'La democracia no acaba de llegar a Marruecos'
Le llaman el pr¨ªncipe rojo, pero el prefiere definirse como granate. Mulay Hicham, de 37 a?os, es el rebelde, algunos dir¨ªan el garbanzo negro, de la familia real marroqu¨ª. Lo fue en tiempos de Hassan II, cuando se disput¨® con su t¨ªo, y lo vuelve a ser con el rey Mohamed VI, su primo hermano al que rindi¨® pleites¨ªa cuando accedi¨® al trono, en julio de 1999, pero con el que no ha vuelto a hablar desde entonces. Desde entonces tambi¨¦n la prensa oficial marroqu¨ª ignora a Mulay Hicham.
Nieto del rey Mohamed V y tercero en la l¨ªnea de sucesi¨®n, despu¨¦s del hermano del rey, Mulay Rachid, Mulay Hicham ha desarrollado una intensa actividad acad¨¦mica en EE UU -fund¨® en 1994 en la Universidad de Princeton un instituto de investigaci¨®n sobre el mundo ¨¢rabe, que sigue costeando-, aunque lo que m¨¢s le gusta es trabajar 'all¨ª por donde pasa la historia'.
La Fundaci¨®n Carter, del ex presidente de EE UU, le brind¨® la oportunidad de conocer escenarios conflictivos. Por cuenta de esta instituci¨®n supervis¨® las primeras elecciones palestinas en 1995 y despu¨¦s las de Nigeria. Pero el 'empleo' que le colm¨® fue el que le proporcion¨® Naciones Unidas al nombrarle primer asesor pol¨ªtico de Bernard Kouchner, entonces representante en Kosovo del secretario general, Kofi Annan.
'Fui a Kosovo para ayudar a la gente y fueron ellos, en realidad, los que me ayudaron haci¨¦ndome comprender muchas cosas, enriqueci¨¦ndome', afirma en una entrevista con EL PA?S en su casa de Par¨ªs. S¨®lo acept¨® un sueldo simb¨®lico de un d¨®lar al mes. 'Trat¨¢ndose de ayudar a musulmanes angustiados no me parec¨ªa ¨¦tico que la ONU me pagara m¨¢s'.
Hay un solo conflicto en el que rehus¨® echar una mano: Timor Oriental. Desestim¨® el ofrecimiento de una ONG australiana para,en el verano de 1999, acudir como observador al refer¨¦ndum en el que la poblaci¨®n local opt¨® por independizarse de Indonesia. ?Quiso as¨ª evitar que le preguntaran por el paralelismo entre ese territorio y el S¨¢hara occidental? ?l lo niega insistentemente.
?Se ha implicado tanto en los Balcanes porque no pod¨ªa hacerlo en su propio pa¨ªs? 'En Marruecos particip¨¦ en un debate y adopt¨¦ posiciones, pero quiero, ante todo ser responsable y constructivo', contesta. 'Por eso me controlo, para evitar las repercusiones que mi actuaci¨®n pueden suscitar'.
Tras el fallecimiento de Hassan II se especul¨® con que Mohamed VI contar¨ªa con el asesoramiento de su primo, pero no fue as¨ª: 'Se me pidi¨® amablemente que me bajase de un veh¨ªculo que no era el m¨ªo'. 'Desde entonces hago autoestop. Aquellos que me lo pidieron lo hicieron tras una larga reflexi¨®n. Respeto su decisi¨®n y sigo teniendo el mismo afecto por toda mi familia'.
Su primera demostraci¨®n de desobedencia, Mulay Hicham la hizo en 1996 al escribir un art¨ªculo en la revista Le Monde Diplomatique preconizando una reforma de la monarqu¨ªa marroqu¨ª. ?Sigue pensando lo mismo cinco a?os despu¨¦s? 'A t¨ªtulo personal sigo pensando lo mismo. En el plano institucional Marruecos atraviesa una crisis de desarrollo. El traje que lleva se le ha quedado peque?o. La monarqu¨ªa ha de redefinir su papel'.
La nueva funci¨®n, asegura, debe 'alejarla de la gesti¨®n d¨ªa a d¨ªa para convertirla en una instituci¨®n de arbitraje entre fuerzas que empujan en direcciones contrapuestas. Debe, dig¨¢moslo francamente, frenar a las fuerzas que no apuesten por la democracia. Cuando, alg¨²n d¨ªa, la democracia est¨¦ consolidada, la monarqu¨ªa deber¨¢ ser ante todo un s¨ªmbolo de uni¨®n nacional con el que se identifiquen todos los marroqu¨ªes'. Es decir, deber¨¢ reinar pero no gobernar.
Tres a?os despu¨¦s de aquel pol¨¦mico art¨ªculo, cuando acced¨ªa al trono un nuevo rey, Moulay Hicham volvi¨® a tomar la palabra para recalcar que el reino atravesaba una etapa arriesgada. ?Hay a¨²n motivos para estar preocupados? 'Marruecos sigue pasando por momentos delicados', responde. 'Tiene por delante enormes desaf¨ªos estructurales. Y todo ello en un contexto social explosivo'.
A principios de los noventa, continua el pr¨ªncipe, 'se inici¨® una apertura, pero no acaba de desembocar en un proyecto democr¨¢tico'. 'Se han suscitado as¨ª grandes esperanzas, pero, al mismo tiempo, estamos a la espera de que se concreten. En consecuencia, hay impaciencia en la sociedad y empieza tambi¨¦n a haber frustraci¨®n. ?Hay que evitar que la esperanza decaiga! Si no lo logramos, el pa¨ªs correr¨¢ a corto plazo grandes riesgos. Para preservar la esperanza s¨®lo hay una soluci¨®n: avanzar hacia adelante. Por ahora, sin embargo, no est¨¢ claro hacia qu¨¦ puerto se dirige el pa¨ªs'.
Del otro lado del Estrecho se teme tambi¨¦n que la marea islamista arrolle Marruecos. 'Digamos que el islamismo es una corriente en auge', admite. 'Para sacar el pa¨ªs hacia adelante se han explorado muchas f¨®rmulas, ahora tenemos un supuesto Gobierno de alternancia, pero todav¨ªa no la islamista. De ah¨ª que un sector de la opini¨®n p¨²blica quiera probarla aunque el programa islamista no sea coherente. El problema surge cuando se enfrenta al islamismo con el Estado'.
?Significa eso que el Ej¨¦rcito puede intervenir para frenar a los islamistas? La respuesta es alambicada: 'Desde mediados de los setenta los militares han desarrollado una relaci¨®n serena con los pol¨ªticos. Me preocupa que, si persiste el actual estancamiento pol¨ªtico, surja un vac¨ªo de poder en Marruecos. Entonces, cuando el reconocimiento internacional de nuestra soberan¨ªa sobre el S¨¢hara est¨¢ a punto de lograrse, podr¨ªa agravarse la tensi¨®n con Argelia. Si se dan esas circunstancias, los reflejos patri¨®ticos pueden enturbiar la relaci¨®n entre civiles y militares'.
De todos los temas candentes que el nuevo monarca se encontr¨® sobre la mesa el que mejor est¨¢ encauzado ha sido, seg¨²n Mulay Hicham, el de los derechos humanos. 'Es el punto fuerte de la nueva etapa. Marruecos ha comenzado por donde otros han acabado, por las indemnizaciones a las v¨ªctimas. Hay que buscar la reconciliaci¨®n, lo que no significa que las v¨ªctimas renuncien a poner en marcha mecanismos para establecer la verdad sobre los atropellos cometidos. Todo ello debe hacerse sin ning¨²n esp¨ªritu de venganza'.
Por una vez el pr¨ªncipe deja traslucir un cierto optimismo. 'El problema de los cientos de desaparecidos, de los que padecieron torturas, etc¨¦tera, es digerible en Marruecos. No alcanza las proporciones de otros pa¨ªses de la zona, como Argelia, donde ya vamos por los 5.000 desaparecidos reconocidos oficialmente. Por eso tengo la convicci¨®n de que lograremos pasar p¨¢gina'.
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