Odio y tolerancia en Palestina
Viajo con cierta frecuencia a la Palestina ocupada. Para evitar reticencias, aclaro de entrada la intencionalidad de la expresi¨®n. Con ella no cuestiono la legitimidad del Estado de Israel nacido hace medio siglo por voluntad de Naciones Unidas. Sin embargo, se?alo que la Autoridad Nacional Palestina tiene, a la fecha, jurisdicci¨®n ¨²nicamente sobre una quinta parte de los territorios cuya devoluci¨®n estipularon los acuerdos de Oslo, que, como acertadamente acaba de recordar en este peri¨®dico Maruja Torres, fueron hechos 'a medida de Israel, no a la de las justas reivinicaciones del pueblo oprimido'. Recuerdo, adem¨¢s, que esa quinta parte constituye, a su vez, tan solo un quinto del territorio de la Palestina hist¨®rica.
La historia demuestra que es imposible establecer una cultura de la tolerancia en una sociedad sujeta a ocupaci¨®n militar
La ofensa se agiganta si se tiene en cuenta que los generosamente denominados territorios aut¨®nomos de Gaza y Cisjordania est¨¢n a su vez invadidos por una peculiar met¨¢stasis. Me refiero al sinf¨ªn de asentamientos jud¨ªos, muchos de ellos controlados por colonos extremistas, estrat¨¦gicamente ubicados en o contiguos a zonas palestinas y cuya misi¨®n es de punta de lanza, de provocaci¨®n cotidiana o simplemente la de hacer inviable un Estado palestino racionalmente configurado.
El pasado 25 de enero me hallaba, en compa?¨ªa de otros parlamentarios europeos, a unos centenares de metros de una de esas colonias, en Jan Yunis, sur de la franja 'aut¨®noma' de Gaza, rodeados de la chiquiller¨ªa palestina reci¨¦n salida del colegio de al lado. Sin piedras, s¨®lo con libros, curiosos ante nuestra presencia, nos hac¨ªan preguntas. Alg¨²n o algunos colonos jud¨ªos, probablemente imbuidos de similar curiosidad, decidieron manifestarla con disparos, probablemente al aire, pero suficientes para obligar a ni?os palestinos y adultos europeos a poner pies en polvorosa. Sin duda se trataba de la reglamentaria provocaci¨®n de ese d¨ªa, que, tal vez por ser jueves, fue de car¨¢cter suave.
El pueblo palestino, en su historia reciente, ha padecido y padece colonizaci¨®n, expulsi¨®n, explotaci¨®n. Masacre, miseria, ocupaci¨®n. Alienaci¨®n. Decepci¨®n, frustraci¨®n, rebeli¨®n, miedo, terror, odio. Sobre esta permanente y penosa condici¨®n -soportada individual y colectivamente durante d¨¦cadas- gravitan algunos elementos que la hacen todav¨ªa m¨¢s indeseable. La sociedad palestina -desarticulada, fragmentada, desquiciada- persigue constituirse en Estado no s¨®lo para vertebrar su dignidad nacional, sino tambi¨¦n, simplemente, para acceder a derechos y servicios que ¨²nicamente una entidad estatal puede dispensar. Hasta hoy, tal af¨¢n ha sido -con ausencia de inteligencia pol¨ªtica- bloqueado por Israel, con la complicidad y la falta de verg¨¹enza pol¨ªtica de la peculiarmente denominada 'comunidad' internacional, tambi¨¦n conocida como Occidente.
As¨ª las cosas, tres cuestiones emponzo?an a¨²n m¨¢s el panorama: el ansiado retorno a su tierra de varios millones de palestinos que viven exiliados desde 1948 o 1967 (derecho negado por Israel); la soberan¨ªa sobre la parte oriental de Jerusal¨¦n, de siempre ¨¢rabe, y las mencionadas colonias jud¨ªas. Se comparta o no, puede entenderse la preocupaci¨®n israel¨ª por la amenaza demogr¨¢fica que, seg¨²n su percepci¨®n, entra?ar¨ªa un regreso masivo de palestinos a la zona. De ah¨ª que los acuerdos de Oslo asumieran que ese tema, como el de Jerusal¨¦n Este, hoy ocupado por Israel, fuera postergado para el final de las negociaciones. Pero ?qu¨¦ raz¨®n existe -salvo la de la fuerza y la agresi¨®n que ya he comentado- para empe?arse en mantener los asentamientos? Ninguna que se sostenga m¨ªnimamente. Algo que afortunadamente comparten significativos y amplios sectores de la opini¨®n p¨²blica israel¨ª. Uno de los casos m¨¢s absurdos y de m¨¢s flagrante provocaci¨®n lo constituyen los asentamientos de Be¨ªt Hadassah y Tel Rumeida (apenas unos centenares de colonos jud¨ªos) en el coraz¨®n de la populosa ciudad 'aut¨®noma' de Hebr¨®n (cien mil ¨¢rabes). El prestigioso diario israel¨ª Haaretz, tras recordar que se trata de colonias ilegales retroactivamente aprobadas por los sucesivos Gobiernos jud¨ªos, escribe que 'fueron provocaciones deliberadas contra la poblaci¨®n ¨¢rabe... espinas para los palestinos, cargas para el Ej¨¦rcito y, para muchos israel¨ªes, obst¨¢culos en el camino hacia la paz' (Evacuate the Jews of Hebron, 3-4-2001). Si los distintos Gobiernos laboristas -en principio, m¨¢s proclives a tratar con los palestinos- no han podido, sabido o querido zanjar un tema causante de tanta indignaci¨®n, frustraci¨®n y rencor, hay que imaginar lo que se puede esperar del Gobierno Sharon que tan pedag¨®gicamente est¨¢ mostrando su condici¨®n y cualidades para abordar ¨¦ste y otros asuntos.
?stas son las coordenadas de un largo conflicto del que hoy no se vislumbra soluci¨®n a corto o medio plazo y en el que -por la enorme desigualdad de recursos materiales de los contendientes y por el abusivo y desproporcionado uso de la fuerza que uno de ellos hace- los palestinos llevan, por ahora, las de perder. Resulta improbable que se logre a corto plazo un acuerdo justo. Quisiera equivocarme y hay que propiciar que todos (pero una iniciativa fiable debe partir del m¨¢s fuerte, esto es, Israel) trabajen para lograrlo. Es preciso reiterar que, sin justicia y equilibrio, ning¨²n pacto perdurar¨¢. En cualquier caso y mientras se obtiene una atm¨®sfera favorable que lo posibilite, la opini¨®n p¨²blica debe tener en cuenta: a) Hay un ocupante y un ocupado; b) No nos hallamos ante dos ej¨¦rcitos regulares de dos Estados que combaten entre s¨ª; c) No se trata de lograr un alto el fuego entre dos combatientes iguales, uno de los cuales -ante la desmesurada capacidad b¨¦lica del otro- es pr¨¢cticamente virtual; d) La cuesti¨®n no estriba en que Israel 'haga concesiones', sino en que devuelva territorios que ocupa ilegalmente, algo reconocido por Naciones Unidas, por la mayor¨ªa de la tan cacareada comunidad internacional y por el propio Israel despu¨¦s de Oslo; e) No es cierto que Israel 'haya devuelto' determinados territorios y que Arafat haga o¨ªdos sordos. Los negociadores palestinos estaban hartos de escuchar del equipo Barak promesas que luego no se concretaban, pretendidas seguridades sobre repliegues del Ej¨¦rcito israel¨ª que jam¨¢s llegaron a realizarse.
Ariel Sharon lleg¨® al Gobierno con la promesa de que pondr¨ªa fin a la inseguridad que supon¨ªa la Intifada Al Aqsa desatada por los palestinos. Como se recordar¨¢, tal sublevaci¨®n se inici¨® como consecuencia de los muertos causados por los israel¨ªes cuando, en octubre de 2000, ejerciendo su derecho a la provocaci¨®n, Sharon se present¨®, rodeado de miles de polic¨ªas, en la Explanada de las Mezquitas de Jerusal¨¦n Este donde rezaban los fieles musulmanes. La pol¨ªtica de aplastamiento sin contemplaciones que est¨¢ llevando a cabo el primer ministro israel¨ª no podr¨¢ traer la seguridad para sus conciudadanos salvo que liquide f¨ªsicamente a los millones de palestinos que viven dentro y fuera de Palestina. Y probablemente conseguir¨¢ incrementar hasta l¨ªmites insostenibles el odio y el rencor de la sociedad palestina e isl¨¢mica hacia los jud¨ªos, dentro y fuera de Israel. Odio ya suficientemente acendrado debido a las numerosas medidas extremadamente represivas para con los palestinos o a otras provocadoramente indulgentes hacia israel¨ªes que han asesinado a palestinos. Como muestra de las primeras, la demolici¨®n de numerosas casas palestinas, incluidas las de las familias de todo supuesto terrorista. Comportamiento desproporcionado y cruel y que atenta contra el principio jur¨ªdico de que ¨²nicamente la persona que comete un delito es responsable de sus actos. La doble vara de medir qued¨® en evidencia en 1994 cuando un colono jud¨ªo asesin¨® a 29 palestinos en Hebr¨®n y -afortunadamente- no se actu¨® contra la vivienda de la familia del asesino. Por otra parte, tal como resalta el diario israel¨ª Maariv (22-1-01), una peculiar concepci¨®n de la indulgencia hace que el asesinato a sangre fr¨ªa de un ni?o palestino por otro colono israel¨ª en 1996 acabe de ser zanjado por un tribunal de Jerusal¨¦n condenando al criminal a seis meses de trabajos sociales.
La historia demuestra fehacientemente que es imposible establecer una cultura de la tolerancia en una sociedad sujeta a ocupaci¨®n militar. El conflicto de Oriente pr¨®ximo no es cuesti¨®n balad¨ª y cuando se llegue a alg¨²n tipo de acuerdo permanente, el odio tardar¨¢ en desaparecer y la desconfianza mutua probablemente persistir¨¢ durante largo tiempo. Es urgente seguir buscando el pacto -si bien con las condiciones y cautelas que expongo en este art¨ªculo- porque cuanto antes se selle un razonable entendimiento antes comenzar¨¢ la cuenta atr¨¢s del proceso de buena voluntad y educativo que embarque a las futuras generaciones de israel¨ªes y palestinos en la ingente empresa de aceptarse mutuamente y de prosperar en vecindad. Generaciones futuras que har¨¢n bien en estudiar su historia de estos meses, a?os y d¨¦cadas, porque, como dice John Elliott, la ignorancia conduce, precisamente, al recelo y al odio.
Emilio Men¨¦ndez del Valle es vicepresidente de la Delegaci¨®n para Palestina del Parlamento Europeo.
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