'La tecnolog¨ªa ha cambiado la relaci¨®n del arquitecto con su obra'
'Ahora soy m¨¢s atrevido, pero no quiero dar rienda suelta a mis ideas. La libertad absoluta no suele ser buena'
Frank Gehry (Toronto, 1929) no trabaja sobre papel, sino en tres dimensiones, y sus esbozos se convierten en esculturas. El creador del Museo Guggenheim de Bilbao inaugur¨® ayer una retrospectiva en Nueva York, que en oto?o viajar¨¢ al Pa¨ªs Vasco, en la que puede explorarse su proceso creativo a trav¨¦s de 40 maquetas. El arquitecto afirma que la tecnolog¨ªa ha cambiado la relaci¨®n con su obra y le ha permitido ser el m¨¢ximo responsable de sus creaciones.
Las exposiciones suelen mostrar resultados: cuadros, esculturas, objetos. La retrospectiva que inaugur¨® ayer el Museo Guggenheim de Nueva York sobre la obra del arquitecto norteamericano de origen canadiense Frank Gehry se centra en el proceso, la trayectoria creativa que lleva desde los garabatos desestructurados del artista hasta las formas audaces de sus edificios.
El proceso de creaci¨®n en las construcciones de Frank Gehry, de 72 a?os, se ve. Se toca. M¨¢s de cuarenta maquetas, de tama?o descomunal, muestran las dudas, las decisiones y las ideas, que finalmente desembocaron en el museo de Bilbao, en el Auditorio Walt Disney de Los ?ngeles o en el centro americano de Par¨ªs. Gehry no funciona sobre papel, sino en tres dimensiones y sus esbozos se convierten en esculturas.
'La gente siempre piensa que esto es un acto de magia. Es un error. Me agrada que finalmente se pueda ver c¨®mo he llegado a construir mis obras. S¨¦ que trabajo de una forma completamente original. La mayor parte de los arquitectos no recurre a estos modelos car¨ªsismos y extravagantes', dice Gehry. Est¨¢ sentado en el primer nivel del edificio construido por Frank Lloyd Wrigth, delante de una maqueta de papel blanco, ligera e irreal, de la nueva sede del Guggenheim de Nueva York, la futura culminaci¨®n de sus 40 a?os de carrera.
La rotonda de Lloyd Wright se adapta especialmente bien a las formas onduladas de las creaciones del arquitecto norteamericano. Subiendo las rampas, los edificios se vuelven m¨¢s audaces: desde su casa de Santa M¨®nica de 1977, que le otorg¨® el status ambiguo de artista iconoclasta, hasta su consagraci¨®n con el museo de Bilbao, 20 a?os m¨¢s tarde. Entre medias, se sucedieron un Premio Pritzker en 1989 (el nobel de la arquitectura), la escultura del pez de la Villa Ol¨ªmpica de Barcelona, la sede del National Nederlanden en Praga o el Experience Music Project de Seattle.
Gehry nunca ha considerado la realidad como un obst¨¢culo, sino m¨¢s bien como un aliciente. 'Ahora soy m¨¢s atrevido, pero no quiero dar rienda suelta a mis ideas. La libertad absoluta no suele ser buena. Prefiero que la gente me encargue cosas y entonces empiezo a pensar en el marco de lo que me han propuesto. Lo que ha facilitado mucho mi trabajo es poder recurrir al ordenador. Eso hace las cosas m¨¢s sencillas y, sobre todo, desmitifica el proceso'.
Desde hace unos a?os, Gehry ha transformado en realidad sus borradores gracias a CATIA, un programa inform¨¢tico que Boeing utiliza para dise?ar sus jets, entre ellos el Jumbo 777. Lo us¨® para Bilbao. 'Al arquitecto le hab¨ªan tratado hasta ahora como a una mujercita, mona y con talento. Pero siempre acababan dici¨¦ndole: 'Deja que los hombres de verdad construyan'. Y la verdad es que no saben una mierda. Los ordenadores han permitido juntar a todos los actores de un proyecto, el contratista, el ingeniero y el arquitecto. La tecnolog¨ªa ha cambiado la relaci¨®n del arquitecto con su obra, le permite ser el m¨¢ximo responsable'.
Y el encargado de llevar el esbozo a la piedra. 'Lo que pide el cliente es un objeto de deseo. El arquitecto debe pasar con ¨¦l por todos los obst¨¢culos del presupuesto, de la burocracia, de los permisos. Y luego llega el contratista y dice que arreglando un poco esta l¨ªnea se ahorran 100.000 d¨®lares. Es una lucha, pero siempre me ha fascinado este aspecto y he hecho todo lo posible para tratar de profundizar las relaciones con las aseguradoras, los abogados y la industria de la construcci¨®n'.
Son estos mismos imponderables los que han retrasado la entrega de las enormes mallas de aluminio que se dejan caer por la rotonda de Wright. S¨®lo han llegado la mitad. 'Deber¨ªan estar dentro de unas semanas y esto no es para que la gente pague dos entradas'. Tambi¨¦n se han eliminado un tercio de las maquetas. 'Hab¨ªa tantas que tuvieron que descargarlas en la calle, fue un poco humillante', bromea Gehry en la presentaci¨®n de prensa. 'La verdad es que esto es inc¨®modo. Yo ya no quer¨ªa ver estos trastos viejos, pero para el que le interese tengo muchos m¨¢s en mi oficina'. La exposici¨®n en su actual formato (salvo las redes de metal) viajar¨¢ a Bilbao el pr¨®ximo mes de octubre.
?Es m¨¢s dif¨ªcil ser un genio reconocido (como dijo en la presentaci¨®n el director del Guggenheim, Thomas Krens) que seguir cultivando la fama de marginal? 'Tiene sus cosas buenas y malas. Ahora no tengo problemas de dinero y me da m¨¢s libertad para explorar mis ideas. Pero gasto mucho tiempo en esto'. Con 'esto' se refiere a la prensa, a la presentaci¨®n, quiz¨¢s incluso al documental que le est¨¢ dedicando el director norteamericano Sydney Pollack. El cineasta le ha enfocado todo el tiempo de su intervenci¨®n ante los medios, como una estrella m¨¢s.
La consagraci¨®n se tom¨® su tiempo. Gehry tiene 72 a?os. Naci¨® en Toronto pero emigr¨® con 17 a?os a California, sede de su inspiraci¨®n y de su estudio desde 1962. Encontr¨® siempre m¨¢s inspiraci¨®n entre los artistas que entre sus colegas arquitectos. Ha colaborado con Claes Oldenburg y con Richard Serra. 'Siempre me ha interesado la pintura porque trata de la superficie. Yo intento trasladar los valores de la pintura a una superficie dura, conseguir en los edificios el mismo efecto que en los cuadros. Es un proceso muy complicado en el que siempre te arriesgas a perder mucho'.
Por eso a menudo es m¨¢s sencillo utilizar palabras como collage o instalaciones para describir una obra a medio camino entre los mundos de la escultura y la arquitectura. Buscando su vocabulario, Gehry ha recurrido a todo tipo de materiales, empezando por la chapa ondulada de sus primeros modelos hasta el titanio de los ¨²ltimos, pasando por el cart¨®n de su serie de muebles Easy edges y Rough edges. El estudio del material puede tardar tres a?os cuando, por ejemplo, se trata de encontrar la madera adecuada que 'suene bien' en el auditorio Walt Disney, un proyecto que tard¨® un decenio en gestarse.
?Le queda algo por dise?ar? 'He estado barajando la posibilidad de crear un coche con uno de mis alumnos del Media Lab [uno de los centros de investigaci¨®n del Massachusetts Institute of Tech-nology] y estamos jugando con la idea. No suelo tener deseos espec¨ªficos, soy optimista pero algo supersticioso, aunque reconozco que no me disgustar¨ªa dise?ar un aeropuerto. Vuelo mucho, aunque no tengo mi avi¨®n como Norman Foster, y es algo que todav¨ªa no he hecho'.
La fama da m¨¢s libertad, pero tambi¨¦n pesa. Bilbao es una sombra que le persigue. Gehry ya se toma con filosof¨ªa las constantes comparaciones entre el museo del Nervi¨®n y el proyecto para la futura sede del Guggenheim en Manhattan, a orillas del East River. 'Bilbao fue la suma de unas ideas que ya hab¨ªa utilizado en otros edificios. Intento no repetirme, pero uno no puede escapar de s¨ª mismo. Trato de hacerlo pero no puedo crear un lenguaje nuevo para cada edificio'.
?Y Espa?a? 'No quiero ser demag¨®gico, ni lo digo porque ¨¦ste sea un peri¨®dico espa?ol, pero me encuentro particularmente bien all¨ª. El paisaje me inspira, se parece mucho al de California. Ahora tengo dos propuestas, una para construir un edificio en Barcelona, donde estuve hace unas semanas, y otra en M¨¢laga, pero no s¨¦ exactamente el qu¨¦. Entre dos proyectos en diferentes pa¨ªses, siempre elegir¨¦ el de Espa?a'.
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