Arte noble
Por dos d¨ªas, el Auditorio Nacional acoge a la Sinf¨®nica de Londres, con su titular, Colin Davis, para ofrecer una especie de resumido festival bohemio: Dvorak, su sucesor Janacek y su antecesor Smetana. En el primer concierto, la violinista de Filadelfia hija de coreanos Sarah Chang, no m¨¢s que veintea?era, encant¨® a todos con su versi¨®n ¨ªntima, preciosista, perfecta y antidivista del Concierto para viol¨ªn de Dvorak, una obra con muchas bellezas escrita en 1879-1880, ampliamente superada por el autor de la Sinfon¨ªa del Nuevo Mundo en 1895 con el imprescindible y cimero concierto de violonchelo. Un sonido l¨ªrico y ensimismado y una expresividad intensa e introvertida contrastaron con los excesos din¨¢micos de la gran formaci¨®n londinense cuyas plenitudes realza en exceso la ac¨²stica de la sala de Garc¨ªa de Paredes. Antes, Colin Davis, un maestro de primera fila, sac¨® cuanto tiene y hasta algo de lo que no tiene del Scherzo capriccioso, de 1883, una transfiguraci¨®n, como dice Erisman, de la danza popular en aire de furiant.
Ciclo Orquestas del Mundo
Sinf¨®nica de Londres. Director: Colin Davis. Solista: Sarah Chang, violinista. Auditorio Nacional, Madrid, 22 de mayo.
Punto alto, incluso excepcional, de la tarde fue la versi¨®n concebida y realizada con toda riqueza de valores de la Sinfon¨ªa n¨²mero 8 en sol mayor (1889), que con la novena (1893) y el concierto violonchel¨ªstico constituyen la m¨¢s importante herencia sinf¨®nica de Dvorak. Sir Colin Davis la construy¨®, narr¨® y cant¨® desde una serenidad espl¨¦ndida, matizando hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de la contratada partitura, pero sin rozar siquiera la tentaci¨®n grandilocuente. Aqu¨ª el sonido, los primores t¨ªmbricos del conjunto en todas sus secciones, la pureza de los solos -?qu¨¦ excelencia la de flautas y oboes, qu¨¦ precisi¨®n en las trompas, qu¨¦ amplitud de los arcos!- nos dieron la lecci¨®n inequ¨ªvoca de la obra bien hecha. Record¨¦ al music¨®logo y humanista Hans Keller, empedernido entusiasta de Davis, y comprend¨ª al m¨¢ximo las razones de su admiraci¨®n. Porque Colin Davis es un m¨²sico magistral en toda la hondura de los t¨¦rminos, hecho de ideas y pr¨¢cticas nobles. La audiencia del abono de Iberm¨²sica aclam¨® a los int¨¦rpretes visitantes hasta arrancar de ellos el Dvorak aut¨¦ntico, popular e imaginario de las Danzas eslavas. Bien lo merec¨ªa una tarde de m¨²sica ver¨ªdica, sin trampa ni cart¨®n.
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