Los talib¨¢n exhiben con orgullo el vac¨ªo dejado por los budas
Dos meses despu¨¦s de su destrucci¨®n, s¨®lo queda una leve sombra de las estatuas y montones de piedras alrededor
No hay el menor signo de remordimiento. Ning¨²n funcionario del r¨¦gimen talib parece lamentar la desaparici¨®n de los Budas gigantes de Bamiyan. Insisten con orgullo en que se trataba de su patrimonio y que ha sido una decisi¨®n basada en sus creencias religiosas. Sin embargo, altos funcionarios de la ONU y analistas lo interpretan como un mensaje a la comunidad internacional. Hoy, apenas dos meses despu¨¦s, s¨®lo queda de ellos una ligera sombra dibujada sobre el fondo de las hornacinas gigantes excavadas en la arena donde se esculpieron hace 2.500 a?os.
Karim al Nur, un miembro de la milicia talib destacado en Bamiyan, estuvo presente durante la destrucci¨®n. 'Primero dinamitaron el grande, el que est¨¢ un poco m¨¢s all¨¢', se?ala en referencia a la estatua de 55 metros de un Buda de pie, tan inusual por su postura como por su tama?o. A continuaci¨®n le toc¨® su turno al Buda m¨¢s peque?o, de 38 metros de altura. 'Se necesitaron m¨¢s de 6.000 cargas explosivas y numerosos ca?onazos', relata sin pesta?ear. Tan valiente operaci¨®n militar les llev¨® diez d¨ªas a los fan¨¢ticos seguidores del jeque Omar, a quien todos se refieren como emir al muminin (pr¨ªncipe de los creyentes).
Frente a la indiferencia de los milicianos que nos acompa?an, a Yawal, uno de los traductores, se le humedecen los ojos al contemplar el estado en que han quedado las estatuas: montones de piedras informes desparramadas sobre la ladera de la colina. Hace 30 a?os de la ¨²ltima vez que estuvo en Bamiyan. 'Entonces trabajaba en el Ministerio de Educaci¨®n y vinimos a hacer un estudio sobre la conveniencia de poner en pr¨¢ctica un sistema de concentraci¨®n escolar', recuerda sin dar cr¨¦dito al tiempo y los cambios transcurridos. M¨¢s tarde, ya en el avi¨®n de vuelta, confesar¨¢: 'El 95% de los afganos lamentamos lo ocurrido'.
Diversas fuentes consultadas en Kabul descartan que la voladura de los Budas tuviera como principal objetivo castigar a los hazaras. 'Ha sido un mensaje a la comunidad internacional; una forma de decir 'vosotros no nos hac¨¦is caso, pues mirad lo que nos import¨¢is', asegura un alto funcionario de la ONU destinado en Afganist¨¢n. 'Es una pataleta; se trata de una gente muy simplista, y su razonamiento es 'a nosotros nos castigan y a la oposici¨®n no; pues os vais a enterar', coincide en se?alar un corresponsal extranjero residente en la capital afgana.
No era la primera vez que los talib¨¢n, en una interpretaci¨®n rigorista del mandato isl¨¢mico de no venerar iconos, intentaban acabar con los Budas. Ya en 1999, cuando conquistaron la regi¨®n a la Alianza del Norte, un capit¨¢n de la milicia dirigi¨® sus ca?ones contra una de las estatuas y le desfigur¨® la cara. Al conocer la noticia, las comunidades budistas de varios pa¨ªses vecinos amenazaron con responder atacando las mezquitas en sus lugares de origen. Entonces, una oportuna fatua del jeque Omar evit¨® lo peor.
'Todo el patrimonio hist¨®rico y cultural debe considerarse como una parte integral del patrimonio de Afganist¨¢n, y en tanto que tal pertenece a Afganist¨¢n, pero naturalmente tambi¨¦n a la comunidad internacional. (...) El Gobierno talib declara que las estatuas de Bamiyan no deben ser destruidas, sino protegidas', establec¨ªa el decreto. De manera incongruente, el texto ¨ªntegro del mismo aparece en la primera p¨¢gina de la revista Farhang que Mohamed Nam Safi, director de Relaciones Internacionales del Ministerio de Cultura, regala a sus visitantes.
'Lo que sucedi¨® entonces es que se someti¨® el asunto al Consejo de Ulemas y el emir al muminin congel¨® cualquier decisi¨®n hasta que esos expertos isl¨¢micos llegaran a una conclusi¨®n', explica Jahan Mir, el traductor-vigilante que el departamento de prensa extranjera asign¨® a la enviada de EL PA?S. 'Ahora han considerado que esos monumentos eran contrarios al islam y que deb¨ªan ser destruidos', concluye sin la m¨ªnima sombra de duda. 'La gente ya hab¨ªa pedido su destrucci¨®n con anterioridad y, sea cual sea el coste, nunca iremos contra las ¨®rdenes del islam; si el beneficio que pod¨ªan darnos supon¨ªa ir contra el islam, tendremos que arreglarnos sin ellas', a?ade Al Nur, insistiendo en la versi¨®n de que actuaron movidos por motivos religiosos. El miliciano, procedente de la provincia de Gorban, descarta que la medida haya molestado a los habitantes de las aldeas circundantes.
Los sentimientos de los habitantes de la zona, en su mayor¨ªa de etnia hazara y confesi¨®n shi¨ª, permanecen ocultos en sus corazones. Bamiyan es hoy un villorrio desierto al que apenas ha regresado un pu?ado de hombres para labrar la tierra que abandonaron con sus familias el pasado febrero, cuando la oposici¨®n tom¨® el lugar durante tres o cuatro d¨ªas. La ciudad vieja era ya una ruina desde las luchas intestinas del partido shi¨ª ocho a?os atr¨¢s. La destrucci¨®n se superpone a la destrucci¨®n.
'Hace 20 d¨ªas que regres¨¦', dice un agricultor tayiko que ara ayudado por dos bueyes. 'He vuelto con mi hijo mayor para levantar un par de habitaciones e intentar sacarle algo a la tierra'. Las calles est¨¢n desiertas, excepto por unos cuantos milicianos, cuatro vendedores de ultramarinos y dos ni?os con una bicicleta vieja. Uno de los vendedores, Habibullah, de 45 a?os, se llev¨® a los suyos a Pul-i Khumri, a unos 250 kil¨®metros hacia el norte, y tampoco los ha tra¨ªdo de vuelta. No se f¨ªa. En Bamiyan no hay escuela, ni m¨¦dico.
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