Pescader¨ªas
Si hay algo que caracteriza la pol¨ªtica, dentro de un sistema democr¨¢tico y de libertad, es la capacidad de di¨¢logo como forma de soluci¨®n de los problemas que afectan a la sociedad. Este sistema de convivencia resulta imposible si el comportamiento de algunos ciudadanos se desarrolla en sentido inverso a los valores que priman en la sociedad. Desde esta ¨®ptica, se hace dif¨ªcilmente entendible la actitud de un grupo de personas impidiendo el inicio de las obras del Consulado marroqu¨ª que se pretende abrir en el Barrio de Pescader¨ªa, en la ciudad de Almer¨ªa.
Es posible que el nombre del barrio y la ruptura de las negociaciones de pesca con Marruecos no inviten a aceptar la presencia del consulado en una ciudad que, tradicionalmente, ha pescado en sus caladeros. Sin embargo, estas razones no justifican una actuaci¨®n de fuerza y de intolerancia, menos cuando a los vecinos que atraviesan el Estrecho no es rape, ni merluza, lo que les espera a su llegada al para¨ªso de pl¨¢stico.
No obstante, si se contempla desde otro punto de vista, tal vez pueda pensarse que, en ocasiones, la actuaci¨®n de los gobernantes, si no ayuda, tampoco impide que estos comportamientos empiecen a ser algo cotidiano. El endurecimiento de la pol¨ªtica econ¨®mica con nuestros vecinos por parte del Gobierno de Madrid, justificado por la falta de acuerdo, y el olvido del Gobierno andaluz como elemento de ayuda a la negociaci¨®n, son ejemplos de que no es el di¨¢logo la herramienta de trabajo de este Gobierno. M¨¢s claro cuando el grupo pol¨ªtico, el mismo que sustenta el Gobierno, tiene representantes en El Ejido donde es la fuerza y no la tolerancia el medio que utiliza para facilitar la convivencia, sin que estos comportamientos merezcan ning¨²n tipo de reproche por su grupo pol¨ªtico.
De seguir as¨ª, de mantener este tipo de respuestas ante cualquier problema, no va a resultar extra?o que, a no tardar mucho, lo que son comportamientos aislados lo sean cada vez menos -que lo empiezan a ser- y terminen siendo el modo normal de actuaci¨®n, hasta adulterar el sistema de valores de la sociedad.
No s¨¦, pero puede que un peque?o cambio en la forma de gobernar podr¨ªa venir bien a la pesca y a los vecinos, haciendo posible la convivencia.
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