el Gobierno o la polic¨ªa, mir¨¢ lo que pas¨® con lo del f¨²tbol'. El Negro hac¨ªa referencia a un esc¨¢ndalo que estall¨® hace unas semanas y que salpic¨® a la c¨²pula de la Polic¨ªa Federal. Varios altos cargos del cuerpo fueron procesados por estafar a los clubes contabilizando m¨¢s agentes de seguridad en los estadios de los que en realidad se enviaban. Los polic¨ªas se quedaban con el dinero extra.
La clase media teme desesperadamente ser pobre y ning¨²n pobre cree que vivir¨¢ mejor. Un viejo chiste de la ¨¦poca de la hiperinflaci¨®n, hace m¨¢s de 10 a?os, ha vuelto a estar de moda: 'La ¨²nica salida de este pa¨ªs es el aeropuerto de Ezeiza'. La diferencia es que ya nadie se r¨ªe.
El 'riesgo pa¨ªs' y la sensaci¨®n t¨¦rmica
En un caf¨¦ de la rica avenida del Libertador, en una parada de taxis de la estaci¨®n de Retiro o en un modesto hogar de Bragado, en la provincia de Buenos Aires, se habla del 'riesgo pa¨ªs' (un ¨ªndice que mide la confianza de los acreedores en la capacidad del pa¨ªs de pagar su deuda) todos los d¨ªas, a todas horas. No es extra?o que esto suceda si se tiene en cuenta que no hay informativo en radio o televisi¨®n que no termine su programa recordando en cu¨¢ntos puntos est¨¢ el 'riesgo pa¨ªs' (muchos argentinos no saben exactamente de qu¨¦ se trata, pero saben que cuanto m¨¢s elevado peor es la situaci¨®n) y la 'sensaci¨®n t¨¦rmica', es decir, la temperatura que se siente en el cuerpo al salir a la calle. Este dato es m¨¢s importante para los argentinos que aqu¨¦l que marca el term¨®metro. Algunos informativos tambi¨¦n incluyen una comparaci¨®n del 'riesgo pa¨ªs' argentino con el brasile?o o el mexicano (en general m¨¢s bajos) y la cotizaci¨®n de la moneda brasile?a, el real, porque los argentinos saben que si ¨¦sta se deprecia frente al d¨®lar eso es malo para las exportaciones nacionales.
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