Democracia paritaria
Lo que diferencia al Estado de todas las dem¨¢s formas de organizaci¨®n del poder pol¨ªtico que se han conocido en la historia es el principio de igualdad. La desigualdad no de facto sino de iure ha sido la norma que ha presidido la convivencia en todas las sociedades preestatales. ?nicamente con la imposici¨®n del Estado constitucional tras las revoluciones americana y francesa la convivencia humana empieza a explicarse con base en la igualdad. No hay ninguna constituci¨®n digna de tal nombre desde entonces que no haya descansado en dicho principio.
Obviamente, la interpretaci¨®n de dicho principio no ha dejado ni deja de plantear problemas. En Estados Unidos, que ha sido sin lugar a dudas el pa¨ªs que se ha organizado pol¨ªticamente de manera m¨¢s consecuente con base en el principio de igualdad, no se consider¨® que fuera un obst¨¢culo insalvable la instituci¨®n de la esclavitud hasta bien pasada la mitad del siglo XIX. Y en todas partes durante el siglo XIX se limit¨® por motivos econ¨®micos el ejercicio del derecho de sufragio y hasta bien entrado el siglo XX se excluy¨® de dicho ejercicio a todo el g¨¦nero femenino.
Hoy estamos ya en otro terreno. La ¨²nica discusi¨®n que hoy se admite es la de si los extranjeros residentes deber¨ªa poder ejercer el derecho de sufragio o no. Pero que todos los ciudadanos son titulares de dicho derecho en condiciones de igualdad, est¨¢ por encima de toda discusi¨®n. La igualdad es antes que nada igualdad electoral. Jur¨ªdica y f¨¢cticamente. Elmomento de la votaci¨®n es el ¨²nico momento en la vida del ser humano en el que todos somos exactamente iguales. El voto es lo ¨²nico que no se puede personalizar. En el acto de la votaci¨®n todos somos fracciones an¨®nimas de un cuerpo electoral ¨²nico que define la voluntad general. ?ste es el dogma de la democracia. Y utilizo el t¨¦rmino dogma en su sentido fuerte, esto es, como una proposici¨®n que se pude discutir desde fuera pero no desde dentro. Si no se considera que la democracia debe ser la forma de organizaci¨®n del poder, no se podr¨¢ aceptar nunca esa proposici¨®n. Pero si se considera que es la que debe ser, entonces no se podr¨¢ no aceptarla. Por eso Rousseau es Rousseau.
Esta igualdad electoral en la que quedan borradas todas las diferencias, tambi¨¦n las de g¨¦nero, es tanto activa como pasiva, es decir, se extiende tanto al derecho a elegir como al derecho a ser elegido. Las constituciones actuales no toleran que se puedan establecer diferencias por raz¨®n de g¨¦nero para acceder a puestos representativos. La neutralidad de las normas constitucionales y legislativas relativas al proceso electoral es absoluta.
Esta neutralidad no se discute respecto del ejercicio del derecho activo, pero se ha empezado a discutir desde hace algunos a?os respecto del ejercicio del derecho pasivo. Y se ha empezado a discutir, porque en la vertiente activa del derecho de sufragio la igualdad de las mujeres y los hombres es real y efectiva, pero en la pasiva no lo es. En la vertiente activa las mujeres y los hombres son iguales tanto en la titularidad como en el ejercicio.En la vertiente pasiva son iguales en la titularidad pero no lo son en el ejercicio. Normativamente las mujeres tienen el mismo derecho que los hombres. En la realidad no lo tienen. La igualdad en esta vertiente del derecho no es real y efectiva.
La discusi¨®n tiene cierta similitud con la que se est¨¢ produciendo en otras esferas de la vida social. No hay esfera de la vida en sociedad en la que no est¨¦ planteado el problema de la discriminaci¨®n f¨¢ctica de la mujer a pesar de la igualdad jur¨ªdica. La discriminaci¨®n en el ejercicio del derecho de sufragio pasivo ser¨ªa una discriminaci¨®n m¨¢s.
Ocurre, sin embargo, que siendo as¨ª, no lo es. La discriminaci¨®n es la misma, pero no es igual. Y no lo es, porque esta discriminaci¨®n no puede ser combatida mediante la acci¨®n administrativa o judicial, sino que ¨²nicamente puede serlo mediante la actuaci¨®n del legislador constituyente u ordinario. Para conseguir la igualdad no s¨®lo en la titularidad sino tambi¨¦n en el ejercicio de la vertiente pasiva del derecho de sufragio son precisos cambios constitucionales y/o legislativos. Si no se cambia la Constituci¨®n y/o la ley electoral, no se podr¨¢ adoptar ninguna medida tendente a conseguir la igualdad en el ejercicio de la vertiente pasiva del derecho de sufragio, porque ser¨ªa anticonstitucional. O se reforma la Constituci¨®n o se reforma la ley electoral, o no se puede hacer absolutamente nada.
Esta es la singularidad de la llamada democracia paritaria. Sin cambios normativos al m¨¢ximo nivel, la discriminaci¨®n f¨¢ctica no ser¨¢ nunca discriminaci¨®n jur¨ªdica y no ser¨¢, en consecuencia, corregible mediante la acci¨®n administrativa o judicial.
La mejor respuesta ser¨ªa la reforma de la Constituci¨®n. Pero no parece que el tema est¨¦ todav¨ªa lo suficientemente maduro como para que pueda ser abordado por esa v¨ªa. En la Constituci¨®n no se pueden incluir cosas sobre las que no existe un consenso muy amplio. Porque, adem¨¢s, una vez que el cambio se ha introducido es dific¨ªlmente reversible.
Lo razonable, por tanto, es plantearse la v¨ªa legislativa, esto es, adoptar medidas normativas tendentes a garantizar y/o incentivar la igualdad en el ejercicio del derecho de sufragio en su vertiente pasiva.
El margen de maniobra es distinto si act¨²a el legislador del Estado que si lo hace el legislador de una comunidad aut¨®noma. La libertad de configuraci¨®n del legislador estatal es mucho m¨¢s amplia que la del legislador auton¨®mico, ya que la reserva de ley para el desarrollo de los derechos fundamentales remite a la ley de las Cortes Generales.
Pero el legislador auton¨®mico tiene su margen de maniobra, limitada exclusivamente a las elecciones para el Parlamento de su comunidad, pero lo tiene. Y har¨ªa bien en hacer uso del mismo. En este sentido va la proposici¨®n no de ley presentada por el grupo socialista esta semana, que merecer¨ªa que se la discutiera con serenidad, sin descalificaciones improvisadas y poco argumentadas. Este debate no hay quien lo pare. Y quien lo intente saldr¨¢ mal parado.
JAVIER P?REZ ROYO
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