Contra la depresi¨®n
Cada asesinato de ETA desencadena autom¨¢ticamente una onda de p¨¢nico y ansiedad sobre los entornos de la v¨ªctima; deshace los fr¨¢giles diques psicol¨®gicos de contenci¨®n levantados por los supervivientes, los familiares y los testigos de anteriores atentados; revuelve las entra?as de todas aquellas personas hipersensibilizadas con el terrorismo. Matar a uno para aterrorizar a cien, el principio gu¨ªa de la acci¨®n terrorista, produce en sus primeros momentos un efecto devastador similar al incendio desatado en la pradera. Las gentes que comparten el rasgo distintivo asignado por los asesinos a su v¨ªctima -una adscripci¨®n ideol¨®gica, un comportamiento, una actitud determinada, la pertenencia a un medio profesional o social- quedan brutalmente interpeladas. Quien m¨¢s quien menos, consciente o inconscientemente, entre el dolor y la rabia, despliega los mecanismos de asociaci¨®n con la v¨ªctima, m¨¢s alambicados cuanto mayor es el p¨¢nico, para calibrar la proximidad del peligro. 'Si han matado a ¨¦ste, ?por qu¨¦ no pueden hacer lo mismo conmigo?', ¨¦sta es la reflexi¨®n com¨²n.
Muchos optan por dejar un pa¨ªs en el que una parte de la sociedad justifica el terrorismo sin que el sistema reaccione
Cuando la ola pasa y la racionalidad se impone, siempre quedan otras v¨ªctimas junto a la s¨¢bana ensangrentada que cubre piadosamente al ¨²ltimo cad¨¢ver. Son aquellos que no han salido an¨ªmicamente indemnes de la prueba, que no recuperar¨¢n jam¨¢s su serenidad anterior, personas que patologizan la ansiedad, que vivir¨¢n en adelante con el miedo en el cuerpo, gentes que sienten que se les hunde un poco m¨¢s el pu?al que llevan clavado en el alma. Aunque parezca incre¨ªble tras m¨¢s de 800 asesinatos, miles de atentados, de amenazados, no hay estudio alguno que establezca los l¨ªmites del fen¨®meno, el n¨²mero de vascos traumatizados seriamente por el problema, la repercusi¨®n indudable del terrorismo en la salud mental de una sociedad tan peque?a y tan interrelacionada como la vasca.
Como tantos otros lugares comunes inspirados por un ¨¢nimo de autodefensa, la creencia de que 'a todo se acostumbra uno' resulta aqu¨ª una falacia completa, seg¨²n subrayan los psic¨®logos que tropiezan con el problema en sus consultas. Bien al contrario, las reacciones mismas de la sociedad vasca permiten pensar que el impacto emocional de cada atentado es m¨¢s bien acumulativo, que se est¨¢ llegando al grado de saturaci¨®n, que la sociedad metaboliza cada vez peor el espect¨¢culo sangriento. Basta comparar la amplitud y el calado de la onda del miedo, la sensaci¨®n general de amenaza y el esc¨¢ndalo que suscitan los ¨²ltimos atentados con las tibias reacciones que provocaban en el pasado los muertos an¨®nimos de uniforme policial o militar enterrados de prisa y corriendo.
La actitud escapista que todav¨ªa hoy minusvalora esa influencia, o que la niega directamente, se da de bruces con la actual estrategia terrorista de 'socializar el sufrimiento'. Es evidente que la atacada sociedad civil resulta mucho m¨¢s vulnerable an¨ªmicamente al zarpazo terrorista, est¨¢ mucho peor preparada psicol¨®gicamente para afrontar la violencia que los miembros de las fuerzas de seguridad. ETA lo ha escrito con otras palabras en las comunicaciones internas. As¨ª las cosas, la depresi¨®n an¨ªmica de amplios colectivos sociales parece constituir un peligro mayor de la castigada sociedad vasca actual, un reto individual y colectivo que sumar a la necesidad de garantizar la vida de los ciudadanos.
Gran parte de las personas que componen los grupos de riesgo de eliminaci¨®n f¨ªsica -los representantes de los partidos no nacionalistas, intelectuales, pacifistas, periodistas- a?aden ahora a esa condici¨®n de amenazados de muerte la decepci¨®n enorme por un resultado electoral al que hab¨ªan fiado la posibilidad de un cambio general de la situaci¨®n, la apertura de una v¨ªa de esperanza personal y colectiva. 'Ha perdido la esperanza', dicen algunos para decir en realidad que ellos han perdido la esperanza. Ellos y quienes apoyaron la alternancia a partir de su compromiso, de su sensibilidad contra la violencia, constituyen igualmente el principal grupo de riesgo de la depresi¨®n vasca.
Es sabido que la obligaci¨®n de llevar escolta, por ejemplo, modifica notablemente los h¨¢bitos cotidianos, puede alterar los estados de ¨¢nimo y desarrollar un grado de ansiedad que conduce a la depresi¨®n. El problema, con todo, no se limita, en absoluto, a los amenazados y a sus familias. El conjunto de la sociedad vasca acaba de salir de un largo periodo de dur¨ªsima crispaci¨®n y divisi¨®n pol¨ªtica, y la tensi¨®n ambiental sostenida durante todo este tiempo -?no hay una clave psicol¨®gica conservadora de temor a que un cambio radical de Gobierno consolidara la fractura social y enconara a¨²n m¨¢s el conflicto?- ha dejado muchas relaciones personales bastante maltrechas. La impotencia individual y colectiva, acentuada con la teor¨ªa nacionalista de 'la espuma y la cerveza', seg¨²n la cual ETA s¨®lo ser¨ªa la efervescencia de un conflicto hist¨®rico irresuelto, genera, a su vez, una gran ansiedad, y no s¨®lo en el colectivo de amenazados.
Muchos ciudadanos sin vinculaci¨®n directa con la pol¨ªtica barajan seriamente o fantasean con la idea de irse a vivir a otro lugar porque no quieren que sus hijos crezcan con miedo en un pa¨ªs en el que la propaganda de la violencia expl¨ªcita o impl¨ªcita est¨¢ permanentemente presente, en el que una parte de la sociedad justifica el terrorismo sin que el sistema reaccione. La falta de perspectiva, de una m¨ªnima unidad de criterios y de acci¨®n entre los partidos democr¨¢ticos, que permitan a las v¨ªctimas y a los perdedores volver a sentirse parte del sistema y de una ¨²nica sociedad vasca, explica tanto o m¨¢s que el miedo las reacciones de desapego hacia el pa¨ªs propio, la tentaci¨®n de abandono, el hast¨ªo infinito. El rearme moral de la sociedad, el encuentro de los nacionalistas y no nacionalistas en la defensa consecuente de los valores elementales de la libertad, el derecho a la vida, la paz y la solidaridad con las v¨ªctimas ser¨ªan en ese caso la terapia colectiva adecuada para conjurar el riesgo de la depresi¨®n.
Seg¨²n los expertos, es evidente que la poblaci¨®n amenazada precisa, a su vez, de recursos adicionales psicol¨®gicos para liberarse de la presencia obsesiva del Tema, conservar un m¨ªnimo de bienestar ps¨ªquico. Tratarse bien, darse de vez en cuando un homenaje, no cerrar nunca la ventana de la esperanza, hablar tambi¨¦n de otras cosas, asomarse si es posible fuera del agujero mental vasco, posponer cualquier decisi¨®n trascendental hasta haber recuperado la estabilidad an¨ªmica, son algunos de los consejos. Y, desde luego, tener en cuenta siempre que la divisa 'que no os quiten el humor', tan fr¨ªvola y desvergonzada en boca de los 'vivales' que ni sienten ni padecen el problema, tiene pleno sentido en el terreno de las v¨ªctimas y los amenazados.
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