Falsear la historia
Es propio del nacionalismo inventar la historia. Con frecuencia, las ideolog¨ªas nacionalistas sacan fuerzas de la exaltaci¨®n de las derrotas presuntamente heroicas: sea el 2 de mayo de 1808 o el 11 de septiembre de 1714. Lo dec¨ªa Renan, hace m¨¢s de un siglo, en su c¨¦lebre conferencia ?Qu¨¦ es una naci¨®n?: 'En punto a recuerdos nacionales, los duelos valen m¨¢s que los triunfos, pues imponen deberes, ordenan el esfuerzo en com¨²n'. La historia como instrumento: gran manipulaci¨®n.
Pero cuando la historia es reciente, inventarla tiene sus riesgos ya que algunos conservan la memoria y gustan de recordar los hechos tal como sucedieron. Jordi Pujol se invent¨® la semana pasada que la idea de crear el Consejo Consultivo de la Generalitat fue cosa suya. Dio una larga explicaci¨®n, repleta de an¨¦cdotas y detalles, que no se ajust¨® en absoluto a la verdad. Muchos de los que le escucharon le creyeron. De buena fe, naturalmente. A ellos va dedicado este art¨ªculo.
El consejo consultivo ha cumplido 20 a?os. 'Ara que tinc vint anys'. Se me hace dif¨ªcil ser objetivo al hablar de esta instituci¨®n de la Generalitat, pero creo que no me dejo llevar por los sentimintos si digo fr¨ªamente que hay un acuerdo general en considerar que ha funcionado razonablemente bien y que su labor ha sido positiva. El consejo organiz¨® el jueves de la semana pasada un muy sobrio y digno acto conmemorativo. Asisti¨® una importante representaci¨®n de la clase pol¨ªtica, funcionarios de los cuerpos jur¨ªdicos y miembros de consejos consultivos de otras comunidades aut¨®nomas. El presidente del consejo consultivo, Agust¨ª Bassols, hizo un discurso institucional irreprochable, mod¨¦lico.
Despu¨¦s tom¨® la palabra el presidente del Parlament, Joan Rigol, y las cosas empezaron a torcerse. En su habitual tono mesurado, Rigol vino a decir que las instituciones deben estar enraizadas en los pa¨ªses de los que forman parte y que las instituciones catalanas, como el consejo consultivo, deben estar al servicio del catalanismo pol¨ªtico. No s¨¦ muy bien a qu¨¦ se refer¨ªa al decir 'catalanismo pol¨ªtico' - aunque lo imagino-, pero tal consideraci¨®n me pareci¨® absolutamente inadecuada para un discurso institucional. M¨¢s todav¨ªa si ¨¦l representaba a una instituci¨®n que, por naturaleza, es plural. Porque al decir 'catalanismo pol¨ªtico' no creo que se refiriera al conjunto de los ciudadanos de este pa¨ªs, sino s¨®lo a una parte de ellos, y una instituci¨®n, cualquier instituci¨®n p¨²blica, est¨¢ al servicio de todos, nunca de una parte. Primera metedura de pata.
Tras Rigol, se dio paso a una conferencia, muy bien construida, de D¨¢maso Ruiz Jarabo, abogado general del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, gran experto en la materia, sobre los aspectos judiciales del Tratado de Niza. Todo perfecto.
Fue entonces cuando tom¨® la palabra Jordi Pujol, que presid¨ªa el acto. Improvis¨®, con su peculiar estilo campechano, y se extendi¨® m¨¢s all¨¢ de lo habitual. Su tono, desde luego, no era el propio de un acto institucional. El consejo consultivo -vino a decir- era una instituci¨®n que deb¨ªa suministrar argumentos jur¨ªdicos frente al previsible asedio que los enemigos de Catalu?a estaban dispuestos a utilizar contra nosotros. Nos atacar¨¢n: debemos tener un organismo jur¨ªdico que nos defienda. Penoso, pero nada nuevo: el tradicional discurso victimista al que ya estamos acostumbrados.
Pero, a continuaci¨®n, comenz¨® la tergiversaci¨®n de la historia. Con pasmosa naturalidad y en tono anecd¨®tico y medio jocoso, se atribuy¨® la paternidad de la idea de crear el consejo consultivo con objeto de que la Generalitat se dotara de una instituci¨®n que garantizara la defensa jur¨ªdico-constitucional de nuestra autonom¨ªa. Siendo ya presidente, dijo, al examinar una ley 'promovida por los socialistas' que pretend¨ªa hacer desaparecer las diputaciones provinciales, se dio cuenta de que era, de forma flagrante, inconstitucional y mand¨® crear un consejo consultivo que, mediante dict¨¢menes, asesorara jur¨ªdicamente a la Generalitat. Supongo que llevado por su inconsciente megaloman¨ªa de creerse el alfa y omega de Catalu?a, lo dijo de buena fe, con ¨ªntima convicci¨®n.
No se acord¨®, sin embargo, de que el consejo consultivo es una instituci¨®n prevista en el art¨ªculo 41 del Estatuto de Catalu?a, norma en virtud de la cual ¨¦l era presidente y, por tanto, vigente con anterioridad a los hechos que falseaba. Es decir: imposible que se lo inventara pues ya estaba inventado. El consejo, adem¨¢s, se constituy¨® con prontitud porque, de acuerdo con el mencionado art¨ªculo del Estatuto, para que la Generalitat pudiera interponer un recurso ante el Tribunal Constitucional era preceptivo su dictamen. Por tanto, sin su existencia, la Generalitat no pod¨ªa impugnar las leyes estatales, y ah¨ª est¨¢ la aut¨¦ntica raz¨®n de su r¨¢pida constituci¨®n.
Tras los aplausos de rigor al presidente, finaliz¨® el acto con una breve y relajante interpretaci¨®n de piezas cl¨¢sicas -adem¨¢s del inevitable Cant dels ocells - a cargo de un d¨²o de j¨®venes y excelentes m¨²sicos del Conservatorio del Liceo.
Se lo explico a un amigo y me dice: 'Hombre, no hay para tanto. En un discurso improvisado, un fallo de memoria lo tiene cualquiera'. Pero probablemente no se trata de un fallo, se trata de la voluntad deliberada -probablemente instalada, tras tantos a?os, en el subconsciente mismo- de falsificar la historia, incluso en detalles tan nimios e intrascendentes como ¨¦ste. Tambi¨¦n lo dijo Renan: 'El olvido, y hasta yo dir¨ªa el error hist¨®rico, es un factor esencial en la creaci¨®n de la naci¨®n, de modo que el progreso de los estudios hist¨®ricos es a menudo un peligro para la nacionalidad'.
Pero quiz¨¢ s¨ª, quiz¨¢ tiene raz¨®n mi amigo, le traicion¨® la memoria, nos puede pasar y nos pasa a todos. En este caso hay que recordarle que los discursos hay que prepararlos bien, va en su sueldo. Al fin y al cabo, recientemente al Rey le ha sucedido una cosa parecida.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB
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