De 'encantados' y plataformas
En un art¨ªculo publicado en estas p¨¢ginas (12 de mayo), Umberto Eco se refer¨ªa a la existencia en Italia de un 'electorado encantado'. El calificativo encantado se presta en castellano a un sugerente an¨¢lisis: puede entenderse, a la vez, como referencia a un 'electorado satisfecho' y a un 'electorado hechizado'. Los dos sentidos valen para caracterizar el fen¨®meno social que Eco describe. La satisfacci¨®n en que se recrea este sector de la ciudadan¨ªa nace de la experiencia concreta de su personal bienestar material. Y el encanto o hechizo que les cautiva emana de su constante exposici¨®n a los medios de comunicaci¨®n y a la publicidad que tales medios transmiten.
Es el sector de la poblaci¨®n que comparte actitudes y valores machaconamente difundidos desde hace a?os por buena parte de estos medios de comunicaci¨®n, convertidos en soportes de la publicidad comercial y de sus agresivos mensajes. Unos mensajes simplones pero efectivos porque se dirigen a los aspectos emocionales m¨¢s rudimentarios de nuestra especie. Son los que insisten sin rubor en el predominio absoluto del inter¨¦s personal como motor de actividad. Son los que pasan de la pol¨ªtica, siempre que la pol¨ªtica no se inmiscuya en sus particulares ambiciones o proyectos. Son los que dicen que no les interesa lo que ocurre m¨¢s all¨¢ de su entorno familiar o profesional, pero consumen mucha informaci¨®n cuando se les presenta como p¨¢gina de sucesos violentos o como ¨¢lbum de fotos de famosos y famosas, en el papel cuch¨¦ de semanarios y dominicales.
Frente a la imagen de unos electores pasivos ante los mensajes publicitarios, se abre paso la figura del ciudadano comprometido con las pol¨ªticas sectoriales
No se trata de una especie caracter¨ªstica de la sociedad italiana. Reconocemos este talante en otros pa¨ªses, donde act¨²an desde hace d¨¦cadas id¨¦nticos mecanismos de adoctrinamiento masivo, en manos de los mismos propietarios y conducidos por parecidos ide¨®logos. Basta asomarse a la televisi¨®n privada de otros pa¨ªses para percibir que la clonaci¨®n biol¨®gica va muy por detr¨¢s de una preocupante clonaci¨®n social: las mismas modas, los mismos h¨¢bitos de consumo, los mismos referentes culturales, las mismas formas de comunicaci¨®n y diversi¨®n, etc¨¦tera.
El panorama ser¨ªa desalentador para quienes no se conforman con este estado de cosas, si no fuera porque -junto a este encantamiento- se registra tambi¨¦n la movilizaci¨®n de sujetos y colectivos que aceptan la incomodidad estimulante de apostar por proyectos de cambio y alternativa. No est¨¢n encantados o satisfechos, aunque su situaci¨®n personal sea confortable, porque ven que a su alrededor subsisten o se extienden las condiciones de explotaci¨®n y desigualdad para muchos de sus conciudadanos. Y de esta constataci¨®n nace el prop¨®sito de cambiar tales condiciones, en el pa¨ªs y fuera de ¨¦l.
Tampoco est¨¢n hechizados, porque denuncian en cuanto pueden el bombardeo inmisericorde y descarado de los predicadores del conformismo y de la acomodaci¨®n al mensaje ¨²nico. Se esfuerzan por divulgar la posibilidad de alternativas: en el tratamiento de los conflictos internacionales, en la organizaci¨®n de las transacciones econ¨®micas y comerciales, en las formas de participaci¨®n pol¨ªtica, en los sistemas de atenci¨®n social, en la consideraci¨®n del medio ambiente, etc¨¦tera.
Para ello, acuden a formas de movilizaci¨®n flexible, calificadas a menudo de plataformas, constituidas para promover causas de inter¨¦s general o para sostener proyectos alternativos a los que se guisan en las instituciones p¨²blicas convencionales. Un buen ejemplo nos lo ha dado la movilizaci¨®n de las tierras del Ebro. No se trata de un episodio singular ni de una anomal¨ªa. No es algo que partidos e instituciones deban encajar o puedan controlar, es una manifestaci¨®n m¨¢s de c¨®mo se expresa hoy la pol¨ªtica cuando una comunidad quiere decidir sobre lo que afecta a sus intereses y a sus valores.
La acci¨®n democr¨¢tica de hoy tiende a engendrar movilizaciones de este car¨¢cter. Se muestra m¨¢s preocupada por las pol¨ªticas sectoriales que por la pol¨ªtica institucional. M¨¢s atenta a lo que se hace con nuestra sanidad, nuestro territorio, medio ambiente o inmigrantes, que con lo que ocurre en los hemiciclos parlamentarios, las ejecutivas de los partidos o incluso las tertulias medi¨¢ticas. Si en los dos siglos anteriores se batall¨® por la democratizaci¨®n de las instituciones, estamos asistiendo ahora a la lucha por la democratizaci¨®n de las pol¨ªticas sectoriales. No ser¨¢ pl¨¢cida tampoco esta reivindicaci¨®n, resistida por quienes ocupan posiciones privilegiadas: burocracias directivas, jerarqu¨ªas partidistas, conglomerados financieros e industriales o el complejo pol¨ªtico-medi¨¢tico. En esta democratizaci¨®n est¨¢n empe?adas ya abundantes iniciativas de car¨¢cter diverso, pero que se orientan hacia un mismo horizonte. Basta repasar la agenda de estos d¨ªas para dar con dos muestras diferentes de un mismo proceso: la Semana del Comercio Justo, del 21 al 26 de mayo, y la Convenci¨®n 2001 de Ciutadans pel Canvi del d¨ªa 26 en Gerona.
Una nota final. Quienes apuestan por alternativas de progreso se enfrentan a la necesidad de articular la movilizaci¨®n de plataformas y redes con la acci¨®n institucional, convirtiendo las reivindicaciones en gesti¨®n efectiva de propuestas alternativas. No es f¨¢cil. Pero de esta articulaci¨®n debe surgir la revitalizaci¨®n de la democracia a la que aspiran quienes siguen -seguimos- escasamente encantados con lo que ahora nos ofrece.
Josep M. Vall¨¨s es miembro de Ciutadans pel Canvi.
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