La sinraz¨®n de los perdedores
Las razones de los perdedores. As¨ª titulaba Patxo Unzueta su columna del jueves 24 de mayo. Viva el perder era el t¨ªtulo de la tribuna de opini¨®n de Fernando Savater del viernes 25. El reflujo, el de la columna de Antonio Elorza del mismo d¨ªa. Todas, con los matices propios de cada autor, van en la misma direcci¨®n. Y las menciono a t¨ªtulo puramente ejemplificativo. Se han publicado muchas m¨¢s del mismo tono en EL PA?S y en otros medios de comunicaci¨®n.
La necesidad de justificar la propia conducta durante una campa?a electoral y de reafirmar las razones en las que dicha conducta descansaba una vez que los electores se han pronunciado es otra de las singularidades, aunque tal vez habr¨ªa que decir otra de las anomal¨ªas, de las recientes elecciones vascas. Nunca antes se hab¨ªa producido un fen¨®meno como ¨¦ste. Nadie se hab¨ªa visto obligado en el pasado a justificar el porqu¨¦ y el c¨®mo de una determinada opci¨®n personal en un proceso electoral. Y menos todav¨ªa a hacerlo de manera no individual, sino en cierta medida colectiva: en nombre de 'los perdedores'.
Es un s¨ªntoma m¨¢s de una patolog¨ªa muy seria. Nadie tiene por qu¨¦ justificar su propia conducta en un proceso electoral. Se opina como se opina y se vota como se vota y el cuerpo electoral decide. Nadie tiene la raz¨®n del todo ni nadie deja de tenerla. Y, sobre todo, las razones no dejan de ser razones porque no hayan sido avaladas por la mayor¨ªa del cuerpo electoral.
Las razones de Patxo Unzueta eran razones antes del 13 de mayo y contin¨²an siendo razones despu¨¦s del 13 de mayo. Y muchas de ellas son plenamente compartibles, o al menos yo las comparto. Mi discrepancia no es con 'las razones' que se han esgrimido para justificar la conveniencia de derrotar en las urnas al nacionalismo. Lo que no he podido compartir antes del 13 de mayo es la 'sinraz¨®n' a trav¨¦s de la cual dichas razones se han pretendido hacer valer. Y viendo la reacci¨®n del presidente del Gobierno y del PP tras el resultado de las elecciones, todav¨ªa menos. Despu¨¦s de o¨ªr a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en Zaragoza, pero no s¨®lo en Zaragoza, sino cada vez que ha hablado despu¨¦s del 13 de mayo, creo que Juan Luis Cebri¨¢n se qued¨® corto al decir que se sent¨ªa 'aliviado' por el triunfo del PNV (El discurso del m¨¦todo, EL PA?S 18 de mayo).
No es un problema de razones. Es un problema de sinraz¨®n. Puedo compartir las razones. Lo que no puedo compartir es que, para derrotar al PNV, hubiera que subordinarse sin matiz de ning¨²n tipo a la estrategia de un Gobierno faccioso que disfraza una cruzada antinacionalista de imperativo democr¨¢tico.
Porque aqu¨ª es donde ha estado y sigue estando el n¨²cleo del problema. La campa?a electoral no ha sido una campa?a disputada entre partidos pol¨ªticos vascos. Ha sido una campa?a del Gobierno de la naci¨®n, con el PSE incomprensiblemente detr¨¢s, contra el nacionalismo democr¨¢tico vasco. Lo espec¨ªfico de esta campa?a electoral es que por primera vez en unas elecciones auton¨®micas ha sido el Gobierno de la naci¨®n el protagonista de la misma. Y lo ha sido como Gobierno faccioso, esto es, como Gobierno que convierte su principio particular en inter¨¦s nacional. Lo insoportable de esta campa?a electoral es que el Gobierno haya presentado una estrategia exclusivamente partidista como un imperativo moral y, en consecuencia, como una exigencia democr¨¢tica. ?ste es el chantaje al que se ha visto sometido el electorado vasco en general y el nacionalista en particular y que, afortunadamente, ha sido capaz de resistir.
El problema viene de lejos. En materia antiterrorista el Gobierno del PP ha sido un Gobierno faccioso siempre. No en esta campa?a electoral, sino desde 1996. El Gobierno del PP ha tenido contra ETA una estrategia policial, pero no una estrategia pol¨ªtica. Estrategia pol¨ªtica, aprovechando el terrorismo, la ha tenido contra el PSOE, primero, y contra el PNV, despu¨¦s. El Gobierno del PP ha subordinado siempre su estrategia anti-ETA a su estrategia antisocialista o antinacionalsita. Su objetivo no ha sido acabar con ETA, sino derrotar a sus adversarios pol¨ªticos. As¨ª lo escrib¨ª el 28 de marzo de 1997, analizando el acuerdo de legislatura del Gobierno con el PNV, dejando 'aparcado como zona de desacuerdo' la pol¨ªtica antiterrorista y de pacificaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco (?Gobierno o facci¨®n?) y as¨ª lo sigo pensando hoy.
El Gobierno del PP ha utilizado el terrorismo como instrumento para anular la autonom¨ªa de los dem¨¢s partidos o para aniquilarlos si pretend¨ªan mantener dicha autonom¨ªa. Por eso, las elecciones vascas han sido el eje en torno al cual ha girado toda la pol¨ªtica en el primer a?o de esta legislatura. El PP no ha buscado ni aceptado el acuerdo antiterrorista hasta diciembre de 1999. Y cuando lo ha hecho ha sido buscando la subordinaci¨®n. Su interpretaci¨®n del pacto por las libertades y contra el terrorismo ha sido hasta hoy la de un pacto preelectoral. De ah¨ª que, aunque humanamente pueda entender la situaci¨®n en que se encuentran los socialistas vascos, no pueda entenderlos pol¨ªticamente. El precio que el PSE ha pagado en esta campa?a electoral no es nada para el que hubiera tenido que pagar despu¨¦s. Y no me refiero a la p¨¦rdida de un diputado. Me refiero al tono humillante con que se le han 'recordado' sus compromisos durante la campa?a electoral por Javier Arenas o por los medios de comunicaci¨®n 'oficiosos'. O el tono con que se le est¨¢n recordando en estos d¨ªas por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar o Mariano Rajoy. ?Cu¨¢les no hubieran sido las exigencias si la cruzada antinacionalista hubiera triunfado? ?Hasta cu¨¢ndo habr¨ªa permanecido el PSE como reh¨¦n del PP? El resultado electoral ha sido el menos malo para el PSE.
No he visto una campa?a m¨¢s antidemocr¨¢tica que la que ha protagonizado el Gobierno de la naci¨®n en estas elecciones vascas. En el fondo y en la forma. No se puede chantajear a m¨¢s del cincuenta por ciento de la poblaci¨®n haci¨¦ndola responsable de connivencia con los terroristas si votaban al PNV. No se puede contraponer nacionalismo y democracia ni calificar de nazis a los dirigentes del PNV. No se puede manipular el proceso de formaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica de la forma en que se ha hecho en esta campa?a. Aunque aqu¨ª la responsabilidad est¨¢ muy compartida. Ning¨²n Gobierno democr¨¢tico hubiera podido hacer lo que ha hecho este Gobierno con las encuestas del CIS sin la complicidad o, al menos, la comprensi¨®n de los medios de comunicaci¨®n. En esta campa?a se han roto casi todas las reglas de informaci¨®n en procesos electorales democr¨¢ticos.
Y menos mal que el resultado ha sido el que ha sido. Si existe alguna posibilidad de reconstruir la unidad en la lucha antiterrorista es gracias al resultado de estas elecciones. No va a ser f¨¢cil, porque las relaciones pol¨ªticas y personales se han deteriorado mucho. Pero, al menos, es posible plante¨¢rselo. Porque si algo ha quedado claro es que ni los nacionalistas van a poder prescindir de la Constituci¨®n y el Estatuto de Autonom¨ªa ni los no nacionalistas se los van a poder apropiar en exclusiva. Si el PNV-EA han tenido que renunciar al espejismo que fue Lizarra, el PP y el PSE van a tener que renunciar al espejismo de nuevas 'cruzadas'. Como dice el refr¨¢n, no hay mal que por bien no venga. La campa?a electoral ha sido desastrosa, pero la manifestaci¨®n de voluntad del cuerpo electoral ha acabado poniendo un punto de sensatez.
Javier P¨¦rez Royo es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla.
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