Polarizaci¨®n o moderaci¨®n
La competici¨®n pol¨ªtica se produce sobre la base de distintas dimensiones de tensi¨®n o distanciamiento ideol¨®gico o program¨¢tico que dotan de identidad diferenciada a las ofertas partidistas y facilitan la identificaci¨®n con ellas de segmentos del electorado que comparten tal identidad o posici¨®n. Esto nos permite hablar de espacios pol¨ªticos y polarizaci¨®n, por la ubicaci¨®n de los mismos en un supuesto continuum, ya sea unidimensional o multidimensional, que se mueve entre dos polos virtualmente opuestos. Unas dimensiones producen mayor tensi¨®n o distanciamiento ideol¨®gico y otras menor, unas operan en el terreno ideol¨®gico-program¨¢tico y otras en el identitario. A veces se superponen y refuerzan, mientras que otras se contrarrestan.
Por lo general, en su patr¨®n m¨¢s profundo son fruto de los avatares de la modernizaci¨®n de cada sociedad, as¨ª como de la memoria hist¨®rica y la socializaci¨®n familiar. Al perderse en la rutinizaci¨®n de la consolidaci¨®n democr¨¢tica y la alternancia en el poder (es cuesti¨®n de tiempo), tal polarizaci¨®n se modera por un menor distanciamiento ideol¨®gico y un mayor pragmatismo, que, inevitablemente, facilitan el cambio de opci¨®n a los electores e imponen una din¨¢mica centr¨ªpeta a la competici¨®n. Lo contrario genera radicalizaci¨®n, inestabilidad, segmentaci¨®n de los espacios pol¨ªticos que congelan la competici¨®n y ahondan las fracturas en la estructura social, imponiendo una din¨¢mica centr¨ªfuga a dicha competici¨®n. Si lo primero puede producir una alternancia moderada entre opciones cercanas y centrales, lo segundo tiende a desembocar en un cambio, m¨¢s o menos, pendular.
En la cultura democr¨¢tica occidental, lo normal es que sea el continuum ideol¨®gico entre izquierda y derecha el que defina los espacios y la din¨¢mica de competici¨®n, m¨¢s o menos centr¨ªpeta o centr¨ªfuga. Esta dimensi¨®n est¨¢ presente en nuestra vida pol¨ªtica, definiendo las se?as de identidad, tanto de los partidos como de los propios electores. Como se ve en el gr¨¢fico, los votantes de cada partido se ubican en este continuum y definen los distintos espacios de competici¨®n en un recorrido medio de menos de cuatro puntos, que ha definido una din¨¢mica centr¨ªpeta y ha ido moderando en estos 20 a?os su distanciamiento inicial.
Lo cierto es que tal distanciamiento contrasta con la mayor moderaci¨®n media europea, cuyo recorrido dif¨ªcilmente supera los dos puntos. Aunque en todas las sociedades existen otras dimensiones de competici¨®n, m¨¢s o menos coyunturales, lo normal es que sea la identidad izquierda-derecha la que predomine. Esto no sucede as¨ª del todo en el caso vasco y, menos a¨²n, en la competici¨®n electoral auton¨®mica. En ¨¦sta, por contra, es la dimensi¨®n identitaria vasquismo/espa?olismo o independentismo/centralismo la que genera mayor distanciamiento o tensi¨®n ideol¨®gica (m¨¢s de cuatro puntos), pese a su evoluci¨®n anterior hacia la moderaci¨®n. Sin embargo, a diferencia de la dimensi¨®n ideol¨®gica, la distancia entre las dos opciones centrales que cuentan (PNV y PSE) es mayor y no ha ido a menos.
Con todo, definimos, al menos, un par de excepcionalidades en Europa. La primera es que, mientras los europeos perciben a sus partidos de referencia m¨¢s moderados que ellos mismos, los vascos tienden a ubicarlos m¨¢s radicalizados, visualizando el efecto de la polarizaci¨®n pol¨ªtica de la competici¨®n. Esto sucede en ambas dimensiones, pero especialmente y de forma creciente en el ¨²ltimo a?o en la identitaria, que es la que resulta ser m¨¢s polarizadora.
Si la consecuencia de la moderaci¨®n centr¨ªpeta es, adem¨¢s del acercamiento entre las opciones centrales, el aumento de sus apoyos electorales, la de la polarizaci¨®n centr¨ªfuga es su alejamiento y, simult¨¢neamente, el ascenso electoral de los competidores extremos o, cuando menos, colaterales, produciendo compartimentos estancos y, sobre todo, fracturas sociales y subculturales muy dif¨ªciles de soldar. Y es que esto ¨²ltimo se agrava, precisamente, por la segunda excepcionalidad: el que el principal factor de polarizaci¨®n sea el monopolio de uno de esos polos por una opci¨®n antisistema y violenta con una alta capacidad de chantaje, tanto sobre el esquema de gobernabilidad como sobre la competici¨®n electoral.
Si en 1998 la polarizaci¨®n ¨²til la encarnaron EH y PP, ahora lo hacen las coaliciones PNV-EA y PP-UA, generando un voto ¨²til de rechazo rec¨ªproco a costa del achique de los espacios de moderaci¨®n. El PSE se ha quedado solo en este ¨²ltimo, como ¨²nica garant¨ªa ¨²til del mismo y llave de la gobernabilidad. En estas condiciones, ya que la alternancia centr¨ªpeta de los competidores moderados no es la m¨¢s viable, la propia din¨¢mica de la competici¨®n aboca a un cambio pendular con muy poco margen para las preferencias y las actitudes de moderaci¨®n, que tendr¨¢n que abrirse paso.
Francisco Jos¨¦ Llera Ramo es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica y director del Euskobar¨®metro de la UPV.
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